Hace quince años y un día que Steve Jobs disfrutó como un niño presentando el iPhone. Sin esperar al número simbólico de las bodas de plata, ayer, los medios para llenar el sábado de contenido, celebraron el aniversario con los tópicos adjetivos al uso del ciberoptimismo tecnológico para la descripción del evento («mítica presentación de Steve Jobs», «El mago del siglo XXI«…),  la definición del aparatito («El invento fundamental del siglo XXI«, «una auténtica revolución«) o su repercusión («el móvil se ha convertido en una prolongación de nuestro cuerpo«). 

No tenemos más remedio que «celebrar» aquí también el aniversario no haciendo una relación de sus bondades conocidas por todos (ya se sabe: conexión, trabajo, app’s, «todo el mundo en el bolsillo«, «si tengo un accidente el móvil me salva«, etc…) sino de sus efectos secundarios  y tóxicos que, después de quince años, comienzan a ser notorios porque se puede ya decir que alcanzan a una generación.

No vamos a exagerar e intentar hacer una relación exhaustiva; simplemente algunos ítems que nos recuerden que no todo el monte es orégano. Primero dos citas de dos libros a los que les hemos dedicado ya un espacio (abajo tenéis las referencias):

  1. «El consumo de dispositivos digitales –en todas sus formas: smartphones, tabletas, televisión…– durante el tiempo de ocio es absolutamente brutal entre las nuevas generaciones.» (Desmurget, Fabricando Cretinos Digitales)
  2. Una fecha clave:«El iPhone fue lanzado en 2007. [Una década más tarde, el 95% de los adolescentes tenía uno y casi la mitad estaba on line constantemente.] Tumblr, Instagram, TikTok, YouTube [y ahora Twitch] presentan una amplia gama de tutoriales visuales […] para autolesionarse: anorexia, cortes, suicidio. Publicar la experiencia propia con cualquiera de estas dolencias ofrece la oportunidad de ganar cientos o incluso miles de seguidores.[…]  Casi todos los nuevos problemas que enfrentan los adolescentes se remontan a aquel año y al lanzamiento del iPhone por parte de Steve Jobs. (Abigail Shrier, Un Daño Irreversible)

Sí. El smartphone, además de una maravilla tecnológica, además de un juguetito divertido y útil, además de ese gustirrinín que da el tenerlo en el bolsillo, palparlo y sentirse poseedor de una herramienta perfecta,… el smartphone ha supuesto para toda una generación de chavales, una nueva forma de comunicarse, una nueva forma de estar en el mundo, una nueva forma de sentir, crecer y madurar, una nueva vulnerabilidad adolescente.

Quizá Steve Jobs debería haber añadido en su «fabulosa y entretenida» presentación que en esa caja blanca y purísima donde se vende, Apple iba a incluir una advertencia dirigida a los padres: «Este dispositivo no es un juguete. Advertimos que su uso, en manos de menores y algunos adultos con el cortex prefrontal poco desarrollado, puede provocar, entre otros problemas, dependencia, aislamiento, soledad y desinformación. Una vez ponga en las manos de su hijo preadolescente esta máquina, que sepa que va a estar sometido a un doble trabajo: acompañar el crecimiento real de su hijo y ayudarle en su crecimiento digital, tarea , por otra parte, esta última harto difícil dadas las características profundamente individuales y privadas que el dispositivo proporciona al usuario». No lo hizo.

De este modo, y a vuelapluma, sin profundizar demasiado, destacaremos los siguientes efectos tóxicos secundarios: dependencia y/o consumo abusivo, soledad y aislamiento, narcisismo, mimetismo, ansiedad, tristeza, 24/7: ni un momento de tregua, manipulación, abuso, acoso, exclusión, distracción, ruido, alejamiento de lo próximo, pelotazo descomunal de la industria pornográfica, hipersexualismo, phonepolítica (populismo, banalidad, polarización…), superficialidad, desinformación, falsedades, explosión de enfermedades mentales alimentarias y de identidad, aumento exponencial de los trastornos de déficit de atención e hiperactividad,  pérdida de tiempo…

Quizá, Steve Jobs, ante la complacencia generalizada del público rendido a sus pies ante la novedad de lo nuevo, podría haber terminado su discurso con un mensaje cómplice y un guiño de su ojo izquierdo con estas palabras: «Es fantástico, pero yo no pienso dejárselo a mis hijos, no estoy loco». Pero no lo hizo.

Referencias

Desmurget, Fabricando cretinos digitales

La felicidad del smartphone en Un Daño Irreversible,