Yo no he tenido la experiencia de ser uno de esos españoles de cada cuatro a los que cara a cara o por teléfono, les hacen una de las once millones de entrevistas que dicen que las empresas demoscópicas realizan en España cada año con doce mil personas trabajando en ello y facturando casi quinientos millones de euros.
Hemos hablado aquí a menudo de opinión pública y mucho más de opinión publicada. Hay un terreno muy mediático, muy característico del medioambiente simbólico, en el que ambos conceptos se funden en uno solo: la demoscopia. Observar e investigar lo que dicen que decimos.
Ya hace años que la opinión de los espectadores se convirtió en noticia como parte del Telediario, sancionando con sus resultados, determinada parte de la realidad. Desde la transición democrática, el audaz reportero bajó a la arena del pueblo a preguntarnos sobre casi cualquier cosa. La encuesta del micrófono sustituyó rápidamente la opinión de los expertos. La alcachofa en la boca es desde entonces y se diga en ella lo que se diga, un argumento de mucho más peso que cualquier argumentación elaborada.
Últimamente las cadenas de televisión y radio invitan a sus seguidores a participar en encuestas y sondeos a través de las redes sociales, evidentemente para fidelizar al incauto, pero presentan los resultados como si fueran una muestra sociológica representativa.
Los sondeos del CIS se leen como si fueran Palabra de Dios, como si Dios ―ese que ya no existe― se hubiera hecho realmente ubicuo expresándose en todos y cada uno de nosotros.
Es la opinión que crea opinión. No importa lo que se piense con tal de que lo piensen muchos. Antes eran una de cada diez estrellas las que nos movían a usar LUX, hoy la estrella es el pueblo, somos todos y pensar como todos es garantía de pensar lo correcto.
No importa no saber. Lo importante es opinar. Al fin y al cabo la opinión es número, el saber es pensamiento; la opinión es intensa, el saber es extenso; la opinión es cantidad, el saber es cualidad.
El saber es necesario para la salud de la Democracia. No está mal opinar. Lo malo es cuando la opinión se convierte en Demoscopia y esta acaba sustituyendo a la Democracia.
«Demoscopia» me parece una magnífica entrada. La he leído dos veces, una a continuación de otra y encuentro en ella el calado y la entidad de un buen artículo de reflexión.
Impagable la rememoranza del jabón Lux «el que usa una de cada diez estrellas».
Quiero aportar mi granito de arena. No hace mucho escribí por aquí que «la tiranía del hecho se impone a la fragilidad de la palabra». Era una frase que escuché en un debate sobre la prensa actual a un sesudo contertulio. Me impactó su aguudeza y utilidad para explicar fenómenos que vivimos en la actualidad y que, la verdad, nadie termina de explicarse o de entender bien. Creo que será útil para matizar algún aspecto de la entrada de hoy.
Así: «los resultados» demoscópicos: ¿no funcionan más como «un hecho» que como la suma de muchas opiniones? En el terreno mediático actual ¿no se manejan y hacen funcionar como «hechos» las «opiniones» de los encuestados?
Más adelante nos habla Pepe de distintos «argumentos», pero: responder, contestar (nunca decir) sí o no, mucho o poco, más o menos, blanco o negro, verdadero o falso, fulano o mengano, … a unas preguntas ya determinadas (por la empresa de «opinión» que alguien contrata y paga)¿constituye, en verdad, la expresión de una opinión?
Por eso, no creo que que los resultados demoscópicos sean «argumentos de mucho más peso que cualquier argumentación elaborada». Son, tienen esa virtualidad, HECHOS de mucho más peso, por supuesto, que cualquier argumentación real, propia, intelectual, crítica, sabia, experimentada, basada en el saber. Porque no se puede opinar sin saber, por eso no «es la opinión que crea opinión», es EL HECHO el que fabrica la «opinión» publicada. La pública es, de hecho, una entelequia ignota y desarticulada.
PD. perdón por el defectuoso entrecomillado, pero estoy en un teclado que es un calvario.
Me encanta por su exactitud el centro de tu argumentación: «Las opiniones se convierten en hechos» y «la tiranía del hecho se impone a la fragilidad de la palabra».
Y el caso es que en esa fragilidad de la palabra, del pensamiento, del saber,está la salvación de toda convivencia humana.