Ya comenté cómo El Mundo venía cargado de reflexión tecnológica y que eso era por sí mismo un signo de cambio en la sensibilidad social ante la toxicidad de la tecnología. Además de los dos ejemplos que vimos en el post anterior, os traigo aquí algunos párrafos muy significativos de otros dos: 

Imagen de Ulises Cubero en El Mundo

El primero se trata de un análisis de Jorge Benítez sobre

«Por qué las tecnologías son el nuevo tabaco: son adictivas y dañan nuestra salud». 

Tim Kendall, ex jefe de monetización de Facebook y CEO de Moment, denuncia ante el Congreso de EEUU que la red social más famosa del mundo imitó las estrategias empleadas por la industria del tabaco para lograr enganchar más usuarios.

«Vivimos una crisis de salud pública», dice. «Cada vez más estudios relacionan el uso de las redes sociales y sus propiedades adictivas con problemas de salud mental en niños, adolescentes y también adultos». 

Tristan Harris, que ya conocemos bien aquí porque fue uno de los primeros en denunciar desde dentro «el peligro que supone un modelo de negocio que se nutre de nuestros datos y que altera nuestro comportamiento, no sólo ve similitudes entre las redes y los cigarrillos, sino que considera que, en cuanto a la adicción, las primeras son aún más peligrosas».

«Hay que tener en cuenta que si dejas de usar una red social y pasan unos días empiezas a recibir mensajes de resurrección», explica. «Es decir, se te mandan notificaciones que te dicen, por ejemplo, que tu ex novia está conectada o que tu amigo ha colgado una nueva foto. Su potencial manipulador es aún mayor que el del tabaco».

«La nicotina tecnológica son los me gusta, las fotos etiquetadas y los vídeos que se autorreproducen al terminar el que habíamos seleccionado. Todo forma parte de un sofisticado método de manipulación psicológica ideado para mantenernos pegados a la pantalla, conseguir más usuarios y, por supuesto, ganar más dinero con la publicidad», afirma Benítez.

«Me gusta la analogía del fumador pasivo porque es importante dirigir el tema hacia los que no fuman para afrontar el peligro de las redes sociales», dice Cathy O’Neil, autora de Armas de destrucción matemática (Ed. Capitán Swing). «Sería bueno que Facebook pagara por los daños a la sociedad que provoca. Lo cierto es que las multas que se les ha impuesto son muy pequeñas en comparación con sus malas prácticas. Por ahora eso no ha detenido a estas empresas».

Esta misma semana, el Congreso de EEUU ha condenado el monopolio de las tecnológicas e instado a la partición de las cuatro empresas, Apple, Google, Amazon y Meta. Para Shoshana Zuboff, autora de La era del capitalismo de la vigilancia, también ampliamente comentado aquí, esta decisión:

«Puede representar que la democracia ya no está dormida y una forma de decirles a los dueños de las empresas: ‘ya no podéis hacer lo que os dé la gana’, como han venido haciéndolo hasta ahora.

El segundo reportaje lo firma Pedro Simón también en las páginas de ‘Papel’, recogiendo palabras de Cal Newport, autor de ‘Minimalismo Digital’ y ‘Deep Work’:

«La gente siente cada vez una mayor inquietud sobre su relación con los dispositivos digitales. Eso no significa necesariamente que les disguste lo que hacen con esos dispositivos, sino más bien el tiempo y la atención que dedican a sus pantallas. Ya ha quedado claro que, si lo que queremos es extraer valor de las tecnologías sin caer en sus consecuencias negativas, necesitamos más filosofías de la intencionalidad sobre cómo empleamos esas herramientas.»  

«Nuestro hijo de ocho años no tiene ningún dispositivo. Nosotros decidimos cuándo se enciende y se apaga la televisión o el Minecraft. La tecnología que realmente me hace temer por los niños son los smartphones y las redes sociales. Su impacto en los adolescentes es increíblemente poderoso y, potencialmente, muy negativo. Si mi hijo tuviera 16 años, no le dejaría tener acceso a un ‘smartphone’ ni a las redes sociales. Esta respuesta no va a caer muy bien entre los adolescentes, –ni entre los padres, seguro– pero estoy convencido de que los estudios terminarán demostrando que era la correcta.»

«Los jóvenes están perdiendo la capacidad de concentración. Y eso tiene unas consecuencias devastadoras en la sociedad del conocimiento.»

«Nuestro cerebro es enormemente social. Le resulta sencillamente imposible encontrarle sentido al contexto social de las nuevas tecnologías, completamente artificial y amplificado. Genera un cortocircuito en todo el sistema y provoca todo tipo de efectos colaterales negativos: ansiedad, ira, tribalismo y comportamiento compulsivo.  […] Ansiamos socializar, pero las redes sociales sobrecargan nuestros circuitos y causan problemas. Es parecido a cómo al ser humano le encanta el azúcar, pero si se pasa todo el día comiendo chucherías le terminan sentando mal. El ser humano nunca ha evolucionado en un entorno en que esto fuera posible.»

Simón también cita a nuestro conocido Desmurget, con su Fábrica de Cretinos Digitales

«Nunca antes en la historia de la humanidad se había llevado a escala tan amplia un experimento de descerebración así». «A su juicio, las pantallas ‘corroen’ los tres pilares básicos del desarrollo del niño: las interacciones humanas, el lenguaje y la concentración.«

Y también a Víctor Sampedro,  catedrático de Comunicación Política y Opinión Pública y  autor de Dietética digital:

«Una idea clave es que Facebook y cualquier otra red publicitaria -Twitter, WhatsApp, Instagram, Telegram…- no tienen nada de sociales. A no ser que pensemos que comunicarnos es darnos autobombo. O que veamos la sociedad como un mercado y a los ciudadanos sólo como consumidores. Conviene hablar simplemente de redes. Porque así nos remiten a las que sirven para pescar o cazar. Y nos recuerdan que podemos acabar atrapados, como bancos de peces o bandadas de pájaros».

Y, finalmente, cita a  Bill Maher que, en su programa de entrevistas Real Time en HBO, el 12 de mayo de 2017,  miró a la cámara y, en vez de su discurso político habitual, dijo lo siguiente:

«Los magnates de las redes sociales tienen que dejar de hacerse pasar por cerebritos amistosos cuasi divinos que construyen un mundo mejor y empezar a admitir que no son más que vendedores de tabaco en camiseta vendiendo productos adictivos a nuestros hijos. Porque, admitámoslo, comprobar la cantidad de ‘Me gusta’ es el nuevo tabaquismo. Philip Morris sólo quería tus pulmones. La App Store quiere tu alma».

Algo huele a podrido en internet, en Silicon Valley y en las viejas ‘nuevas tecnologías’, y el olor está llegando a la sociedad. Aunque siempre habrá el que tenga el olfato más fino y los que lleven siempre las narices tapadas.

Referencias:

Reportaje de Jorge Benítez en EL Mundo

Shoshana Zuboff, La Era del Capitalismo de la vigilancia, en el blog

Tristan Harris, en el Blog

Desmurget, en el blog

Análisis de Pedro Simón en El Mundo