Hemos escrito
mucho sobre el tema de los ordenadores en la escuela y no queremos repetirnos. Sin embargo,
José Quintano en su blog,
Cartas en el olvido, comenta y cita un artículo estupendo de Antoni Puigverd en
La Vanguardia, titulado
Enseñanza: entre el fetiche y la vocación que merece la pena reseñar.
Nos dice Puigverd entre otras cosas que «la informatización de las aulas es una respuesta al malestar de la escuela con mentiras de nuevo rico» para satisfacer a esa pléyade de mentecatos que claman por las nuevas tecnologías como si fueran la panacea universal de la modernización de la escuela.
El problema no es ordenador sí o no, sino qué escuela quiere una sociedad que se desvincula de la educación o que incluso se convierte globalmente en un instrumento profundamente antieducativo: sobreprotección, deseo de consumir, crear apetencias con el único fin de satisfacerlas, idolatría del pelotazo, la fama, mitificación del éxito fulgurante… «La escuela no es una isla, sino la institución que más fielmente refleja las contradicciones de la sociedad»
Pero, además, introducir las pantallas por introducirlas, por dar una respuesta de escaparate, puede ser un remedio peor que la enfermedad.La tecnología ha colaborado en el cambio social que se está produciendo a todos los niveles, pero la tecnología no genera los cambios, es sólo un instrumento, un medio. «
Las tecnologías son un recurso, no un fin en sí mismo. Un instrumento de la humanidad, no la humanidad nueva» ―recordemos a Baricco y sus Bárbaros―. No sólo no es un fin, sino que es un medio que «mal usado estorba, más que ayuda». Y utilizar el ordenador como una solución es convertirlo en un fin. Es pura demagogia, alimentada por el fetichismo tecnológico nada inocentemente extendido por los vendedores de tecnología. Lo importante es lo que vamos a hacer con las pantallas en la escuela: «
un ordenador sin materiales adecuados no es más que un libro en forma de pantalla».
Porque el problema de la tecnología y la escuela no es introducirla en las aulas de cualquier modo y al cualquier precio, sino trabajar primero para crear herramientas pedagógicas realmente útiles que exijan el uso de la tecnología. Si esas herramientas existen, el profesorado buscará la manera de emplearlas y la tecnología se introducirá como una consecuencia.
«El problema de la escuela no es, […] de presupuestos [o] inversiones tecnológicas. Es un problema de horizonte. Los males de la escuela no se resuelven con un fetiche, transformando las pizarras en pantallas».
Usen la tecnología, pero no la consuman o serán consumidos por ella.
(Vid. también: La escuela contra el mundo)
Yo uso algunas herramientas educativas para mis clases, y algunas otras las uso y conozco para saciar mi propia curiosidad. Me resisto a dejar la pizarra, la tiza y los libros de toda la vida.
La escuela 2.0 no sirve de nada si los alumnos -y sus familias- no se enteran de que para aprender hay que esforzarse. Y, como tú dices, una herramienta tecnológica usada mal es mucho peor.
Un saludo.
Yo, en mi condición de alumno ya muy pretérito, recuerdo vivamente, sin embargo, «el hechizo» que sentía de niño cada vez que el profesor –cualquier profesor– tomaba la tiza en su mano y dirigiéndose al encerado lo cubría de trazos, palabras, signos, esquemas, fórmulas, al tiempo que su explicación (su voz) volaba por el aula hasta mis oídos. Oír y ver simultáneamente lo que me ensañaba desde la pizarra era, para mí, una experiencia gratísima.
¡Viva la pizarra! ,,, y mis profesores.
Conozco algunas de tus herramientas educativas -tu blog de historia- y sé de tu curiosidad digital, Negre -permíteme la familiaridad, pero en tu caso es casi obligatoria-.
A los dos os diré que con tiza o sin ella -la pizarra digital es una herramienta extraordinaria y además no mancha- el principal protagonista en el aula es el profesor y su alumno. Lo demás son eso: instrumentos.
Lo malo es trasladar el epicentro de la eficacia de los quién y qué a los cómo. Cualquier recurso imaginativo vale siempre que haya algo que decir y alguien que lo diga a alguien.
Pero la tecnología tiene ese fulgor que se convierte en papanatismo… y no hay nada que hacer.
Sí, Pepe, pero ese ruido desapacible que hacía a veces la tiza en la pizarra y que tanta dentera daba, y la juerga de limpiar asomados en las ventanas del aula los borradores, dejando en la fachada nuestra impronta pre-artística a base de teselas (no sólo blancas) de polvo de tiza, por no decir nada de las nubes de polvo que flotaban en clase fruto de alguna inocente gamberradilla ….. a mí me hacían feliz, y siendo feliz aprendía mucho mejor Geografía, Lengua, Religión, Química, ……. ahora lo entiendo.
Item más, sin saberlo, esa prosaicidad de medios didácticos, nos defendía a todos, alumnos y profesores, de su mal uso, de su deuso y por supuesto de papanatismo alguno a su cuenta. Recuerdo perfectamente oír decir, y decir yo mismo, de algunos profesores, que «eran muy buenos en la pizarra». Y es que ciertamente, se lo curraban. Y el que la usaba peor se esforzaba en utilizarla mejor ….. porque al fin «todo terminaba sabiéndose».
¡Viva la pizarra y mis profesores!
Dicho lo cual, sé que las pizarras electrónicas bien usadas son maravillosas.