Y si lo estamos, al menos no estamos solos. Del breve fragmento del popular juez de menores, se pueden extraer algunas ideas básicas que, limpias del lenguaje directo y testimonial que le ha hecho precisamente tan popular, son muy importantes:
Hay una droga -el juego a través de internet- que está creando muchos problemas entre los menores.
Los móviles con conexión a internet están haciendo mucho daño a los menores. Y tanto. Son una bomba de relojería antieducativa.
Es absurdo y una barbaridad que el regalo estrella de la comunión sea la tablet, el smartphone o el ordenador personal
Les compramos una herramienta con unas prestaciones absolutamente inadecuadas para su edad. No porque hagan el teléfono más caro, sino porque no están preparados para manejarlas con criterio y responsabilidad.
Le compramos el móvil a un menor que tiene el mundo entero en la palma de la mano, cuando ni siquiera debería tener televisión propia en su cuarto.
Por qué no exigir que se fabriquen móviles para niños y para preadolescentes con prestaciones adecuadas a su edad, que aumentarían sus funciones a medida que el menor vaya creciendo pudiendo asumirlas. Esto debería ser una iniciativa para la plataforma Change.org, propiciada por las asociaciones de usuarios.
En cualquier caso, deberían venderse con unas advertencias de los daños colaterales que puede producir su mal uso, como se hace con el tabaco o con especificaciones concretas para la edad y la supervisión de los padres (Véase El Contrato de Janet Burley). No es simplemente una herramienta de localización. Hace daño.
Móvil, internet, redes sociales… son, además, un instrumento privilegiado para cometer delitos. Junto con la violencia hacia los padres, el ciberdelito es el otro que está disparándose hacia arriba entre menores de clase media, media alta.
Así están las cosas. No tiene poca enjundia esta afirmación final. Porque, efectivamente, están así. Y así les va a ellos. Y así nos va a los padres y educadores. Y así le va a la tribu.
No es sólo Emilio Calatayud. Él mismo, en su blog, nos da la siguiente referencia: del mismo modo que los grandes capos de la digitalización en Palo Alto eligen para sus hijos escuelas analógicas y retrasan lo más posible su encuentro con la digitalización mientras se forran vendiéndosela a los hijos de los demás, Nuria Oliver -eminente Directora Científica de Telefónica I+D– admite en una entrevista que «ninguno de mis hijos tiene móvil«. Ni siquiera el de 13 años. Y le daría igual que los tuvieran todo los niños de su clase. Es muy crítica con el wasap porque empobrece mucho la riqueza de la comunicación cara a cara y añade que «gran parte de esta tecnología está diseñada para ser adictiva».
Referencias
Recomiendo pinchar y leer completo el link de El contrato de Jane Burley. Si desperdicio y de gran ayuda para las personas que queremos tomarnos en serio esta invasión de la tecnología.
Debemos pasar a la acción aplicandonosla los mayores (como cuando no cruzamos si el semáforo está rojo sobretodo si hay niños cerca.
El juez Calatayud tiene toda la razón y, si no empezamos a hacer algo YA! Nos pasará factura no haber actuado correctamente al educar a estos niños y jóvenes.
Pongámonos a ello cuanto antes!!
Gracias José por facilitarnos el acceso a un material tan estupendo!
El Contrato de Burley es, efectivamente, buenísimo. Él solo constituye una charla completa para padres. En cada uno de sus puntos hay toda una lección sobre lo que significa educativamente el móvil en la vida de un chaval que accede a él por primera vez.
En cuanto a las propuestas de Calatayud, la mejor, a mi juicio, es la exigencia de fabricación de móviles adecuados a la edad de cada usuario: magnífica iniciativa que deberíamos convertir en una campaña viral.
Abrazos