Patricia Soley, Fotografía: Emerico Mancuso
No me quiero poner moralista –ya saben: pecado capital- pero ahora que se habla tanto de violencia machista, bueno es recordar que entre las Divinas, la mercantilización, la conversión de la persona en objeto para el consumo de la mirada, la búsqueda de la seducción, sobre todo a través de la sexualización, no es sino una forma de violencia. Está en el ensayo.
«Desde la utilización en 1885 del primer desnudo femenino para publicitar un bar en los Estados Unidos, el incremento del uso del erotismo para fines comerciales [no ha dejado lde crecer]. Publicidad y consumo, cuerpo e indumentaria, erotismo y hedonismo van parejos en el desarrollo del nuevo orden sexual.»
«En los setenta […] la sensualización de las modelos adquirió tintes abiertamente eróticos. […] La connotación sexual se estableció como tendencia al alza en los ochenta […] Cindy Crawford y Elle Macpherson cruzaron una línea –¿roja? No, al contrario– de prestigio profesional cuando posaron para la revista erótica Playboy. Marcaron un punto de inflexión a partir del cual la figura de la maniquí […] se posicionó también como referente erótico. Actualmente, la asociación de la modelo con lo bello y lo sexy se halla tan consolidada [que es obvia] Lo sexualmente explícito es tan generalizado en publicidad y en la cultura popular, que se habla de la cultura del striptease, fruto de la comercialización de la sexualidad y su conversión en objeto de consumo».
«La progresiva sensualización de las maniquís forma parte de un contexto general de sexualización de la cultura [en la que ellas, como productos, han tenido mucho que ver aunque Patrìcia no lo dice]. Un cambio de mentalidad que comporta una gradual disociación del sexo, la reproducción y el parentesco, que han conducido a nuevas formas de percibir el sexo […] más libres pero también, potencialmente más objetificadoras.» Aunque, ¿cómo se puede ser más libre siendo, a la vez, más objeto? Son cosas de progres.
En el juego de la seducción, sólo se admite como candidatas a mujeres sexy a aquellas que «acepten una vieja pauta: situarse en el rol de objetos visuales, cuya autoestima erótica deriva de su capacidad de provocar el deseo ajeno».
La autora afirma que la sobresexualización, que domina el paisaje visual actual podría calificarse de «pornificación». Lo dice ella, no yo. Aunque lo haga para distinguir una vez más la crítica moral que califica de puritana y la crítica feminista desde la que se afirma que esto sólo es negativo porque perpetúa la objetificación de las mujeres desde una perspectiva política. Y acaba concluyendo que «actualmente se promociona un hedonismo autoerótico sistemáticamente asociado a objetos comercializados que lo neutralizan […] El dispositivo erótico publicitario, ejercido principalmente sobre el cuerpo de las mujeres, insta al consumo de una sexualidad plástica. Los comportamientos sexuales que ofrece el mercado, más recreativos que relacionales, reconfiguran la vida erótica, la vacían de su sustancia y crean inseguridad corporal». Una forma elegantemente confusa de describir el desastre y el caos en el que hoy tienen que afrontar su desarrollo afectivo-sexual millones de adolescentes bombardeados por esa pornificación de la moda, de los videoclips, de la propia pornografía pura y dura al alcance de su mano.
Pero, insisto, como no se trata de un tema de moral –que cada uno haga lo que quiera que ya somos mayorcitos- pues nada. A ver si el feminismo y no los moralistas lo arreglan.
En el fondo es un problema de materialismo. El sexo también. «El cuerpo sigue siendo el capital básico del sueño materialista». Y de consumo. «El consumismo se ha generalizado como una compensación para problemas en otros aspectos de la vida. La carga de significado que se deposita sobre las cosas las transforma en fetiches, es decir, en objetos de culto a los que se atribuye poderes: transmitir amor, hacernos felices, conquistar a alguien, excitarnos, transformar mágicamente nuestras vidas. […] Se debe potenciar lo emocional, lo instintivo, lo fútil, lo lúdico. En consecuencia se denuesta la capacidad de pensar, el raciocinio. «Be Stupid» aconsejaba la campaña de Diesel de 2010»
Y lo malo es que obedecemos.
Referencias
El Factor Fama, Mercedes Odina y Gabriel Alevi, Anagrama, 1998