Decíamos ayer que el vídeo de Segarra es muy interesante. Nos dice muchas cosas. En primer lugar es un excelente spot: en tres minutos veinticinco segundos consigue exponer toda una teoría de la publicidad de un modo ameno y divertido. Su construcción visual tiene dos partes bien diferenciadas: una dedicada a la teoría y otra al ejemplo práctico.
En la primera domina el texto hablado con una presentación visual muy simple, desnuda, casi en blanco y negro, pero muy cuidada, en la que la inmovilidad de la figura central se rompe con inserciones de imágenes, pequeñas animaciones y cambios de plano que oscilan en una alternancia muy medida entre la convicción de los breves y primerísimos planos y la objetividad de las largas panorámicas en la que el publicitario es casi un pequeño títere teatral o un dibujo animado en medio de la nada del blanco del fondo. El discurso verbal rompe también su linealidad a base de multitud de pequeños recursos sonoros de inserciones, ruidos, repeticiones y distorsiones de la voz perfectamente sincronizadas con la imagen. Setenta y siete planos distintos en dos minutos veinte de exposición hablada.
La segunda parte, más corta, dura exactamente un minuto y contiene 55 planos distintos. En contraste con la parte anterior, aquí el discurso es la ausencia de discurso, es decir, pura imagen, todo es color, música, erotismo, emoción, publicidad.
Pero lo interesante son las ideas: muy simples, muy directas y muy sinceras y por tanto, valiosas, aunque con trampa.
Primera: «el principal problema de la publicidad es usted». Nosotros, los consumidores, somos el problema, somos el objeto de estudio, somos el destinatario, somos los que tenemos que consumir el anuncio para después acabar consumiendo el producto. Todo el trabajo del publicitario, según esto, es conocernos, agradarnos, divertirnos, dice él, manipularnos, diríamos nosotros para que no apartemos la mirada, para que no nos vayamos al lavabo, y consumamos primero su anuncio, su marca y finalmente su producto.
Segunda: vemos la televisión para divertirnos. Es una obviedad. Pero aquellas dos funciones de la teoría televisiva de informar y educar las da sin discusión por muertas.
Tercera: el problema no es el producto, sino la comunicación. El producto no importa. Obviamente mejor si es bueno, pero si no lo es tampoco pasa nada: el problema es la comunicación adecuada, es decir, insiste, cómo conseguir que atendamos a lo que se nos dice. «La publicidad debe parecerse cada vez menos a la publicidad y más al espectáculo». No importa el qué, lo importante es el cómo.
Luego está el interesante ejemplo de la venta de la religión católica: un producto excelente, con los mejores beneficios, el mejor y más conocido manual, el mejor logo y una distribución universal envidiable, pero que no interesa.
Aquí hay dos Témporas , que decía Susana. La primera desmontar la trampa que encierra el ejemplo en sí: la religión católica no es un producto y por lo tanto no está destinada a la venta ni al consumo. Ni siquiera es una ideología como podría ser el programa político que puede venderse en una campaña publicitaria para conseguir nuestro voto. No es una realidad sociológica de masas cuyo «valor» se pueda medir por sus audiencias, sino una experiencia interpersonal, profunda e íntima. Por eso es irreductible a la publicidad, como lo es a su máximo exponente, el espectáculo. El ser humano no puede cambiar de canal en la dimensión profunda de las preguntas últimas: no hay canal al que cambiar. Sólo hay preguntas que responder, encuentros a tener y pasos a dar. Sin embargo, sí podría ser cierto que, en un medioambiente inevitablemente simbólico, no la religión sino la Iglesia, podría y debería mejorar su capacidad de comunicación con los fieles, no tanto a nivel litúrgico como a nivel institucional.
Pero, con todo, donde Segarra se muestra más directo, sincero y significativo es en el culo, es decir, en la ilustración que nos hace de su teoría mediante el burdo, frecuente y eficaz recurso al erotismo para obligar a fijar nuestra mirada: sabemos lo que les gusta a los hombres ―a los consumidores, a las personas―; sólo tenemos que tocar la tecla instintiva adecuada para reducir al máximo su libertad y atrapar su atención. Si es la clase de cosa que quieres seguir viendo… compra. Teoría carnosamente descarnada.
Una breve semblanza del autor del vídeo en Outside, Blog de Inside Consultores
De acuerdo contigo en el pequeño análisis sobre la Iglesia Católica; en lo social se vende bien, es lo suyo. Es más: el Vaticano II indica (y el Papa actual lo rubrica) que la acción preferencial y propia de la Iglesia es la atención a las necesidades urgentes y básicas de la persona. A mí esto, que me siento Iglesia, me parece estupendo.
Sobre los anuncios. Yo los uso mucho a lo largo de la primera evaluación, con mis alumnos de Ciudadanía. Transmiten una serie de valores que es necesario analizar para ayudar a nuestros adolescentes a comprender en qué mundo real se mueven. La pena, que el tabú de la enfermedad, la muerte y la progresiva degradación les impidan ver la vida en su totalidad…
Interesante reflexión la de tu último párrafo. Espero que tu próxima entrada siga por ahí.
Un saludo.
Pepe: Estupendo tu análisis general del vídeo de ayer y especialmente certero el desmontaje de la trampa de la marca «religión católica».
Negre: Me alegra que nos recuerdes la acción preferencial de la Iglesia que, tras veintiún siglos y hasta el final de los tiempos, sigue siendo el amor al prójimo, es decir, la atención de sus necesidades urgentes y básicas.
Pepe, claro lo ves y claro lo expones.
De la tecla instintiva adecuada a la alternativa de sentirse Iglesia de Negre, se despliega todo el arco de posibilidades humanas.
La libertad frente al instinto.
Algo sobre la música y la imagen del spot de «BLUGE BOY»:
Su tempo (notas negras/minuto) es de 120 en un compás de cuatro por cuatro. Es decir, en un minuto oímos 120 negras (1 negra = 1/4 del compás). Pero si lo subdividimos, vemos que los sonidos graves (bombo) caen a tierra, es decir, ocupan el tiempo 1 y 3 de cada compás y los agudos (caja) el tiempo 2 y 4. El resultado es que oímos un loop (bucle) rítmico en el que uno se «engancha» a los tiempos agudos de la caja (el 2 y el 4) y lo experimenta como un tempo «lento» de 60 golpes por minuto, pero lo que oye en realidad es un ritmo de 120 pulsaciones por minuto.
Este arco de 60 a 120 pulsaciones por minuto, se corresponde con la cadencia «normal» de las pulsaciones de nuestro corazón. Ni 60 constituye una bradicardia, ni 120 (por un tiempo limitado) una taquicardia «preocupante». Son frecuencias de respuesta normal a los estímulos, por ejemplo, … del coito humano.
Los publicistas lo saben, claro, y editando esa cadencia sonora junto a imágenes sensuales de bellas mujeres al mismo tempo –lo que en el argot se llama «montaje picado»– pretenden «despertar» el instinto sexual de los hombres. Y el sexo se «consumirá» o no, pero es siempre un potente estímulo de deseo … que tal vez se dirima en la adquisición de un tejano «BLUGE BOY».
La primera secuencia del spot (antes de que aparezcan los jóvenes torsos varoniles) dura exactamente 40 segundos, y tiene el mismo número exacto de planos de sensuales mujeres. Después de los chicos sucede lo mismo. En resumen: el tempo visual y el sonoro coinciden, es de 120 «pulsaciones» por minuto y se corresponde con el de la excitación; no obstante, se subdivide por dos, es decir, «nos engancha» a 60, que es el número más frecuente de «impulsos» por minuto en la actividad de referencia. El carácter visual y sonoro del spot es «repetitivo» … como corresponde. Las pausas de música y planos de jóvenes, persiguen «darle» un tiempo de decisión al joven varón espectador –obviamente, dudoso aún– para que se determine a adquirir los tejanos de colores.
Lo dicho, y en distintas fórmulas, es una constante en la publicidad erotizante.
Recomiendo entrar en la web de nuestro fotógrafo de hoy: antonioreal.com. Aparte de delicioso (más aún a pantalla completa) creo que encierra una importante pedagogía fotográfica en sus imágenes: nos enseña a ver –a encuadrar– multitud de posibilidades nada «complicadas». Encuadres al alcance de cualquiera que con una cámara en la mano tenga un poquitín de paciencia para encontrarlos.
Fantástica descripción de los efectos sonoros por parte de nuestro experto batería. Gracias, José Luis. ¡Nos veremos luego en tu concierto estreno!
El fotógrafo, magnífico en efecto. Esos son los encuadres que yo busco con la mía, pero me debe faltar paciencia e instinto.
Yo he trabajado, Negre, y trabajo mucho la publicidad en clase. Siempre con un sentimiento ambivalente por la tremenda fuerza que tiene la narración publicitaria y la enorme dificultad de desmenuzarla.
Los spots están construidos para que el esfuerzo del espectador sea el mínimo, pero en cambio exigen un máximo de esfuerzo para desmontarlos.
El enorme arco de humanidad entre la libertad y el instinto. Ahí está todo, en efecto, Susan: lo mejor y lo peor, la grandeza y la miseria… Y qué bien saben los creativos moverse por toda la cuerda y tensarla a su antojo.