El artículo firmado por Lipovetsky se titula El reino de la hipercultura: cosmopolitismo y civilización occidental. Se podría haber titulado simplemente la cultura-mundo que es el concepto que se dedica a describir.
El medioambiente simbólico que respiramos hoy es, según Gilles Lipovetsky una nueva cultura, la cultura-mundo, que se caracteriza principalmente por un capitalismo cultural en el que lo económico se vuelve cultura y la cultura se vuelve mercancía.

Se trata de un mundo único o al menos que camina inexorablemente hacia esa unicidad, un mundo global en el que el espacio se ha encogido y el tiempo se ha acelerado.

Un mundo en el que la crisis de las instituciones referenciales como la Iglesia, las Ideologías, las Naciones, la Escuela, el Arte, las Clases Sociales… supone una destrucción efectiva de los sistemas simbólicos y un paso de la cultura entendida como sistema de referencias común para la personas que forman la sociedad a la libertad, pero también a la inseguridad identitaria de los individuos que han cambiado la posibilidad creadora de los ideales por el nihilismo de la cultura del éxito como motor vital.

Una cultura del bienestar, pero también de  la decepción, de la depresión, del suicidio, de la angustia de vivir, de la insatisfacción.

Una cultura desarraigada, una cultura del presente, de la desmemoria, del consumidor sin pasado aficionado a las emociones, en la que lo vemos todo, pero no entendemos casi nada. Una cultura que en vez de proporcionar sentido, desposee a los individuos de las claves para descodificar su universo privándoles de medios para comprender y comprenderse.

Un mundo en el que se ha producido una depreciación, una descalificación y una desaparición de lo espiritual, de lo trascendente en la cultura, sustituido por la diversión y el entretenimiento de la imagen, el cuerpo y el consumo.

¡Vaya tela!