Desde 12:06 hasta 14:21
[Aparece otro experto: Alfonso Fernández, Coordinador TIC del SEK de Cataluña. Primer plano sobre fondo de un aula de infantil cuajada de tecnología digital. Nos cuenta:]
«Un nativo digital es aquel niño que ha crecido rodeado de ciertos elementos tecnológicos. Puede ser en casa: equipos de audio, smartphones, portátiles… toda esta tecnología que para nosotros ya es común en nuestras casas y en este caso en nuestro colegio, a ellos no les ha supuesto nada su incorporación, han nacido envueltos en todo esto. Ejemplo: antes comprabas un aparato electrónico y lo primero que hacías era mirar el libro de instrucciones. Ahora cualquier alumno de los nuestros saca cualquier dispositivo tecnológico de la caja y automáticamente lo pone en marcha.»
[La distinción nativo-emigrante acuñada por Prensky, en un principio simplemente descriptiva, ha ido derivando en discriminatoria y maniquea: prestigia lo nativo, degrada lo emigrante. Y ha terminado por acomplejar a estos últimos poniéndoles por debajo de los primeros como si los nativos, por serlo tuvieran unas cualidades que los emigrantes no poseen. ¡Qué listos son estos nativos digitales, que saben sacar de la caja un cacharrito y ponerlo en marcha! Sin embargo, hay que recordar que, estos listísimos nativos probablemente no sepan leer –leer entendiendo lo que leen– las instrucciones que acompañan a la tecnología que utilizan y que saber entender lo que uno lee es mucho más difícil y muchísimo más útil para la vida que el conocimiento intuitivo de un artefacto tecnológico. De nuevo, gran avance.]
«Bueno, yo creo que la diferencia principal entre lo que se ha dado en llamar un nativo digital y una persona de una generación anterior que se ha incorporado a la tecnología en su vida posteriormente, es que esa tecnología la va a asumir o la va a hacer suya con mucha mayor dificultad, porque es desconocida y además porque necesita crear la necesidad de darle un uso. Es decir, nosotros antes teníamos todos un teléfono en casa y era el único teléfono y además iba enganchado a un cable. Cuando aparecieron los primeros teléfonos móviles había gente a favor y en contra, gente que lo iba a necesitar y gente que no. Hoy todos llevamos un teléfono móvil. Antes te podías plantear si ibas a utilizar o no un ordenador en tu trabajo. Ahora un porcentaje amplio utiliza ordenadores. Y nadie se pregunta si lo necesita o no. Se han ido incorporando esos medios a base de crear una necesidad previa, pero eso ha supuesto un gran esfuerzo porque han necesitado un aprendizaje a posteriori para manejar estos dispositivos.»
[‘Y nadie se pregunta si lo necesita o no’. Interesante planteamiento el de la creación de una necesidad que es una buena descripción de lo que ha pasado y está pasando: gran parte de la tecnología no es necesaria sino para cubrir una pequeña y concreta necesidad y no otras, pero como el mercado necesita vender a tope, se trata de crear una necesidad mayor y artificial y, ¡alehop!, dicha tecnología creada para cubrir un segmento de nuestra vida, se convierte en imprescindible para cubrir artificialmente otras áreas de nuestro ámbito vital. Ya nadie se pregunta si la necesita o no, ni si esa necesidad existía de verdad o es una necesidad artificialmente creada.
Como en la escuela: primero introducimos la tecnología y luego nos preguntamos para qué, en vez de hacerlo al revés. ¿Es un tema educativo, de eficacia, de bienestar,… o es un tema claramente de mercado?
Por otra parte, despreocúpense y desacompléjense los emigrantes todavía ajenos al mundo tecnológico: el aprendizaje y el uso de la tecnología es para tontos y se aprende rápido sin gran dolor y esfuerzo. Lo difícil es utilizarla bien, con cabeza, y para eso nada mejor que ser emigrante porque por lo menos habrá tenido una parte de su formación dedicada a amueblarla adecuadamente.]
Planos de una clase de los susodichos nativos digitales quinceañeros Sobreimpresionada la pregunta del millón «¿Podríais vivir sin todos estos “cacharros”?» ‘No’ generalizado, sonrisas… «Pero cómo vas a quedar con los amigos– dice uno de ellos muy convencido– yo no sé cómo lo hacíais antes pero…» más risas. Fundido en negro.
[¡Qué majos…! Sin duda una prueba profunda y fundamental de la diferencia tecnológico-generacional nativos-emigrantes: quedar con los amigos. Antes utilizábamos ¿tambores? ¿señales de humo? … Un gran paso para la humanidad lo de “Nos llamamos por el móvil” o lo de “Te hago una perdida” o “Te envío un Whatsapp” ¡Bendita tecnología que nos ha facilitado la vida y nos ha ayudado a profundizar en el concepto de amistad…! Sin embargo, no es ninguna tontería la opinión del chaval porque expresa muy bien esa convicción social tan profundamente enraizada como falsa y deformadora de que antes de la tecnología fue la Nada, Y su inclusión en el montaje final del vídeo dándole así relevancia, lo convierte en un argumento del discurso global del programa en esa dirección.]
Referencias:
Dices: «La distinción nativo-emigrante acuñada por Prensky, en un principio simplemente descriptiva, ha ido derivando en discriminatoria y maniquea: prestigia lo nativo, degrada lo emigrante». Esta es a mi entender la piedra angular en la que se apoya todo el tinglado dialéctico tal como opera en la actualidad. La deriva citada, ha mudado en sustantivos los primigenios adjetivos: inmigrante o nativo digital ya no expresan una condición, una cualidad circunstancial (temporal, transformable por tanto) del sujeto, no. Ahora, el sujeto es su condición misma. Distintos y distanciados, irremisibles los unos y los otros: nativos e inmigrantes.
En la praxis todo es más confuso, claro. Pero es un chiribiri medioambiental que nos ha calado hasta el mismísimo subconsciente. Se expresa de manera «intelectualizada» porque la convención social aconseja aparentar algún dominio sobre las cosas, pero sufrimos -en soledad- la tiranía vergonzante de todo complejo: «soy inmigrante, me lo han dicho, lo experimento, es verdad, ¡Oh, dioses! nada puedo hacer. Porque, y esto es lo más perverso, siendo inmigrante, por más que aprenda a utilizar la nuevas tecnologías, por más que las utilice con mayor sentido y destreza que un nativo… nunca alcanzaré su prestigiada «naturaleza», seré siempre inferior a él,….. «. Que lo dicho no se cumpla en cada vez mayor número de casos, no es incompatible con que se experimente así. Es el fruto de la «discriminación maniquea» aludida por Pepe. Claro, que este «problema», como todos, lo arregla el tiempo: de aquí a cien años todos calvos, y los que por entonces habiten la Tierra (y Venus y Marte) todos nativos digitales.
Lo que no podría defender cabalmente es que la distinción de Prensky -visto lo visto y viendo ¡cómo le va!- fuera meramente descriptiva. No lo puedo afirmar. Pero la lógica de los business practica a la perfección el viejo axioma: «divide y venderás más». De lo que no tengo duda es de que la crítica -casi inexistente, por cierto- de esta cuestión no ha sabido separar los elementos constitutivos de la misma. No es nada difícil discernir los dos factores o elementos a considerar: a) la destreza mayor o menor para hacer funcionar los dispositivos y b) el sentido, utilidad o provecho de su utilización. ¿Tan difícil era para el análisis del fenómeno discernirlos? Pues parece que para los expertos, autores, escritores, educadores, etc, sí lo ha sido. Esperemos que en adelante se animen algo más y tiren de «coraje» (ánimo, Olga) para dar luz en sus ámbitos….. y hablar en verdad.
José Luis
Estás que te sales, amigo, que diría un nativo.
No se puede profundizar y matizar más lo que en el post aparece apuntado. Me apropio del «chirimiri medioambiental» que nos tiene a todos empapados. Menos mal que salimos con el paraguas de la reflexión y la gabardina del sentido crítico; me quedo también con la paráfrasis «divide y venderás» con la que cargas de intención la invención supuestamente descriptiva de Prensky.
En cuanto lo del silencio de la crítica… es que hay mucha gente que sale a la calle a mojarse…
Abrazos.
Es que me mira usted con ojos de amigo y ahí pierde toda objetividad….. ¡jajajaja!
Muchas gracias, Pepe.
José Luis