La AUC, Asociación de Usuarios de la Comunicación (http://www.auc.es/), acaba de publicar un estudio con el título que encabeza este post y que transcribo íntegro en sus conclusiones. Léanse despacio. En cada una hay todo un espacio a la reflexión. El subrayado en negrita es mío.

«Los medios de comunicación se caracterizan por construir perfiles de identidad de los diferentes grupos y segmentos sociales que, a su vez, provocan en las audiencias objetivo (targets audience) respuestas de identificación, proyección o rechazo de esos grupos o segmentos sociales representados. Obviamente, los receptores del mensaje no desempeñan un papel puramente pasivo, y en función de su experiencia, conocimientos y actitudes reelaboran y “resignifican” esos estereotipos que les llegan a través de los medios.

Los estereotipos difundidos por los medios no inventan o construyen la realidad, pero tampoco se limitan a reflejarla. Su función es la de “producir sentido” de un modo muy eficaz, de tal manera que nuestra visión del entorno, de los demás y de nosotros mismos no puede explicarse sin tener en cuenta la influencia de los medios de comunicación. Una influencia que será tanto mayor cuanto menor sea la experiencia directa y la madurez interpretativa del receptor y cuanto mayor sea, por tanto, su experiencia vicaria a través de la prensa, la radio, la televisión u otros canales o sistemas de comunicación.

El análisis de un amplio repertorio de productos televisivos (87 programas) protagonizados por menores y potencialmente visionados por éstos, pone de relieve determinadas recurrencias sobre cuál es la imagen dominante que de ellos ofrece el medio: qué menores ven los menores en televisión o, dicho de otro modo, cuáles son los estereotipos sobre la infancia y la adolescencia que mayoritariamente ofrece la programación televisiva.

Principales conclusiones del estudio

  • La programación dirigida al público más infantil presenta una visión excesivamente autónoma de la infancia, en la que los menores se relacionan únicamente entre ellos y en la que los adultos o están ausentes o aparecen de modo marginal (Little Einsteins, Juan y Tolola, Doraemon). Los espacios que integran al menor en un contexto familiar son cada vez menos frecuentes.
  • Hay un tratamiento generalizado de los menores como mera coartada o pretexto para hacer crítica social o costumbrista, aprovechando su visión pretendidamente ingenua. Algunos programas que recurren a este modelo involucran a los menores en temas (y abordamiento de los temas) claramente de adultos e inadecuados para la infancia, aunque se emiten en horario de protección del menor y se califican para todos los públicos o para mayores de 7 años (Padre de Familia, American Dad).
  • El miedo, tradicionalmente asociado a la infancia en los cuentos infantiles con un papel “domesticador” ha perdido relevancia en los últimos tiempos aunque vuelve con series como El Internado o Hay Alguien Ahí. El miedo como recurso para evitar las trasgresiones de la infancia se asocia ahora más a los riesgos de la vida adolescente y a las “turbulencias emocionales” de los hermanos mayores (Los Serrano).
  • El anime japonés ha sustituido la violencia explícita por la violencia edulcorada de las series anglosajonas, pero en ambos casos se banaliza y se trata desde el punto de vista del agresor (que se identifica con el menor) y sin empatía hacia la víctima.
  • En el caso de los adolescentes, su imagen coincide con el estereotipo negativo que muchos adultos atribuyen a la juventud: narcisistas, insolidarios, poco dados al esfuerzo, consumistas, son interesados por e ocio y el disfrute, etc.
  • Contrasta el lenguaje trasgresor y la visión “políticamente correcta” ante los grandes temas (racismo, intolerancia, multiculturalismo, homosexualidad, igualdad) con una visión muy tradicional de las relaciones de género y con un individualismo a ultranza que se asocia a la “autenticidad” frente al grupo, a la pareja, a los padres, a los profesores, etc. (HKM, Gossip Girl).
  • Hay una trivialización de los problemas asociados al consumo de drogas (especialmente alcohol) y a las relaciones sexuales, tratadas de un modo normalizador e inevitable en las series con adolescentes. estas prácticas, además, aparecen como sublimadoras de conflictos.
  • Los adultos son presentados como “adolescentes añosos”, igualmente inmaduros y arbitrarios. Sus normas parecen reglas caprichosas, que pueden e incluso deben transgredirse. Ello genera una relación horizontal entre adolescentes y adultos, cuyo reflejo extremo son las relaciones sexuales entre alumnos y profesoras. (Física o Química, El Internado).
  • En línea con lo anterior, llama la atención la deslegitimación generalizada en muchos productos para la infancia, la adolescencia o familiares, de las figuras parentales, y especialmente de las masculinas. «
No están todos los que son, pero sí son todos los que están. Auténtica educación para la ciudadanía.
Vean televisión, no la consuman o serán consumidos por ella.