Más esperábamos de una ex modelo derivada en investigadora social, sobre las bambalinas, la parte de atrás, lo que nunca vemos de lo que vemos. Pero algunas cosas nos dice que desvelan el velo.
«Aunque esté de moda hacer fotos a los modelos desde las bambalinas de los desfiles, al auténtico backstage no se accede fácilmente. […] La reserva y la opacidad son claves para sostener la ilusión.»
«Curiosamente [sic], el hechizo que creábamos las cohortes de modelos anónimas para el público,[…] no funcionaba en la vida cotidiana, con ropa de diario, sin maquillaje, sin escenografía.» Y es que el glamour no existe sino como una producción planificada: «Las que conocíamos la tramoya sabíamos que sobre los cuerpos de las mujeres modelos se monta todo un packaging, una identidad modelo, rodeada de un halo seductor».
La imagen de una modelo «es una sofisticada producción en la que intervienen un amplio equipo de profesionales dedicados a la iluminación, el estilismo, el maquillaje, la peluquería, el diseño, la realización, la fotografía, la programación, la producción, la edición, el management, etc… [Un circo o una película] en el que las modelos –en palabras de Isabella Rossellini– son actrices mudas.»
«La fábula de la maniquí como una profesional autónoma, dueña de sí y de su carrera no se sostiene. […] Éramos jóvenes necesitadas ligadas por contratos cercanos al esclavismo. Nuestra imagen pública estaba tan «cogida con pinzas» como la ropa en nuestras espaldas cuando nos fotografiaban de frente.»
Puro consumo, pura ficción: «Ni las historias de éxito, ni el glamour, ni la espectacularidad del fashion show […] logran esconder ante una observación atenta que estamos ante una operación estrictamente comercial. […] Estamos ante señoritas de tienda y hombres de revista, meros encargados visuales de ventas de un comercio global, multimillonario y explotador. […] Las terribles condiciones de producción de las fábricas textiles [que escandalizaron a Marx] siguen tan vivas en diferentes partes del mundo que creo que Marx y Engels [de conocerlas ahora] volverían a escribir el Manifiesto comunista. […] Millones de pequeñas decisiones de consumo siguen contribuyendo al mantenimiento de la explotación despiadada de las trabajadoras del tercer mundo, pero aún así seguimos «creyendo» en el encanto del glamour.»
Es la fuerza de las ilusiones ópticas. Las imágenes no valen más que mil palabras, pero tienen una pegada hipnótica, irracional, innegable. Y así nos va.
Referencias
El Factor Fama, Mercedes Odina y Gabriel Alevi, Anagrama, 1998