«Li Chanchung es la decimonovena persona más poderosa del mundo, según la revistaForbes. Bajo su control está lo que ve y oye una quinta parte de la población mundial: más de 1.300 millones de personas, es decir, toda la población china. Chanchung es el número cinco del Comité Permanente del Politburó, del que forman parte los nueve hombres de los que depende toda la política china. Es su responsable de propaganda. Sus tentáculos se extienden por la CCTV —la televisión nacional—, China Mobile —la red estatal de telefonía móvil—, los 85 millones de periódicos que se distribuyen cada día en el país y los 450 millones de chinos usuarios de internet.»
Así comienza un extraordinario artículo de 6 páginas escrito por Miguel Muñoz y Adrián Delgado en la revista Frontera digital, en el que se explica en profundidad el control del gobierno chino sobre la comunicación en general, internet en particular y sus relaciones con las grandes corporaciones como Google.
En él cuentan cómo la principal estrategia china consiste no sólo en poner puertas al campo mediante la censura directa, sino sobre todo en copiar, transformar y reconducir todas las ideas extranjeras para fortalecer el modelo cultural y político chino. «QQ es el Messenger chino, Taobao el equivalente a eBay, Weibo el clon de Twitter y Qzone una especie de mezcla entre Facebook y MySpace. El acceso a Twitter y Facebook está cerrado en China, y páginas de origen americano como MSN y Yahoo se someten a una serie de severas condiciones, que incluyen censura y cesión de datos personales. De este modo, ninguna www extranjera ha triunfado en el país.»
El gobierno no trata de ocultar su actividad censora, sino todo lo contrario con lo que consigue no solo suprimir información «sino de dejar claro a los usuarios que están siempre vigilados. Lo que consigue un eficaz efecto disuasorio».
A eso hay que sumar el bombardeo constante de información falsa que llega a convertirse en verdadera por su abundancia y repetición según la vieja estrategia goebleliana de repetir mil veces una mentira para que llegue a ser verdad. «Así, se da la paradoja de que los chinos ven con recelo la propaganda que censura, pero asimilan los mensajes de la propaganda que crea información».
El control de los usuarios a través de las empresas online que están obligadas a ceder al Gobierno información personal de sus clientes, el ciberespionaje a través de las contraseñas del Gmail de Google, los ataques cibernéticos para robar información reservada de instituciones públicas y privadas occidentales, los cortes directos al servicio telefónico y la represión de la disidencia residual en la red son otras de las estrategias descritas y muy bien documentadas en el artículo.
Es impresionante lo olvidado y ajeno que resulta para nosotros este fenómeno censor chino lo mismo que todas sus otras realidades. Y es impresionante cómo la actuación china pone de relieve la fragilidad de la supuesta libertad digital, propuesta por la red: si Li Chanchung es capaz de someter a la nube ¿por qué no lo van a ser otros? Si es posible la ciberdictadura en China, ¿qué impide que lo sea en cualquier otro país del mundo?
Nada lo impide, pepeboza
Situación que creo recordar se vive también en Corea del Norte.
Como dice Amanda, también creo que nada lo impide. De hecho, tengo ciertas dudas sobre la total libertad de navegación. Seguro que EEUU no anda lejos de nuestros viajes personales por la red…
Qué miedo.
Siendo así que puede ser, seamos como si fuera … por si acaso ya lo es.
No sé la razón, tal vez sea mi insconsciente adolescencia, pero no siento ningún temor ante estos controles nacionales o mundiales sobre los humildes datos de mi persona.
«La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos». Da igual que los datos que se controlen sean humildes o no. Lo trascendente, José Luis, es la posibilidad de controlarlos.
La censura china es explícita, odiosa, pero explícita. El acoso a la libertad en las democracias es subliminal e implícita; y esa censura es la peligrosa. Y creo que se hace; estamos abslutamente controlados; nuestros datos están en hacienda, en el ministerio del interior, en el INSS.
De acuerdo en evitar los destalentados, criminales y delincuentes; pero el fin no justifica los medios.
¿Qué tendrá la libertad que asusta tanto a los poderosos?
Buen apunte, Pedro: lo importante es la posibilidad de controlarlos. Pero no me asusta en absoluto. Por unas razones u otras siempre ha sabido que el poder nos controla, me controla. Y es verdad que no es lo mismo saberlo que no saberlo. Es mejor saberlo.
También ayuda, digo yo, saber que la libertad trascendente es la que ningún poder te puede arrebatar. No somos libres porque el Derecho nos otorgue esa condición, ni dejamos de serlo porque los poderes humanos atenten contra la misma. Somos libres porque así lo quisieron «los cielos».
«…siempre he sabido…»
Es cierto, José Luis, que la verdadera libertad es la de poder decidir, la libertad interna. De nada vale gozar de libertades políticas si se tiene la libertad de decisión colapsada. Lo que sucede es que tampoco la libertad de decisión adquiere su sentido pleno si no se puede ejercer. Es lo que se llama la dialéctica de las libertades. Y, en efecto, el hombre es intrínsecamente libre.
Y creo que, además, se han inventado un montón de medios para disminuir esta libertad, para que no pensemos, para que no tengamos, en definitiva, un pensamiento crítico que cuestione el poder.
En fin, que me pongo estupendo. Que hay que defender la libertad en todas partes, donde no la hay (el ejemplo de Pepe) y donde dicen que la hay (aquí, por ejemplo).
Interesantísimo asunto para la formación personal el que mentas de la dialéctica de las libertades. Leí bastante de ello en mi juventud. Tanto, que ha sido mi principal objetivo en la educación de mis hijos, que logren alcanzar ideas claras sobre qué es la libertad «intrínseca» u ontológica y cómo conquistarla. La verdad es que tenía el camino fácil (no tanto los resultados, dada la época), porque un Maestro vino a enseñar al mundo que la Verdad nos hará libres.
Gracias por tu comentario.
Lo deberían impedir las leyes, Amanda.Lo del Estado de Derecho no sólo es para vestir al santo, es para que el santo lo sepa y se sienta de verdad vestido.
Todo está por hacer. Sin embargo, creo que poco a poco se irá haciendo.
Riquísimo diálogo el vuestro, José Luis y Pedro.
Lo primero la enhorabuena por tu segundo nieto, José Luis.
Lo segundo el tema.
Siempre que he publicado algo relativo a la libertad y al control de datos en Internet, has manifestado el mismo escepticismo despreocupado que creo entender y compartir: es nuestro fuerte sentimiento de individualidad y de libertad interior. Sin embargo, a mí lo que me preocupa es que la percepción de la red es la de un sistema de comunicación caracterizado por la falta de control y, sin embargo, es extremadamente fácil de controlar como pone de manifiesto el caso chino tan bien documentado en el artículo que comento, o aquella otra entrada que hicimos sobre Google a raíz del libro de Carr. Yo quiero que alguien me garantice la privacidad de mi casa, mi correo, mis contactos, mis conversaciones, mis idas y venidas… Puedo vivir controlado, pero creo que resignarnos al control del poder como algo inevitable no es sano. Es otro fruto podrido de una democracia que no es real.
Efectivamente, Pedro, ese control subliminal e implícito, desde que existe la red, se ha multiplicado por mil y es odioso.
En mi caso forma parte de esa indignación sorda de la que tanto se habla estos días: democracia real significa menos control y siempre transparente, más participación, menos contubernio medios-políticos-financieros, capacidad de protesta efectiva más allá del voto cada cuatro años…
Estuve en la manifestación de ayer sin compartir muchos de los presupuestos de las pancartas, pero allí había, más allá de los perroflautas, ciudadanos que, como yo, perciben que no viven en una democracia real con ganas de respirar.
En Corea del norte,Negre, Arabia Saudí, Birmania, Cuba, Irán, Siria, Turkmenistán, Uzbekistán, Vietnam (cfr. Reporteros sin fronteras), en la mayoría de los países islámicos más extremos, en todas partes donde la democracia no sólo no es real, como aquí, sino que es inexistente.