En el mismo artículo citado ayer, Miguel García da un repaso a la historia que también tiene su interés.
En 1961, un joven alumno del MIT llamado Steve Russell creó con otros colegas el primer videojuego de la historia: «Spacewar”. Poco después, Nollan Bushnell, alumno de ingeniería en la Universidad de Utah, fascinado por el invento, realizó junto con su compañero Ted Dabney una adaptación para que pudiera usarse en un televisor. En 1972, Bushnell y Dabney fundaron la empresa Atari para comercializar videojuegos con destino a bares y salones recreativos; su primer gran éxito fue «Pong«, que era lo que su nombre medio indica (no pudieron llamarlo «Ping Pong» porque esta marca ya estaba registrada). En 1975 vendieron 100.000 unidades.
En 1992, la industria del videojuego superó la recaudación de las salas de cine en Estados Unidos: 5.304 millones de dólares frente a 4.870 millones.
En 2003, según informes de aDeSe (Asociación Española de Distribuidores y Editores de Software de Entretenimiento), la base instalada de consolas de última generación era de 95 millones en Norteamérica, 61 millones en Europa y 44 millones en Asia. Ese mismo año las ventas mundiales alcanzaron los 24.000 millones de euros. En España, donde hay unos 8,5 millones de usuarios, las ventas de videojuegos alcanzaron 790 millones de euros el año pasado, cien millones más que las de entradas de cine.
Parece que fue ayer.
No sólo tendrán problemas de espalda los adictos a videojuegos. Yo creo que la humanidad sufrirá una mutación. Seremos como homúnculos con los dedos gordos enormemente desarrollados. Y tendremos también muy desarrollados los reflejos lo que nos llevará a caminar con movimientos rápidos y estereotipados como las gallinas.
Me ha hecho gracia tu comentario, Amanda pero hablando en serio, esa diferencia en la forma de divertirse de los niños de ahora, todo el día en las pantallas y los de hace 50 años, todo el día en la calle, tiene que hacer personas muy diferentes unas de otras. ¿En qué lo notaremos?
Es difícil dibujar un perfil del futuro. El libro de Baricco, Los Bárbaros, que hemos comentado aquí extensamente, lo intenta. Para ser optimista, creo que ni los videojuegos como actividad, ni la calle, tocan lo nuclear del desarrollo humano y que seguiremos siendo hombres. Hay otros aspectos más preocupantes por más densos, en la revolución tecnológica que pueden afectar no a una metamorfosis externa, pero sí a una degradación interna que afecte a las capacidades de pensar y sentir y por tanto a la libertad y a la felicidad humanas. Pero creo que los sabremos integrar, enriquecer o sortear: en eso estamos.
Estoy muy de acuerdo con la línea que apunta Pepe (que por algo sigue siendo mi jefe).
Estoy ahora mismo en un entorno vacacional, de economía turística, en el que prácticamente está todo «petado» (expresión muy usada en cataluña). Anoche oí un delicioso concierto íntimo en un bar con encanto de Altafulla. Vicent, su propietario, nos decía que «antes» cuando había turismo, se le llenaban las terrazas durante toda la semana y los sábados bajaba un poco la cosa, y «ahora» no va nadie a cenar entre semana y los sábados tiene petado el restorant. ¿La diferencia?: «los alemanes, que no están». ¿Y dónde están?: «Ah, no sé, en Baden Baden» … «el problema es que «ahora» hay mucho de todo, …», nos decía.
Creo que ésta es la clave: ahora hay mucho de todo. Videojuegos también. No se puede comprar toda la oferta existente en los mercados del bienestar y la felicidad. Pero es que además de no poder, creo que el hombre no quiere comprarla porque se va dando cuenta que vivir no es una cuestión de comprar. Las blancas arenas de Punta Cana y sus transparentes aguas verdes, por poner un ejemplo de consumo «normal», no dan esa felicidad que las agencias aseguraron que iban a obtener los viajeros (pagándola en cómodos plazos, incluso). El mercado capitalista del «así es como tienes que vivir» está petado, por hartazgo.
Espero con todas mis ansias que esa «degradación interna» no se culmine. Creo que el hombre sabe ya que no es por ahí. A ver si llega también el hartazgo protector en el ámbito del medioambiente simbólico.
José Luis
José Luis.