Mientras redacto este artículo leo en El Cultural de El Mundo del jueves 11 de septiembre una reflexión de Fernando Sáez Vacas, catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid cuyo contenido no me resisto a reproducir no sólo por su incidencia en el enfoque del tema que nos ocupa, sino también por la cantidad y calidad de los testimonios que aporta y que pueden constituir el cierre del círculo reflexivo con el que empezábamos estas líneas respecto de los cambios producidos respecto de la vivencia del tiempo en nuestra sociedad mediática a través de las distintas revoluciones tecnoculturales.
Cita primero el profesor a Nicholas Carr que se pregunta si Google no le estará haciendo más estúpido porque «en los últimos años he tenido la incómoda sensación de que alguien, o algo, ha estado jugueteando con mi cerebro, cambiando el esquema de su circuito neural, reprogramando la memoria». Añade Carr que tras diez años de buscar y navegar no es capaz de mantener la concentración durante más de tres páginas, concluyendo, después de comentar su experiencia con otros navegadores, que Internet no sólo le da información «que su mente espera ya como si fuera una corriente de partículas en rápido movimiento, sino que también conforma su proceso de pensamiento».
Describe después Sáez cómo Alessandro Baricco en su reciente libro Los Bárbaros (2006) «acaba centrándose precisamente en Google, como el instrumento representativo de la potencia, velocidad y capacidad funcional de estos avances técnicos en el mundo de la información, que conduce a sus usuarios navegantes a recorrer trayectorias, como si surfearan, pulsando sobre una secuencia de links (enlaces hacia sitios web de Internet). Tal surfing te lleva a un movimiento continuo de encadenar puntos diferentes y por consiguiente te aleja de la experiencia de profundizar en los contenidos con esfuerzo y dedicación (la cultura del esfuerzo), lo que, unido a la tendencia personal y laboral al multitasking (hacer o atender a varias cosas a la vez) propiciado por la poderosa operatividad de la infotecnología actual, genera superficialidad, provoca esa especie de patología conocida como ‘rasgo de déficit atencional’ y afecta negativamente a los procesos de aprendizaje».
La siguiente cita es de José Antonio Marina quien opina que en las nuevas generaciones nacidas en entornos digitales se advierte un cambio en «la gestión de la atención (menos concentración, pero más capacidad de atender en paralelo) a mayor capacidad de relacionar informaciones dispersas y al predominio de memorias a corto plazo».
Arcadi Espada «sostiene que le fascina el lenguaje de Internet, que él piensa digitalmente, lo que le plantea problemas al escribir en papel, porque “ve” las columnas con links e imágenes». Mientras que Sánchez Dragó «se ha resistido todo lo que ha podido incluso a utilizar algo tan simple como un procesador de textos y ha acabado erigiendo un monumento funerario a su máquina de escribir».
La última cita que destaco de las aportadas por el profesor Sáez es la de L. Marinoff, en su libro de 2006 The Middle Way en el que refiriéndose a las cuatro tradiciones cognitivas ―oral, escrita, visual y digital― «argumenta que la tradición más segura es la tradición escrita, el “pilar principal del desarrollo cognitivo. Los que han aprendido y dominan una tradición escrita pueden extraer mucha utilidad, poder y rendimiento de los medios digitales”».
Para el profesor Sáez Vacas se está produciendo una «noomorfosis digital» (http://antonifumero.blogspot.com/2006/08/noomorfosis-digital.html), con la que se refería al «cambio de las estructuras mentales y, por tanto, de la forma misma de la inteligencia de un número rápidamente creciente de nuestros cachorros humanos, esos a los que se ha dado en llamar nativos digitales por su temprana e intensiva inmersión en una infoestructura cada vez más densa y extensa».
Lejos de posturas reduccionistas o apocalípticas el profesor opina que es evidente que la infotecnología está produciendo un cambio intenso en nuestros procesos mentales (psicometamorfosis) y vitales (sociometamorfosis): «las nociones de tiempo, espacio, identidad, poder operativo, sentido de la acción, comunicación, inteligencia, concepto de realidad, relaciones con el mundo material, movilidad, el concepto del yo, estructuras organizativas, educación…». Afirma con rotundidad que «se está produciendo un proceso acelerado de impregnación tecnológica de nuestras vidas, en la que la grande y creciente complejidad de la tecnología y la todavía mayor complejidad de las relaciones humanas con ella requieren respuestas muy pensadas de índole tecnocultural que no se están dando» y «para las que ni siquiera existe un mínimo de sensibilidad y de demanda social». Y termina diciendo que «no estamos preparados para usar con criterio ni eficacia la descomunal funcionalidad de la tecnología que pasa por nuestras manos, ni para comprender el Nuevo Entorno Tecnosocial y mucho menos para gestionarlo convenientemente y extraer lo mejor de sus extraordinarias oportunidades informativas, de comunicación, artísticas, científicas, de entretenimiento, sanitarias y operativas de múltiples clases…».
Sin embargo, hoy los medios de comunicación independientemente de sus contenidos son un masaje que produce un cambio en la percepción de la realidad en los usuarios que los consumen. Su omnipresencia, la sobreinformación que ocasionan, su interconexión y su dependencia absoluta de la actualidad, la preeminencia de la imagen sobre la palabra, la presión del consumo publicitario, la tiranía de las audiencias, la confusión del ver y el comprender… impiden al usuario un encuentro sereno y reflexivo con la realidad. «Las ventanas han sido sustituidas por pantallas», dice el profesor Cembranos. Y añade: «Los mass-media han ido creciendo hasta convertirse en una especie de nuevo medio ambiente, creando una inversión que hace que para muchas personas ya no haya otra realidad relevante que la que produce la televisión».
Los medios han dejado de ser intermediarios para convertirse en creadores de un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada.
Así que ya saben
Fernando Sáez Vacas, es doctor ingeniero de Telecomunicación, docente de la Universidad Politécnica de Madrid, y a la sazón Premio Nacional de Informática, entre otros muchos méritos y galardones. Preocupado investigador de la vertiente sociológica, se ocupa de las virtualidades y efectos “transformativos” que sobre la sociedad –global- tienen el uso activo y pasivo de las nuevas tecnologías de comunicación.
Transcribo aquí, dando referencia de la fuente, algunos párrafos que permitirán al lector “ciudadano-infociudadano” interesarse por el fenómeno de reflexión de que se trata dado que, lo quiera o no, está inmerso en él.
En el país digital de las “maravillas”
TELOS, 76, jul.-sept. 2008, en dossier dedicado a las Redes Sociales
«Del efecto combinado de estos factores, la fragmentación del conocimiento y la escasa predisposición personal al esfuerzo cognoscitivo, unida a la interacción desequilibrada entre la complejidad creciente de la tecnología y la habitualmente escasa preparación del usuario medio, se deriva que no se materialicen de forma coherente en la realidad social los asombrosos avances de la tecnología.
A veces pienso que los progresos del universo digital, en el que, sin fundirse, se entremezclan ciudad e infociudad, podrían encontrar su metáfora en las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, donde, según establecen sus estudiosos, Carroll pretendía representar los cambios del mundo a finales del siglo XIX, que “traían sensaciones dispares, incoherencia, interrogantes no resueltos, miedos y ansiedades”. Para el público infantil, ese cuento los conducía a un país sin fronteras, donde la vida es sueño y el sueño realidad, donde existen dos medidas del tiempo, etcétera.
Tal vez, haría falta desarrollar una sociología de la infociudad, estudiar ampliamente cómo la innovación tecnológica está cambiando el mapa de lo real: una mutación, en el más amplio sentido del término. El italiano Baricco ha escrito un ensayo por entregas periodísticas muy sugerente, publicado ya en libro (versión en español de 2008), en el que argumenta que “como en otras ocasiones de la historia, los bárbaros ya están aquí, no por haber llegado desde ninguna lejana frontera, sino porque son una mutación en el proceso de desarrollo de nuestra propia sociedad o civilización” (etimológicamente, ´civilización´ se deriva de ciudadano, de ciudad).
Por mi parte, preconizo desarrollar y difundir conocimientos básicos de tecnocultura: “Una suerte de impregnación o metabolización mental, consciente y activa, que lleve al individuo a integrar las realidades técnicas del momento en la visión, valoración y construcción de su entorno personal y organizativo”. Quizá, lo que estoy proponiendo es, siguiendo la moda en España, no una EpC (Educación para la Ciudadanía), sino una EpIC (Educación para la InfoCiudadanía)».
Saludos, Pepe.
José Luis
vaya nivel
sigue
lector
Perdón, pero no «pillo» el significado del brevísimo comentario:
«vaya nivel
sigue
lector»
Agradecería una breve explicación.
Saludos y gracias.
Pues eso. Que soy un lector, que tiene mucho respeto a la palabra escrita, que cuando lee algo que le parece bueno, a veces, se lo hace notar a titular del blog o al colaborador.
Un saludo
lector
Claro, claro, no sé cómo no lo había entendido. A veces, me pasan estas cosas: ante algo tan obvio me quedo desarmado y empiezo a buscar sentido a las cosas, más allá del primero y evidente que tengo delante ….. ¡pero no veo!
Gracias por tu aclaración. Otro saludo.