
Una nueva lectura fundamental para la comprensión del mundo contemporáneo:
«El Occidente Globalizado. Un debate sobre la cultura planetaria». Publicado de nuevo por
Anagrama se trata de un interesante cruce de dos visiones —la de
Gilles Lipovetsky y la de
Hervé Juvin— sobre el
medioambiente simbólico en el que vivimos. Dos visiones sorprendentemente coincidentes y a la vez opuestas. Coincidentes porque la visión es la misma en la descripción —yo creo que lúcida— de sus rasgos básicos: una
cultura-mundo global, capitalista; una cultura mercancía, hiperconsumista, basada en el predominio de la imagen sobre la palabra, de la emoción sobre el pensamiento; una cultura de marcas, de publicidad, de moda, de bienestar, de estímulos del deseo en la que las personas nos consumimos en nuestra condición de
prosumidores, en medio de la inseguridad, la soledad individualista y una profunda crisis de identidad; una cultura sin referentes ideológicos, familiares, institucionales; una cultura tecnificada y sobreinformada en la que los espacios comunes han desaparecido sustituidos por una red de burbujas permanentemente conectadas y a la vez incomunicadas entre sí; una cultura en la que el pasado y el futuro han quedado anulados por un presente continuo de sobreinformación y datos en el que sólo es posible la indiferencia política, la indolencia humana y la melancolía.
Opuestas porque mientras la visión de Lipovetsky es la de optimista que ve en todo ello un paso adelante en un proceso sin retorno hacia una humanidad única, más libre y democrática porque está constituida por individuos libres de la tutela de los grades referentes ideológicos y religiosos de la modernidad, la visión de Juvin, en cambio, es la del pesimismo de la denuncia de un amenazador rodillo cultural que todo lo uniformiza y lo convierte en un yermo en el que es imposible la existencia del hombre como persona que sólo puede crecer y desarrollarse en la libre expresión de las creencias y de la verdad firmemente enraizadas en la diversidad cultural.
En cualquier caso, son, en la misma línea que Los Bárbaros de Baricco, visiones fundamentales para intentar penetrar un poco más entre la niebla y el ruido de la información y las pantallas del medioambiente simbólico.
A lo largo de estos próximos días iremos destilando su contenido en las entradas del blog. Mientras tanto, si queréis acceder al amplio extracto que hemos hecho de él, lo tenéis también aquí junto con los anteriormente citados.
No he podido acceder al extracto amplio de la obra de referencia. En todo caso, lo seguiré intentando. De momento, por lo leído, entiendo que la aludida lucidez debe restringirse, como se dice, al apartado descriptivo pues no veo luz alguna en sus respectivas «visiones» del presente-futuro, si bien estoy algo más próximo a la de Juvin por parecerme, la de Lipovetsky, puro humo de autor. En este sentido, es casi divertido contemplar la modernidad imperturbable del cristianismo cuando de ofrecer espacios amplios al pensamiento rigoroso se trata, frente a la constricción que el «libre pensamiento», exige.
Será pertinente al abordar la obra preguntarse sobre la visión o concepto del hombre del que parten los firmantes, pues cada vez juzgo más claro que una determinada ontología deviene en una determinada moral (conducta) y ésta, a su vez, genera un determinado derecho o legislación.
José Luis
Efectivamente es más la descripción de la oscuridad. Sin embargo, creo que detrás del humo posmoderno de Lipovetsky, hay fuego. Algo se quema en la sociedad contemporánea al calor de la tecnología, el consumismo y la uniformización de ideas. Y ese fuego está bastante bien descrito.
Creo que ahora podrás acceder a través de los enlaces. Prueba.
Abrazos.
Probado: no se me abre el enlace «aquí».
Más abrazos.
José Luis