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Patrìcia Soley-Beltran 2004, Foto Montse Gisbert

La evolución del concepto y el tipo de modelo continúa a medida que evoluciona la moda hasta convertirse en una industria esencial de la sociedad de consumo.

«Las nuevas tecnologías hicieron posible la gran difusión de prendas prêt-à-porter (listas para ser llevadas) […] La estandarización de las tallas en la década de los cincuenta dio un nuevo impulso a la homogeneización de los patrones corporales iniciada en los años veinte. […] se presionaba a las jóvenes […] para que se pusieran «en forma», es decir, en la forma adecuada para entrar en las tallas comerciales. Se pasó de confeccionar indumentaria a la medida del cuerpo a adaptar el cuerpo a patrones predefinidos. […] Elsa Schiaparelli predicaba en la época de entreguerras: «No hay que adaptar nunca el vestido al cuerpo, sino que se debe entrenar el cuerpo para que se adapte al vestido.» […] ¡Qué daño ha hecho ese esfuerzo masivo de generaciones y generaciones de mujeres! Pero no nos pongamos moralistas, que a la autora le da un yu-yu. «Estandarización y uniformización. Homogeneización del ideal corporal para todas y todos, obedeciendo a una función: facilitar la producción».

Y con la industria, el consumo, la producción masiva… la estandarización social de un tipo de cuerpo: la delgadez, no sólo como canon estético, sino como necesidad industrial productiva. Son los sesenta.Pero eso era sólo el comienzo. El cuerpo era ya un modelo social, pero la modelo todavía era anónima. Con el cambio, vino también el desarrollo de todos los media dedicados a exaltar, portavocear, transportar a la masa consumidora los mensajes de la moda. Y con ellos la aparición de la modelo personaje o de los personajes modelo. Se prepara el camino hacia las Top.

«Gracias al auge de las revistas de moda, a las agencias y a la gradual sofisticación de la fotografía de moda, creció la importancia de las modelos para la promoción del prêt-à-porter. […] se fusionaron dos grupos anteriormente separados: maniquís de pasarela y fotomodelos. Se tendía a preferir a las fotomodelos […] para posar ante las cámaras que las esperan al final de las pasarelas, cuyas fotografías y filmaciones serán el vehículo privilegiado para la difusión y venta. […] Se primó un tipo de belleza: la fotogénica, y se desarrollaron equipos de especialistas en maquillaje, peluquería y estilismo. […] La fotografía de moda se centró en el rostro y piernas, acrecentando así la individualización y singularidad de los cuerpos representados. […] La modelo se fue personalizando, su rostro se hizo más y más reconocible […]

Se imprimían sus nombres junto a las fotografías y pasaron de formar parte del demi-monde a integrarse plenamente en la nueva y deseable élite de beautiful people, junto con artistas, músicos, arquitectos, diseñadores y fotógrafos.» Engrosaron las alfombras rojas de la fama.

Los 70 y 80: De modelos a supermodelos. A pesar de la crisis, que trajo una cierta sobriedad al mundo de la moda, la industria «se estaba convirtiendo definitivamente en una industria global. […] La difusión internacional de las marcas mediante la publicidad conllevó celebridad mundial a un puñado de modelos.

Su importancia y fama superaron a las colecciones, a las que lograron eclipsar. […] Las supermodelos […] constituían también una herramienta comercial en la que se podía confiar, una marca, «una apuesta segura» y una estrategia de márketing.

La modelo se tornó una mercancía célebre gracias a la colaboración de los medios.»

Los 90:En los 9, «el poor chic de los tejanos rotos y la ropa de segunda mano, la glamourización del estilo de las bandas juveniles, los tatuajes, etc. […] estilo grunge […] la actitud blasé, de hastío […], la aparición de bellezas raras […] la diversidad étnica […] un look en apariencia poco estudiado […] Y a la vez, La popularización de la cirugía plástica [que] conllevó una homogeneización estética. […] La perfección pasó a ser la imagen del mercado medio […] y se buscó entonces la desigualdad de la belleza individual. (Klein) hombres y mujeres de más edad […] de rasgos inusuales, a los que se denominaba «gente real».

El caso es que finalmente «La identidad modelo ha pasado a formar parte importante del imaginario popular. La consagración de las modelos como nuevas celebridades fue el resultado del boom del lujo de los ochenta y del incremento del poder de la moda como la autoridad normativa que gobierna los patrones identitarios.»

A estas alturas, la autora había descubierto que «La maniquí es mucho más que un ideal de belleza superficial. Su figura representa una identidad de diseño, constituida capa a capa, mediante la superposición de significados durante un siglo y medio»

Juventud, terrenal tesoro

A la vez que se democratizaba la cultura, el deporte, el ocio; la ética del trabajo era sustituida por el hedonismo, la rebeldía y el canto a la libertad sexual. Pareciera que se estaban aceptando las premisas de la rebeldía juvenil que desembocarían en el mayo del 68 «pero lo que se aceptaba era una versión mercantilizada de la rebeldía «joven» definida por los creativos publicitarios y los grandes fabricantes», convertida en producto para la venta.

«Más que una edad, «lo joven» se convirtió en una actitud […] que simbolizaba lo moderno, el inconformismo y la transgresión. Revolucionar […] se puso de moda […] El y la rebelde fueron reconvertidos en virtuosos consumidores.»

«Mediante esta astuta asociación […] el consumismo se convirtió en una forma de activismo alternativo de izquierdas para luchar contra el sistema. […] el orden pasó a considerarse aburrido y pernicioso. […] Del idealismo consumista de las Barbies de los cincuenta a los jóvenes rebeldes de los sesenta» De una caricatura a otra caricatura, mientras la importancia del cuerpo no dejaba de crecer.» Con la exaltación y la recreación, crecía también, el triunfo de la mentira y la apariencia. –¡Uy!, perdón, ya estoy moralizando otra vez…–.

Sorprendentemente, Patrìcia se sorprende cuando el agua se va materializando a su alrededor. «Con sorpresa comprendí por qué fui vieja a los veinticinco. […] Sin embargo, a nosotros no nos sorprende tanto. «Actualmente la juventud sigue de moda y resulta difícil ver modelos mujeres que no lo sean. […] Nuestra mirada está tan acostumbrada a este canon invisible –otra vez los pececitos– que nos resulta difícil considerar bellas a personas de edades diferentes. No es inusual iniciar la carrera de modelo a los catorce. […] Chiquillas caracterizadas como sofisticadas bombas sexuales que aparentan ser mujeres seguras de sí mismas o amas de casa pletóricas, ninguna es lo que parece.»

Nada es lo que parece.

Referencias

¡Divinas!, modelos, poder y mentiras, Patrícia Soley-Beltrán, Premio Anagrama de Ensayo 2015, Anagrama, Barcelona, 2015.,

Divinas, … reseña resumen.

El Factor Fama, Mercedes Odina y Gabriel Alevi, Anagrama, 1998