El otro día cumplí el precepto dominical en la iglesia de Boltaña. Llovía fuera. Dentro, el templo nos enmarcaba a los pocos feligreses en un ámbito intemporal como suelen hacerlo los anchos muros de piedra de las iglesias centenarias y la propia liturgia de la misa que tiene también la virtud de estar lindando con la eternidad, es decir, fuera del tiempo.
Un ambiente muy poco medioambiental o, mejor dicho, un medioambiente muy lejano de los parámetros, globales, mediáticos e internáuticos en los que nos movemos. Y sin embargo,…en la homilía el cura desgranó algunas ideas que creo que tienen cabida en este blog que navega por las procelosas aguas del postmodernismo digital.
Planteó el mosén la paradoja de una sociedad que dice no entender ya el trasnochado ayuno que propugna la Iglesia y en la que, sin embargo, se ve con toda naturalidad que millones de personas se priven de comer con heroica disciplina con el fin de controlar su peso o preservar la salud de acuerdo a los dictados de la nueva religión de la moda, la eterna juventud y la búsqueda del retraso indefinido de la muerte.
En línea con los tiempos, el sacerdote sugirió que podíamos ayunar no sólo de pan, porque no sólo de pan vivimos, sino de otros elementos menos corpóreos, pero más densos y tangibles en nuestro cotidiano digital como el móvil, la televisión, internet y otras pantallas que no engordan el cuerpo, pero turban y distraen el espíritu, impidiéndole acceder a los elementos que lo alimentan: el silencio, la meditación, la reflexión, el diálogo, la conversación, el contacto físico y real con los demás.
Apuntó, finalmente, y entre otras cosas, que el ayuno no es sólo privación, sino sobre todo dominio, equilibrio y donación de ese tiempo que afirmamos no tener, pero que dejamos de vivir para ver cómo viven los demás en las pantallas.
Allí, entre los muros de piedra del siglo XVI, en el tiempo intemporal de la liturgia, mientras llovía fuera, se colaron en el carnaval digital los aires de la Cuaresma.
Casi me he sentido ahí, en ese momento, entre esos muros, oyendo las palabras del sacerdote y fuera del tiempo histórico. ¡Cuánto bien nos hacen las palabras que no hablan «de este mundo» sino de «nosotros», de la verdad de nuestras vidas!
¡Gracias, Pepe!
Como la cosa iba de sacrificios; de los alicortos sacrificios laicos frente a los litúrgicos, no he resistido la tentación de refrescar mi inteligencia y he consultado el DRAE. Ahí he encontrado el placer más perfecto del día al leer esto:
sacrificio.7. m. Acto de abnegación inspirado por la vehemencia del amor.
Espléndida definición… y exacta.
Pensar en ayunar de ‘otras cosas’, puede convertirse en otra modalidad de tampoco ayunar.
A «anónima»:
Me gustaría saber descifrar qué significa lo que nos dices, o más exactamente qué es lo que dices. Porque si no no me sirve de nada que me lo digas. Se puede ser sintética, concreta, pero es importante ser, además, inteligible, si no ….. sólo tú sabrás lo que has querido decir y no has dicho.
José Luis, lo siento, pensé que podría entenderse mi comentario pero me has hecho ver que no.
Con ayunar quiero nombrar el hecho de privarse de comer algo, en alguna circunstancia, con alguna periodicidad y por una cuestión de solidaridad con los que no comen.
Ayunar de móvil o de televisión o de malhumor… es higiénico, sin duda, y nos mejora, pero no es ayunar. No te pone en los zapatos del que no puede tomarse un café en un bar, ni te hace sospechar la vergüenza de ser pobre por parado o por emigrante y no recuerda que una de cada seis personas en el mundo no saben si comerán mañana.
Tampoco sería cuestión de ahorrarse la caña o el desayuno, ni de una abnegación sacrificada, no, es dar algo de nosotros desde la misma instancia que al otro le falta.