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Antes era más fácil”  hemos repetido sin cesar todas las generaciones de padres cuando pensamos en la época educativa que nos ha tocado vivir. Hoy, también. Lo cierto es que –gracias a las nuevas tecnologías-  sí que podemos afirmar que controlar es hoy muchísimo más difícil: desde que ponemos el smartphone en la mano de nuestros hijos preadolescentes, el control se hace realmente complicado. Pero educar, lo que se dice educar… ha sido siempre difícil. Hoy, también. Y es que educar no es controlar. La educación va mucho más allá del simple control. Educar es estar atento, conocer a cada hijo, afrontar los problemas, poner límites, establecer normas, decirles precisamente aquello que no nos apetece decirles, pero que sabemos que es necesario que escuchen; educar es estar y  estar de verdad no a medias con la tv puesta o el whatsapp en la mano; educar exige tiempo, concentración, esfuerzo, generosidad, dedicación, amor del bueno, sentido del humor y mucha imaginación. Siempre. Hoy también.

El Contrato de Janell Burley Hofmann es un muy buen ejemplo de educación de la buena. Janell le ha echado imaginación, dedicación y tiempo y ha afrontado el tema educativo de las nuevas tecnologías y la familia con optimismo y eficacia. Ya publicamos aquí como decálogo,  parte de su “Contrato para la compra de un smartphone” al mayor de sus cinco hijos, Gregory, de 13 años. Lo hicimos entonces parcialmente y sin saber quién era su autora y hoy lo reproducimos de nuevo, completo, como ejemplo de lo que los padres de hoy podemos y debemos hacer para acompañar a nuestros hijos en el difícil proceso de acceso al mundo tecnológico.  Es ejemplar porque al afrontar de este modo la decisión de compra de un teléfono con conexión a internet, Janell no sólo demuestra inteligencia y creatividad, sino que también y en primer lugar, que conoce bien los riesgos y ventajas que la tecnología aporta y está dispuesta a superar los unos y aprovechar las otras; en segundo lugar, que es consciente de la importancia educativa que tiene tal decisión y que, por tanto, hay que tomarla de manera meditada calibrando sus pros y sus contras; en tercero, que sabe que una decisión de este tipo debe ir acompañada de una exigencia de responsabilidades y de un seguimiento continuado de sus posibles consecuencias. No es una ciberoptimista que se deja seducir por el canto de sirena del márquetin, ni ha conseguido debilitar sus criterios  la presión ambiental del “todos lo hacen”-“todos lo tienen”, sino que es, en cambio, vitalmente optimista y confía en el poder educativo que tiene el dar confianza a sus hijos tratándolos como personas capaces de hacer las cosas bien, aun sabiendo que pueden hacerlas mal. No se deja llevar por la comodidad del «he dado el paso y que sea lo que Dios quiera», sino que sabe que con la compra del móvil se inicia un proceso en el que los padres debemos acompañar a nuestros  hijos en su trayecto y, por último,  está dispuesta a encajar mediante un cambio de estrategia lo que pueda derivarse como negativo de la decisión tomada… Eso es educar.

Y estos son los términos del contrato íntegro que Gregory tuvo que asumir y firmar para recibir su primer smartphone:

“Querido Gregory,

¡Feliz Navidad! Tú eres ahora el orgulloso dueño de un IPhone. ¡Fantástico! Eres un chico bueno y responsable de 13 años y te mereces este regalo. Pero aceptándolo debes asumir también algunas reglas y normas. Por favor, lee atentamente el siguiente contrato. Espero que comprendas que es mi responsabilidad ayudarte a ser un hombre sano y maduro que pueda vivir en el mundo y convivir con la tecnología, en vez de ser esclavizado por ella. El incumplimiento de la siguiente lista conllevará el final de la propiedad de tu IPhone. [Confía y valora a su hijo y se lo hace saber de manera explícita; le exige responsabilidad porque le ve capaz de asumirla; tiene clarísimo que la capacidad adictiva de la tecnología que pone en sus manos no es ninguna broma].

Te quiero locamente y deseo compartir varios millones de mensajes contigo de aquí en adelante. [No se sitúa fuera del mundo tecnológico ni lo demoniza, sino que lo integra desde el principio como ampliación de la comunicación familiar].

1. Es mi teléfono. Yo lo compré. Yo lo pagué. Yo te lo presto. ¿A qué soy genial?  [con sentido del humor, pone las cosas en su sitio recordando y relativizando a la vez el valor material del objeto regalado]

2. Yo siempre sabré la contraseña. [Exigencia sin discusión. La edad de Gregory pone su privacidad al alcance de la necesaria vigilancia y protección de sus padres. No nos pueden cerrar la puerta de esa habitación nueva haciéndola privada e inaccesible].

3. Si suena, cógelo. Saluda. Sé educado. Nunca ignores una llamada si en la pantalla aparece “Mamá” o “Papá” . Nunca. [El móvil no es un refugio, sino un medio más de comunicación. Si lo compramos para mejorar la comunicación familiar, exijámoslo. Que no nos tomen el pelo].

4. Entregarás el teléfono tus padres a las 7:30 de la tarde cada día de colegio y a las 9:00 de la noche durante el fin de semana. Estará apagado toda la noche y se volverá a encender a las 7:30 de la mañana. Si no harías una llamada al teléfono fijo de alguien, porque pueden responder sus padres, tampoco llames o envíes mensajes a su móvil. Respeta a las otras familias y sus horarios como nos gusta que nos respeten a nosotros. [Dos efectos secundarios de esta tecnología que se suponen inevitables y ante los que Janet no se resigna: el móvil se apodera de nuestro tiempo 24 horas al día 7 días a la semana. Es invasivo tanto en nuestro tiempo como en el de los demás. Su disponibilidad hace que ya no haya horarios y estos son imprescindibles para crecer y convivir].

5. No te llevarás el iPhone al colegio. Conversa y habla con la gente y con tus amigos en persona. Es una habilidad vital. Los días de media jornada, las excursiones y las actividades extraescolares requerirán consideraciones especiales. [Otro efecto evidente y paradójico: su capacidad de comunicación, nos aísla de los más cercanos y ese aislamiento nos hace perder habilidades sociales esenciales para la vida].

6. Si el iPhone cae en el lavabo, se golpea en el suelo o desaparece en el aire,  tú eres el responsable de los costes de la sustitución o de la reparación. Para ello ahorra dinero de tu cumpleaños o realiza otros trabajos: corta el césped, haz de canguro… Sucederá, así que debes estar preparado. [Es un objeto caro. Tiene un valor. No es un capricho fácilmente sustituible por otro. Hay que cuidarlo, exijámoslo con firmeza para educar de nuevo su responsabilidad].

7. No uses esta tecnología para mentir, hacer tonterías o engañar a otro ser humano. No te involucres en conversaciones que sean dañinas para otros. Primero sé un buen amigo o, al menos, mantente fuera del lío del fuego cruzado. [La pantalla nos oculta y nos protege en el anonimato, hay que aprender a manejar con veracidad esa dimensión].

8. No envíes mensajes, correos electrónicos o digas o hagas nada a través de este dispositivo que no dirías o harías en persona. [El peligro es que ese anonimato y esa protección nos cambien haciendo que tengamos dos vidas: una verdadera en la que afrontamos la realidad y otra virtual en la que no tenemos responsabilidad alguna. Hay que aprender a evitar esa dualidad de la propia identidad]

9. No envíes mensajes, correos electrónicos o digas a alguien algo que no le dirías en voz alta y con sus padres en la habitación.  Autocensúrate. [idem. … y ¡qué valiente apelación sin complejos a la autocensura]

10. Nada de pornografía. Busca en la web información que compartirías abiertamente conmigo. Si tienes alguna duda sobre algo, pregunta a una persona. Preferiblemente, a tu padre o a mí. [De nuevo una perfecta conciencia de lo que supone el móvil y su acceso sin restricciones a todo lo bueno y todo lo malo de la red. En especial, la pornografía que está haciendo un daño tremendo a generaciones enteras de chavales ante la impotencia y a veces la indiferencia de sus padres]

11. Apágalo, siléncialo, guárdalo en público. Especialmente en un restaurante, en el cine o mientras hablas con otro ser humano. No eres una persona maleducada, no dejes que el iPhone cambie eso. [que la tecnología no te controle ni cambie tu vida: lo primero las personas con las que estás, luego todo lo demás]

12. No envíes ni recibas imágenes íntimas tuyas ni de otras personas. No te rías. Algún día estarás tentado de hacerlo, a pesar de tu gran inteligencia. Es arriesgado y puede arruinar tu vida de adolescente, joven y adulto. Es siempre una mala idea. El ciberespacio es más poderoso que tú. Y es difícil hacer que algo de esa clase desaparezca, incluyendo una mala reputación. [Piensa antes de publicar. Cada presencia en la red deja una huella. El Big Data es una realidad en la que nunca se piensa, pero que puede tener consecuencias funestas. Otra vez Janet demuestra un profundo conocimiento de la red y sus efectos secundarios y se los toma en serio pensando en su hijo. De nuevo apela a su inteligencia y capacidad para que discrimine y se maneje en la red]

13. No hagas millones de fotos o vídeos. No hay necesidad de documentar todo. Vive tus experiencias. Quedarán almacenas en tu memoria para toda la eternidad. [Vive en vez de mirar. Preciosa referencia a la memoria personal contra la estúpida tendencia al selfie continuado, permanente y  narcisista]

14. Deja a veces tu iPhone en casa y  siéntete seguro de esa decisión. No es un ser vivo ni una ninguna extensión de tu cuerpo. Aprende a vivir sin él.  Tienes que vencer el miedo a perderte algo que está ocurriendo y a estar siempre conectado. (“Vencer el FOMO “–Fear of Missing Out- en el original) [Esa capacidad adictiva que, sin darnos cuenta se apodera de nuestros horarios, nuestras costumbres y nuestras vidas]

15. Bájate música que sea nueva o clásica o diferente de la que escuchan millones de tus colegas envasada del mismo modo. Tu generación tiene un acceso a la música mayor que cualquier otra de la historia. Aprovéchate de ese don. Amplía tus horizontes. [No mires la red a través de una pequeña cerradura como hacen la mayor parte de los supuestos nativos digitales que desperdician las verdaderas posibilidades de la red. Úsala bien para que te enriquezca]

16. De vez en cuando puedes jugar con las palabras, los puzzles y rompecabezas de toda la vida. [Existe vida fuera de las Apps. Disfrútala. Fundamental]

17. Mantén tus ojos abiertos. Observa el mundo que te rodea. Mira por la ventana. Escucha a los pájaros. Date una vuelta. Habla con un desconocido. Busca sin necesidad de acudir a Google. [No solo existe, sino que la vida está y sigue ahí fuera de la pantalla, la vida de verdad, la vida física, biológica, afectiva, sensitiva… la que nos hace ser personas y no avatares de nosotros mismos]

18. Meterás la pata. Te quitaré el teléfono. Nos sentaremos y hablaremos sobre ello. Volveremos a empezar. Tú y yo siempre estamos aprendiendo. Somos un equipo. Estamos juntos en esto. [Quizá el punto educativamente más valioso: no es fácil, te vas a equivocar, aquí estoy yo para ayudarte a reconducir y mejorar y aprender. No de dejo sólo con el móvil por habértelo comprado. Esto es un proceso que realmente empieza ahora con exigencia para ti y para mí. La asumo]

Espero que puedas estar de acuerdo con estos términos. La mayoría de las lecciones de esta lista no sólo son aplicables al iPhone, sino que son útiles para la vida. Estás creciendo en un mundo que cambia más deprisa que nunca. Es apasionante y tentador. Aprovecha cada oportunidad que tengas. Confía en tu poderosa mente y en tu enorme corazón antes que en cualquier máquina. Te quiero. Espero que disfrutes de tu impresionante nuevo iPhone. [Un final positivo y abierto: valoración y confianza en las capacidades del hijo, rechazo a la tecnofobia, optimismo educativo, la vida como un reto: aunque no es fácil, podemos dominar y sacarle partido a la tecnología. Ánimo]

¡Feliz Navidad!

Mamá

Impresionante.

Referencias

Web de Jannet Burley