Encuentro un excelente artículo firmado por Juan Scaliter en el que nos cuenta la iniciativa de Google de “penalizar el contenido no original de ciertas webs o aquel que basa su contenido en otras páginas” para, en definitiva, dar a sus búsquedas un mayor grado de credibilidad.
Se trataría de crear una red filtrada en la que sólo tuvieran cabida informaciones fiables, firmadas y contrastadas eliminando todo aquello que es copia, invención o simple burbuja sin sentido, para proporcionar un ámbito de consulta científicamente fiable en el que sólo tendrían cabida aquellos que acrediten conocimientos o experiencia, que citen en vez de copiar, que se responsabilicen de lo escrito. Una nueva red “que profundice el conocimiento y que sirva de referente” y no una, como la actual, en la que “lo superficial es la norma, perdemos capacidad de crítica y cada vez menos nos cuestionamos la información que recibimos, convirtiéndonos en norma nosotros mismos”.
Es decir, se trataría no de hacer otra internet sino una nointernet.
Hombre, tomando la idea como una posible mejora de las deficiencias, cada vez más sólidas, que internet presenta y nos refiere el post, parece una estimable iniciativa.
No obstante, conforme leía el «excelente artículo» de Juan Scaliter, apoyado en una entrevista realizada por el autor a Nicholas Carr, iban asaltándome distintos «peros». El principal ha sido pensar si acaso la producción editorial de libros que disfrutamos en nuestros días no adolece, también, de un filtrado eficaz y al final podemos encontrar en ella los mismos defectos que señala Carr para Internet. Creo que hoy se publica mucho (demasiado, tal vez) y en buena medida, muy malo.
Pero me ha evitado reseñar aquí mis «peros» el fantástico comentario que del artículo de Scaliter hace F. Moreno (marzo 4, 2011), con el que estoy plenamente de acuerdo en todos sus puntos.
A ver, filólogos, sáquenme de la duda: Juan Scaliter utiliza la (para mí insufrible) palabra «ciencibilidad» como título de un microeditorial de su bitáquora. Puestos a poner esa palabra, yo hubiera puesto «cienciabilidad» (que me parece también horrorosa). Ninguna de las dos existen en el DRAE:
¿Las entienden ustedes? ¿Saben lo que significan?
Si leen «La metedura de pata de Scientific American» (pinchar en «Juan Scalitier») comprobarán que a la creencia de que el universo haya sido creado por Dios, la ciencia posmoderna (o la ciencibilidad, no lo sé) le denomina «teoría del Diseño Inteligente y Creacionismo». ¡La repera!
Como si las creencias fueran objeto científico.
Efectivamente hoy se publica mucho, muy poco -es decir, tiradas cortas- y muy malo. Siempre se dice como prueba de lo que se lee. Pero una cosa es publicar mucho y otra muy distinto leérselo.
Y efectivamente los dos palabros, compañero, son infumables.
A mí me pone muy nervioso, «concientizar» en vez de concienciar que cada vez oigo más y que debe provenir de nuestros hermanos sudamericanos.