Capítulo III El individuo
Pulgarcito es una burbuja individual. No pertenece a nada ni a nadie, no está vinculado ni a las ideologías que han muerto ni a la patria que ya no existe, ni a la pareja que se disgrega, ni a ninguna iglesia o religión. Está desnudo frente a una sociedad líquida que no le ofrece ningún vínculo atractivo o firme. Busca vínculos nuevos en las redes sociales, dice Serres. Lo malo es que las redes sociales no vinculan como sí lo hace la realidad física, digo yo. No son tanto las nuevas tecnologías las que lo han desvinculado, como la licuefacción de las convicciones y los valores que occidente ha dejado languidecer hasta su práctica desaparición y en gran parte con esa pedagogía mediática descrita en el post anterior. Sin embargo, es de una ingenuidad asombrosa el creer que las herramientas tecnológicos de la comunicación pueden sustituir a la comunicación física directa que es donde las personas realmente se encuentran y se vinculan. Ya hemos descrito aquí cómo producen ese efecto placebo por el que llegan a menudo a «sentirse» como comunicación verdadera y más cómoda por poco exigente, pero es un espejismo que acabamos pagando caro porque la comunicación humana se empobrece.
El caso es que a este individuo –en opinión de Serres– no hay colegio tradicional que le pueda aportar nada. La enseñanza tradicional languidece, inútil, frente a las nuevos Pulgarcitos y Pulgarcitas.
Capítulo IV ¿Qué transmitir? ¡El saber!
He aquí una de las ideas básicas y radicalmente ciberoptimista del ensayo. No hay nada que transmitir porque el saber está ya transmitido en internet. Es accesible, es cosa hecha, nos dice Serres. Ya no hacen falta concentraciones (escuelas, aulas, campus, alumnos, profesores, bibliotecas, laboratorios…) para este individuo que puede formarse, solo o en contacto virtual con todo el mundo, con las nuevas herramientas informáticas para las que está fenomenalmente preparado porque primero ellas le han cambiado para que las utilice sacándoles todo el partido… No es el Pulgarcito que conozco yo. No es la Pulgarcita que yo tengo en clase. No me importaría que Serres nos hiciera una visita.
En cualquier caso, para el autor, toda la socialización que aporta el contacto personal en cualquiera de esas concentraciones, la transmisión no de la información, sino del verdadero saber del profesor al alumno, la mirada, las exigencias de la convivencia, los valores, la experiencia, la orientación, el ejemplo…; la educación en fin y en el más amplio y profundo sentido, no son sino algo superado por la potencia acumulativa y la conexión virtual del ordenador. Es asombroso hasta donde puede llegar a nublar el entendimiento el deslumbramiento tecnológico.
Capítulo V Dedicatoria
Así pues, todo debe ser rehecho, especialmente «los marcos […] que todavía formatean nuestras conductas, nuestros media, nuestros inmensos proyectos en la sociedad del espectáculo». Quizá Pulgarcito o Pulgarcita lo consigan. Pero por lo que yo veo cada día, lo dudo. Más bien son esos marcos los que lo impiden y, no menos sino más, a través de la tecnología que lejos de anularlos, hoy por hoy, los potencia.
No está dicho todo. Todavía quedan más «barbaridades» bárbaras de nuestro venerable abuelo académico en los próximos post.
Referencias
Pulgarcita, Michel Serres, Gedisa, Barcelona, 2014
Análisis del libro Los Barbaros de Alexandro Baricco en el blog
Algunas reflexiones de Marina en torno a la educación
Superficiales, ¿qué está haciendo internet con nuestras mente, Nicholas Carr
Justamente coincido con que Serres observa al mundo desde un tupper, dese el cómodo y seguro colchón de la sociedad europea o estadounidense, sin carencias económicas graves, dejando por sentado la errónea idea de que todos tienen acceso a todo. Un mundo pintado de rosa, en donde no parecieran existir las guerras santas, ni económicas, donde la explotación y la exclusión y son moneda corriente. Lo encuentro superficial y acomodaticio
Qué razón tienes, Estela. Es el espejismo que provoca el ciberoptimismo tecnológico. Gracias por tu visita y tu comentario