Pensar en imágenes es, en la publicidad, el equivalente a no pensar en nada.(J. Farrés, Socialización Mediante comunicaciones inadvertidas, Paidós, Barcelona,1996, 220)
La publicidad nos presenta lo que no somos y lo que no tenemos como camino a la felicidad.
La vida, en cambio, nos exige que construyamos nuestra felicidad desde los límites de nuestra realidad.
La publicidad nos ofrece ídolos de barro. Nos incita a la imitación, a ser todos iguales como si fuéramos distintos. «Sé como todos para ser diferente», nos dice.
La vida, en cambio, nos exige ser nosotros mismos, gordos o flacos, altos o bajos, guapos o feos. Nos exige crecer desde lo que somos luchando por mejorar.
En publicidad se consigue todo en un instante, sin esfuerzo, mágicamente…
En la vida se construye a base de pequeños, y esforzados pasos repetidos; de detalles aparentemente insignificantes e invisibles.
La publicidad siempre es brillante, espectacular, luminosa, sonora, dramática, exagerada, momentánea.
La vida es anónima, silenciosa, normal, rutinaria.
La publicidad es de plástico
La vida es de carne y hueso
La publicidad es cigarrillos, aventura, grandes espacios abiertos, caballos al amanecer…
La vida es mal sabor de boca, tos, cáncer de pulmón…
La publicidad es beber, seguridad en uno mismo, ligue fácil, éxito social…
La vida es hacer el payaso, andar dando voces por la calle, perder el control, vomitar.
La publicidad es zapatillas, grandes saltos a cámara lenta, estupendos goles y canastas…
La vida es zapatillas, sólo eso, y quizá olor a pies.
La vida, la realidad, es lo cotidiano, nosotros mismos, nuestros amigos, nuestra casa, nuestra familia, nuestras cosas; estudiar, aprender, disfrutar, fallar, volver a empezar…
La vida es lo que tenemos y merece la pena.
Y, si no, busca, compara y si encuentras algo mejor…
Los anuncios no están destinados a un consumo consciente. Su destino es hacer las veces de píldoras subliminales para el subconsciente. (McLUHAN, Marshall: El medio es el mensaje, Paidós, Buenos Aires, 1969)
Estoy de acuerdo, y, sin embargo,….. en el modelo económico de una sociedad de consumo, la publicidad es necesaria para que la producción no se detenga. La publicidad es el peaje a pagar (estragoso y demoledor, desde luego) para vivir con ciertos «mínimos» que afectan a la dignidad. O eso he oído decir siempre en el rededor que me ha tocado vivir. Vg: no basta (aquí, en occidente) para vivir disponer de lo esencial: un techo, un amueblamiento, ciertos alimentos,… no: todo ello ha de ser, además, decimos, «algo digno». Que no sea cutre, vamos.
Creo que no estamos dispuestos a habitar hogares con «un confort precario». Creo que somos bastante inconsecuentes, en general, denunciando los excesos publicitarios y queriendo vivir lo mejor posible:
Viajes, deportes, vestimentas, ocio, confort doméstico, viajes (los prescindibles), tecnología, higiene, alimentación, locomoción mecánica, cultura,….. Y todo ello a un nivel «digno», decimos.
José Luis
Sólo es necesaria la publicidad que hace pública la existencia de un producto. Todo el resto que se dedica a manipular nuestros sentimientos y nuestros deseos, creando necesidades artificiales y fundamentando la felicidad en el poseer, no sólo no es necesaria, sino profundamente dañina. En cuanto al modelo de sociedad de consumo, el hecho de que exista no la hace ni válida, ni justa, ni necesaria. No creo que la raíz del mal esté en el deseo de mejora y en la búsqueda del bienestar y del progreso, sino en una producción basada en la artificiosidad de las necesidades. Querer vivir lo mejor posible forma parte -y una parte muy positiva- de la naturaleza humana. Yo creo que es factible una sociedad que busque el cambio permanente hacia lo mejor sin ayuda ninguna de la publicidad descrita en el post.
¡Ay, amigo! No sé si hay vuelta atrás. Por lo menos sin dolores de parto. Quizá ese «querer vivir lo mejor posible» se nos haya ido un pelo de las manos, no lo sé. Desde luego, de ello se hace un fin en sí mismo con frecuencia. Quizá no lo advirtamos. Quizá pensemos que «vivir bien» es solo un medio para «vivir bien», que sería el fin. Pero: si nos atenemos a lo esencial para vivir de verdad bien….. ¿no nos sobran cosas?
El arranque de tu comentario, a mi modo de ver, es una verdad relativa: los fabricantes dirían (probablemente) que hoy, hacer pública la existecia de un producto, solo, no es suficiente, que se hace necesario hacer mucho más para «colocarlo», dada la competencia. Estoy de acuerdo en que la publicidad no debiera poder «manipular nuestros sentimientos y deseos,…» ¿pero? ¿cómo demonios se regula normativamente eso para impedir que lo haga? Parece imposible. Solo queda nuestra conducta, nuestros principios, nuestros valores personales para lograr ejercer de personas verdaderas.
Estoy de acuerdo: esta sociedad de consumo no se justifica por su mera existencia. Creo que no es válida, ni justa, ni necesaria. Nuestra labor: cambiarla poco a poco, día a día, acto a acto. Podemos construir otra economía ¡claro que sí!
José Luis
Sinceramente pienso que el 80% de la publicidad es un fraude, es decir, es un delito. No sé si se ha intentado nunca, pero si yo fuera multimillonario me gastaría una pasta en ir contra los anunciantes, simplemente para decir que mienten y que, por tanto, delinquen. ¿Exagero?
No exageras y el dineo estaría perfectamente invertido.
José Luis