Ha muerto Labordeta. Que descanse en paz.
No voy a escribir del Labordeta muerto al que no conocí personalmente, sino del personaje vivo que se fue haciendo vida en el medioambiente simbólico y que se ha reafirmado ahora con su muerte. Ya hemos explicado en otro post cómo en nuestra sociedad mediática la muerte ni iguala, como expresaba la copla manriqueña, ni es el final de todo, sino que, en ocasiones, el fin de la persona, puede ser el comienzo o la definitiva creación de un personaje.
Labordeta fue un hombre más mediático que público. Fue una persona, pero también, y es lo que aquí nos interesa, un personaje. La persona tiene una biografía compuesta de acciones que, en ocasiones, se convierten en relevantes para los miembros de su comunidad que las agradece a veces, las menos, en vida del benefactor con premios y homenajes, y las más, a su muerte con placas, nombres de calle, etc. que perpetúan su memoria enriqueciendo la de la sociedad. La biografía de Labordeta, sin ser la del común, no es para tirar cohetes: profesor, comunista, antifranquista, colaborador de la ¿mitica? Andalán, protestó contra los pantanos, contra el trasvase, escribió algunos poemas que se hicieron inolvidables canciones en su ronca voz… Nada extraordinario hasta aquí salvo el hecho ―realmente extraordinario, aunque desgraciadamente poco mediático― de vivir consecuente y valientemente sus ideas, como muchos otros ciudadanos anónimos e igualmente valiosos.
Entonces, ¿qué es lo que justifica esta reacción popular y mediática ante su muerte? Precisamente que era no sólo una figura pública, sino un personaje popular, es decir, mediático; o, mejor dicho, mediático y, por tanto, popular. Labordeta deja de ser sólo persona fundiéndose en personaje a partir de su intervención televisiva. Es virtud de la televisión, convertir toda biografía en biopic: el excelente programa «Un país en la mochila», su hablar llano, su aspecto de hombre de la calle, hombre del pueblo, su cierto deje aragonés, trajo a todos los hogares al abuelo.
La videopolítica interesada e inteligente aprovechó rápidamente ese tirón y acabó en el Congreso; allí en aquellos flancos del espectro que al no tener nada que ganar, tampoco tienen nada que perder, soltó tres tacos que de nuevo los medios, amplificaron a referente nacional como ejemplo no de mala educación, sino de sincera lleneza. Luego vinieron propuestas editoriales, conciertos, tertulias radiofónicas, intervenciones televisivas que retroalimentaron continuamente su figura hasta su muerte.
Ahora el parque por antonomasia de la ciudad llevará su nombre arrebatándoselo a D. Miguel Primo de Rivera. Como dice mi amigo Rafael Hidalgo, «Es que Don Miguel no merece ni un ceda el paso, si lo sabré yo. Si total se limitó a pacificar Marruecos tras el desastre de Annual (y eso que él apoyaba el abandono de Marruecos y por eso fue destituido en su momento), acabó con el terrorismo anarquista sin caer en la tentación totalitaria, puso fin al caciquismo llegando a incorporar a destacados socialistas a la labor del gobierno (participaban incluso en los tribunales de arbitraje laboral), realizó una serie de obras públicas en siete años que resultan increíbles todavía hoy, acabó con el paro, frenó momentáneamente la espiral secesionista de los nacionalistas… y en cuanto el rey le dijo que a casa, hizo la maleta, se fue a Francia, y murió en poco más de un mes para no dar mal a nadie. ¡Si por lo menos hubiera compuesto unas canciones! Nada, nada, que le quiten el nombre al parque. ¡Cómo vas tú a comparar!».
Es, sin embargo, un homenaje algo devaluado en una ciudad que ha decidido perder la memoria y ensalzar en las placas de calles y plazas nombres de videojuegos y películas.
Mientras que en la esperanza cristiana, la muerte es el comienzo de la verdadera vida, en la desesperanza laica, sólo la limitada memoria de los hombres nos salva de la desaparición final que es el olvido. En este caso, ¿ganamos o perdemos memoria?
Usen los medios, no los consuman o serán consumidos por ellos.
Creo que has sido injusto y sectario. Mis argumentos en vivo y en directo.
Pedro.
Puede que injusto -espero tus argumentos en vivo-, pero… ¿sectario?
No dudo en la respuesta: hemos perdido memoria.
Miguel Primo de Rivera hizo más Historia (y más parques) que Labordeta, de aquí allá.
Valientes palabras las de Boza y divertidísimas las de Rafael Hidalgo.
Personalmente seguiré llamando Primo de Rivera al parque grande de mi ciudad. No por filiación ideológica al político sino por reivindicar mi memoria histórica, es decir, biográfica, que a los cinco años aprendió que el parque en el que montado en un burro a peseta de papel la vuelta, rodeó a Neptuno en la Plaza deLa Princesa, se llamaba PRIMO DE RIVERA. Y así le seguiré llamando.
Conservar tal cual fue mi infancia no es sectario. Por si acaso, mejor no calificar ¿no?
Yo creo que la cualidad que mas admiraba de Labordeta es su coherencia. Valor que hoy en dia brilla por su ausencia.
Por eso, me gusta que el Parque Grande lleve su nombre, quizás así algunos jovenes, puedan aprender este valor.
Y por último, creo que Jose Antonio ya está en la tierra que dice LIBERTAD!
Sin duda!
¿Pero bueno? ¿Qué me está pasando? No lo entiendo. Conocí a Labordeta personalmente, a alumnos suyos, a Eloy Clemente, tengo amigos músicos que han tourneado con Labordeta tocando la guitarra, me caía muy bien el personaje viajero que interpretó, en fin: absolutamente nada en contra o en demérito de José Antonio Labordeta. Pero no observo en su trayectoria esa coherencia tan abundante, especial, ejemplar que los demás observáis. No digo que no fuera coherente, sino que me fastidia no haberme enterado que lo era tanto, ni porqué causa. ¿Alguien podría ilustrarme al respecto de la gran coherencia de mi admirado Labordeta? Lo pregunto con absoluta limpieza.
Bea: tú sabes que ésa «tierra que ponga libertad» es explícitamente una tierra de este mundo. Lo dice Jose Antonio, no yo:
«Haremos el camino
en un mismo trazado,
uniendo nuestros hombros
para así levantar
a aquéllos que cayeron
gritando libertad».
Y sería una LIBERTAD:
«Que sea como un viento
que arranque los matojos
surgiendo la verdad
y limpie los caminos
de siglos de destrozos
contra la libertad».
Tierra de altas espigas dispuestas:
«Para un pan que en los siglos
nunca fue repartido
entre todos aquellos
que hicieron lo posible
para empujar la historia
hacia la libertad».
Labordeta hablaba de «todos», pero unos eran los «buenos» y otros los»malos». Su canto sirvió también para ganar elecciones «a los opresores». Aprovechar las ideologías es un uso común en la política. Y J.A.L. entró al trapo. A dsitintos trapos.
A mí me gusta como cantante, y si pudiera entender su ejemplar coherencia, se la explicaría a mis nietos cuando los lleve a su parque. Palabrita.
Pedro no ha hablado conmigo en vivo y en directo sino que me manda un e-mail con dos referencias una mediática, un Especial cultural del EL MUNDO, y otra más íntima, un post de Antonio Valls en su blog La nave de los locos, publicadas ambas como recuerdo y homenaje a la figura de Labordeta. Las dos son muy recomendables, pero, tras leerlas, no encuentro en ellas nada que contradiga la intención de mi post que era, ni más ni menos, que la de analizar el fenómeno mediático en torno a la figura de un hombre cuya biografía, sin el empuje de la plataforma televisiva y la simpatía de los medios nunca hubiera recibido el eco mediático, político y popular que hemos vivido con su muerte.
Las dos referencias de Pedro, pos si queréis leerlas son: http://www.elmundo.es/especiales/cultura/labordeta/index.html
y
http://nalocos.blogspot.com/2010/09/labordeta-por-su-hermanager.html
He leído los dos enlaces que Pedro envió a Boza. De paso, he leído mucha más información disponible en la red a cerca del «parque grande» de la ciudad de Zaragoza.
Parece ser que el parque ha pasado a llamarse Jose Antonio Labordeta por dos razones directas y una derivada. Las directas son: que a J.A.L. le gustaba mucho este parque, lo frecuentaba bastante y dejó dicho su deseo de que, tras su muerte, se llamara por su nombre, deseo que su familia ha trasladado eficazmente al Ayuntamiento de la ciudad.
La segunda es que se ha producido un auténtico «clamor popular» (sic, Wikipedia y otras webs) para que así pase a llamarse el parque de referencia.
La razón derivada (y favorecedora) deviene de lo intolerable y desaagradable que venía siendo para los zaragozanos el hecho de que al «parque grande» de «su» ciudad le diera nombre «un dictador».
No me he movido de Zaragoza desde antes de la muerte de nuestro Labordeta hasta el presente. He podido percibir un pequeño (reducido) clamor mediático local y un nulo «clamor popular».
Más esto no termina aquí. El alcalde Belloch está sensible a que nuestro aún innominado Auditorio sea nominado también Jose Antonio Labordeta. Según leo, la demanda viene de «los representantes de los grupos musicales» (¿?) de la ciudad. Y esto ya me parece demasié.
Tal Auditorio se concibió, diseñó y construyó para auditar, fundamentalmente, música clásica, es decir, acústica, sin amplificar. (De hecho la acústica de las salas Mozart y Luis Galve, se porta fatal con cualquier formato musical amplificado). Por otra parte, gozamos de un riquísimo elenco de grandes músicos clásicos aragoneses, dilatado en la historia y variado en géneros. Como todo el mundo sabe, y rehuyo la ironía, este espacio cultural programa cada temporada multitud de conciertos de cantautores. Vamos, casi no se programa otra cosa.
Por simpatía hacia la persona –a la que conocí personalmente–, no emitiré ningún juicio sobre el personaje. Criticaré sólo a quienes mediante sus cargos públicos, encumbran a unos ciudadanos y ocultan a otros, según sus intereses: llamar José Antonio Labordeta al Auditorio sería, a mi entender, un acto inculto y aldeano. Eso sí, MEDIÁTICAMENTE INTACHABLE.
Por cierto, solicité aquí, hace ya unos días, la bondad de ser ilustrado a cerca de la admirable coherencia de nuestro profesor, escritor, cantante y político. Lo pedí con limpieza de intención, para sumarme de buen grado a sus ponderadores, peeeeeero …… nada me ha sido dado. En tal circunstancia (y en el supuesto de que haya sido leída mi demanda) debo concluir en dos posibles posibilidades: o los admiradores de la «gran cocherencia» de Labordeta no saben porqué la admiran (lo que apoyaría la tesis de lo mediático del personaje, que plantea Boza en este post) o, de saberlo, parecen preferir no atender mi pregunta, lo cual sería una pena, para mí, claro.
José Luis
He leído los dos enlaces que Pedro envió a Boza. De paso, he leído mucha más información disponible en la red a cerca del «parque grande» de la ciudad de Zaragoza.
Parece ser que el parque ha pasado a llamarse Jose Antonio Labordeta por dos razones directas y una derivada. Las directas son: que a J.A.L. le gustaba mucho este parque, lo frecuentaba bastante y dejó dicho su deseo de que, tras su muerte, se llamara por su nombre, deseo que su familia ha trasladado eficazmente al Ayuntamiento de la ciudad.
La segunda es que se ha producido un auténtico «clamor popular» (sic, Wikipedia y otras webs) para que así pase a llamarse el parque de referencia.
La razón derivada (y favorecedora) deviene de lo intolerable y desaagradable que venía siendo para los zaragozanos el hecho de que al «parque grande» de «su» ciudad le diera nombre «un dictador».
No me he movido de Zaragoza desde antes de la muerte de nuestro Labordeta hasta el presente. He podido percibir un pequeño (reducido) clamor mediático local y un nulo «clamor popular».
Más esto no termina aquí. El alcalde Belloch está sensible a que nuestro aún innominado Auditorio sea nominado también Jose Antonio Labordeta. Según leo, la demanda viene de «los representantes de los grupos musicales» (¿?) de la ciudad. Y esto ya me parece demasié.
Tal Auditorio se concibió, diseñó y construyó para auditar, fundamentalmente, música clásica, es decir, acústica, sin amplificar. (De hecho la acústica de las salas Mozart y Luis Galve, se porta fatal con cualquier formato musical amplificado). Por otra parte, gozamos de un riquísimo elenco de grandes músicos clásicos aragoneses, dilatado en la historia y variado en géneros. Como todo el mundo sabe, y rehuyo la ironía, este espacio cultural programa cada temporada multitud de conciertos de cantautores. Vamos, casi no se programa otra cosa.
Por simpatía hacia la persona –a la que conocí personalmente–, no emitiré ningún juicio sobre el personaje. Criticaré sólo a quienes mediante sus cargos públicos, encumbran a unos ciudadanos y ocultan a otros, según sus intereses: llamar José Antonio Labordeta al Auditorio sería, a mi entender, un acto inculto y aldeano. Eso sí, MEDIÁTICAMENTE INTACHABLE.
José Luis
Perdón. He querido decir: MEDIÁTICAMENTE RENTABLE, no «intachable».
Por cierto, solicité aquí, hace ya unos días, la bondad de ser ilustrado a cerca de la admirable coherencia de nuestro profesor, escritor, cantante y político. Lo pedí con limpieza de intención, para sumarme de buen grado a sus ponderadores, peeeeeero …… nada me ha sido dado. En tal circunstancia (y en el supuesto de que haya sido leída mi demanda) debo concluir en dos posibles posibilidades: o los admiradores de la «gran cocherencia» de Labordeta no saben porqué la admiran (lo que apoyaría la tesis de lo mediático del personaje, que plantea Boza en este post) o, de saberlo, parecen preferir no atender mi pregunta, lo cual sería una pena, para mí, claro.
José Luis
Conocí a José Antonio hace nada menos qie 20 años y he compartido con sus hijas , nietas, Juan a, hasta con su suegra Sabina junto a mis hijos momentos entrañables sin duda alguna muy enriquecedores para todos los que estabamos allí.
la vida de José Antonio está marcada como dice Bea, por una coherencia absoluta en todos los aspectos de su vida y sino quizás convendría dar un repaso a su extensa biografía y no quedarmos en discusiones vagas sobre a que partido político pertenecía o no.
Sin duda luchó por la identidad de esta tierra como nadie, con su música, su estupenda literatura y con su actitud.
Quizás deberían existir más Labordetas que hagan que Aragón aparezca como algo más que una autonomía debilitada y mal gestionada.