Google no es sólo una formidable herramienta de búsqueda sin la que la red sería nada más que una gran «biblioteca desordenada» ―como la denominó Eco―. Es también una empresa con un beneficio anual neto de 8.000 millones de dólares. Una empresa que vende información a los usuarios y vende usuarios a las empresas de publicidad. «“Nuestro objetivo es meter y sacar a los usuarios muy rápidamente. Todas nuestras decisiones de diseño se basan en esta estrategia”. Los beneficios de Google están ligados directamente a la velocidad con que las personas consumen información. Cuanto más rápido naveguemos, cuantos más enlaces pulsemos y más páginas veamos, más oportunidades tendrá de recopilar información sobre nosotros y de insertar sus anuncios. Su sistema de publicidad está diseñado para determinar qué mensajes tienen más probabilidades de captar nuestra atención antes de poner esos mensajes en nuestro campo visual. Cada clic que hacemos en la Web marca un descanso en nuestra concentración, una interrupción de abajo hacia arriba de nuestra atención; y redunda en el interés económico de Google el asegurarse de que hagamos clic, cuantas más veces, mejor. Lo último que la empresa quiere fomentar es la lectura pausada y lenta, el pensamiento concentrado. Google se dedica, literalmente, a convertir nuestra distracción en dinero».
Sin Google sería imposible navegar, pero con ella nos entrenamos cada vez más en un uso determinado de la web marcado por la eficiencia, la rapidez, la rentabilidad y la superficialidad. Sin ella, no podríamos identificar una web, pero con ella cada vez somos mejor identificados. Cada clic hace que conozca mejor nuestros intereses y comportamientos: «el tiempo que permanecemos en una página, cómo desplazamos el cursor por la pantalla, sobre qué hacemos clic, qué no pinchamos con el ratón, adónde vamos a continuación, etc. Para Google, todo lo que sucede en la Red es un complemento económico a su actividad principal de la publicidad. Cuando la gente pasa más tiempo y hace más cosas online, ve más anuncios y revela más información de sí misma» y Google se embolsa más dinero.
Poco a poco lo va abarcando todo. Su objetivo es albergar el cien por cien de los usuarios y hacer accesible el cien por cien de la información de modo que estemos siempre inundados de ella, de modo que a medida que la información pertinente se intensifica comprendamos que «la única manera de hacerle frente es confiar aún más en esas máquinas tan maravillosamente potentes que son la fuente del problema».
Es, de nuevo, la paradoja de la tecnología. ¿Hay alguna manera de escapar? Probablemente no. Pero al menos, sepamos dónde estamos y a cambio de qué obtenemos lo que obtenemos.
Esto sí que es Gran hermano. Saben más de nosotros que nuestros psiquiatras.
Yo lo comprendo. No me detengo siquiera a considerar si ese hiperconocimiento me perjudica o me beneficia. Como queda perfectamente explicado en la entrada, semejante herramienta de búsqueda gratuita (que dure xD) tiene que tener una contraprestación o tributo. Para mí, el tributo es muy levemente molesto: cada mañana tiro a la papelera los 20 o 30 correos publcitarios (por supuesto, sin abrirlos), los otros tantos spam y a trabajar cómodamente el resto del día.
En cuanto a la brevedad buscada, creo que es ya cosa de cada uno: si uno está en el ordenador sin nada concreto que resolver, es posible que se «distraiga» mucho (¿pero, de qué?); por el contrario, el que esté sirviéndose de Google para un fin bien determinado, no se dejará «distraer» fácilmente.
Yo también vacío la papelera del correo antes que nada, sin abrir, cambio las contraseñas cada muy poco tiempo e intento poner filtros cada vez más severos. Aún así, hoy el antivirus me saltaba con robots espía en mi ordenador… No sé qué haría sin el 1984 de Google, de todas formas.
Qué miedo… No sabía que había tanto control.
Un saludo.
Como se dice siempre en estos casos, No hay vuelta atrás. Sin embargo yo no creo que el dilema sea volver atrás, sino deslizarse quizá en otra u otras direcciones; como siempre, primero conocer cuál es la realidad de nuestras herramientas; exigir que se creen mecanismos de control y garantía de nuestra privacidad; evitar el monopolio de la información en cualquier caso, incluso en un buscador.
Creo que José Luis minimiza el problema al hablar de spams y correos publicitarios: es un problema de control de la información y de control de los usuarios que queremos acceder a ella.
Es seguro que tienes razón, Pepe. Lo que quería decir es que no me preocupa aquello que no está en mi mano resolver. Tú lo dices: «No hay vuelta atrás». De todos modos, está bien conocer las tripas del negocio que hacen a nuestra costa y las modificaciones que sufre nuestra estructura mental.