Es interesante reflexionar sobre el mensaje, el mensajero y el destinatario a propósito de la información que del tiempo se nos está dando estos días a través de las pantallas. Y es que el medioambiente simbólico está estos días congelado. Por supuesto a muchos menos grados de los que se pueden medir en el medio ambiente atmosférico.
Como dice Arcadi Espada, los hechos son los hechos y el hecho aquí es que hace frío. Pero al periodismo contemporáneo — sobre todo el televisivo, que es como decir, el periodismo contemporáneo, ya que la televisión sigue marcando el paso a todos los demás medios— los hechos le suelen importar un comino. Para el periodismo contemporáneo los hechos son sólo la anécdota. El núcleo duro de la noticia es la propia narración de la noticia.
De este modo la realidad del frío, al ser narrada, se convierte en una realidad simbólica que realmente congela el imaginario colectivo. Y lo que antes llamábamos invierno se convierte en ola siberiana, alerta amarilla, tempestad, cientos de muertos a causa del temporal, imágenes de nieve, cadenas, sensaciones térmicas, heladas, bajo ceros, consejos para el viaje del tipo prepárese para lo peor, consumos desaforados de energía… Lo que antes llamábamos invierno, ahora se llama noticia, es decir, espectáculo, cataclismo.
Y el receptor, el usuario de los medios, se congela frente a las pantallas y antes de salir de casa se ha puesto ya cinco capas y cuando sale, como su sensación térmica -invento del periodismo contemporáneo- está muy por debajo de la real, quizá piensa que se ha equivocado al elegir ponerse los marianos y la camiseta térmica y el polar y la ropa de esquí para ir a trabajar por la mañana, y le da un poco de rabia descubrir en el portal que no tiene que coger la pala para poder despejar de nieve la puerta del garaje y tener que conformarse con el frío invernal, con eso nada más, frío de invierno. Sin embargo, y esto también es curioso, no crean que vuelve del todo a la realidad del simple frío, sino que obediente al grito permanente de los telediarios, cuando se encuentra con otro usuario como él pues comenta el muchísimo frío que hace, como si estuvieran los dos rodeados virtualmente de dos metros de nieve y no pudieran hablar por la ventisca.
Ahora toca sentir miedo por el frío siberiano y desaparece del imaginario colectivo el miedo al calentamiento global. Habrá que esperar a la canícula de agosto para volver a sentir ese estremecimiento de temor ante la realidad horrible y amenazadora de la noticia del verano, con su bochorno, con la gente bañándose en las fuentes de las ciudades, con las muertes por deshidratación, con la pertinaz sequía y los pantanos vacíos y el deshielo paulatino del casquete polar, las teorías del CO2 antropogénico, el consumo desaforado de energía por el uso del aire acondicionado…
En efecto, el invierno, el simple-invierno-de-toda-la-vida, es espectáculo. No sé qué influencia tendrá el que ahora, los medios de observación de la naturaleza, del clima, son mucho mejores… Antes Mariano Medina, con su tiza y sus isobaras pintadas, bastaba para decir que iba a hacer un frío del carajo, y valía. Ahora, ¿se hace información del tiempo o también espectáculo autocomplaciente de lo bien que lo hacemos, oyes?
Sin embargo, esta mañana, a las 7, me he quedado pajarito en la parada del autobús.
Ponte un 11, Pepe. No sólo has demostrado sin paliativos posibles, la espectacularización de los rutinarios fenómenos climáticos por parte del periodismo telivisivo (que es el que se comenta en la calle) sino que, además, lo has hecho con harta gracia y acierto.
Aquí todo bien.
José Luis
Ah! cuando era Mariano Medina (gracias por el recuerdo, Pedro) quien influía en nuestro atuendo, todos los inviernos me salían sabañones cuyo picor calmaba poniendo los pies directamente en el radiador. ¿Era yo más débil que hace décadas ya? ¿hacía más frío ralmente? Mi idea es que sí hacía más frío.
José Luis
Sois gente mayor ¿no? ¿Mariano Medina? ¿sabañones? ¿Posguerra?… Je, Je, Je…
¡Ay que ver!