Muchas veces hemos puesto aquí en tela de juicio la validez del axioma «una imagen vale más que mil palabras» diciendo que «una imagen sólo vale más que mil palabras cuando hemos sido capaces de decir mil palabras sobre ella». Estamos convencidos de que la única vía para apropiarnos verdaderamente de la imagen y así poder pensarla es el lenguaje, nuestro instrumento analítico a través del cual podemos razonar, valorar, explicar… Por eso hemos criticado con dureza a una cultura que una y otra vez, arrincona al lenguaje verbal ya desde la misma escuela, bombardeándonos constantemente con imágenes que no tenemos ni tiempo ni fuerzas para descodificar, limitándonos a interiorizarlas más o menos filtradas dependiendo de la cultura de cada uno. Supone, sin duda, un empobrecimiento global del pensamiento y una de las causas de la hegemonía del pensamiento débil en la cultura posmoderna del medioambiente simbólico actual.

 

Pero he aquí un magnífico ejemplo de mestizaje entre palabra e imagen para elaborar un ensayo crítico de alto nivel intelectual utilizando ambas herramientas en su nivel adecuado y con un alto nivel de exigencia.

 

«¿Qué mejor herramienta para explicar las imágenes… que las propias imágenes?» dice Alberto Nahum en su blog Diamantes en Serie al presentarnos este fantástico ensayo en formato vídeo titulado “Style in The Wire“, y realizado por Erlend Lavik, de la Universidad de Bergen (Noruega). Sin embargo, la afirmación de Alberto es cierta sólo a medias porque lo que aquí hay es un trabajo analítico en el que el peso específico, a pesar de la apariencia que da el formato, es indudablemente la palabra y el pensamiento. Este universitario ha tenido que planificar, guionizar, verbalizar -es decir, pensar- el análisis de la serie mediante muy rigurosas operaciones mentales y, por lo tanto, verbales. Incluso el enorme trabajo de selección y montaje de la cuidadosísima edición no se puede atribuir a la imagen, sino a su elaboradísimo guión apoyado en el desarrollo de la explicación verbal, que da como resultado un estupendo trabajo intelectual.

 

Precisamente es un excelente ejemplo de lo que queremos decir con nuestro aforismo: uno puede ver la magnífica serie The Wire y disfrutar con sus imágenes, pero si realmente quiere ir más allá, entender sus hallazgos, comprender su lenguaje…, sólo el análisis detallado y trabajoso del bisturí lingüístico puede permitírselo.

 

Por ahí deben ir los tiros de la utilización de la imagen y la tecnología en la escuela: dar al alumno la capacidad técnica (tecnológica) para la descodificación, la comprensión y el análisis de la imagen para que sea capaz de trabajar intelectualmente con ella. Dotarle de una cabeza capaz distanciarse, penetrar la superficie, ir al fondo, asimilar, comprender. Es decir: que sea capaz de hacer lo que Erlend Lavik ha hecho en este vídeo. Son 36 minutos, pero merecen la pena.

 

Entre las cosas que se dicen en el videoensayo  destaco este par de ideas:

 

Lavik afirma en principio que el mejor cine se hace ahora en televisión y que esta nueva narrativa visual ha introducido definitivamente a lo que antes era sólo entretenimiento en el ámbito de la cultura por su capacidad narrativa y el desarrollo de los personajes, pero también, aunque a esto último se le ha dedicado menos tiempo, por sus hallazgos en el lenguaje visual. Es precisamente por eso por lo que escoge a The Wire,  donde el uso novedoso y expresivo de la cámara se manifiesta en múltiples detalles que pasan desapercibidos para el espectador medio aunque tengan una enorme importancia en el resultado final del que ese mismo espectador disfruta. Lo curioso, dice Lavik, es que precisamente el «desapego» de Simon -el autor de The Wire– hacia el espectador medio  – «Que se joda el espectador medio«, dijo- es lo que ha provocado la mayor parte de los hallazgos creativos que han acabado enganchando al espectador medio.

 

Interesante esta última idea que demuestra que cuando una productora da libertad a sus creadores dejando a un lado la preocupación por gustar a la mayoría, acaba llegando a una inmensa minoría. A ver si aprenden aquí, aunque el mercado y el riesgo sean distintos: es el talento, y no darle lo que supuestamente pide, lo que finalmente gustará al público.