Hace algún tiempo dediqué un post a un índice del nivel de tecnoestupidez social para mí muy revelador: vivimos en un medioambiente en el que no encontramos nombres más «ilustres» para las calles que los de los artistas de cine, las películas y los videojuegos.
Cada sociedad honra en sus calles a quién cree que se lo merece. La selección de los elegidos, da muestras de aquello que la sociedad realmente valora. No sé si ha ocurrido en otros lugares de España, pero en Zaragoza, un barrio entero ha elegido por aclamación popular, nombrar sus calles con nombres del cine y de los videojuegos. Tenemos así calles que se llaman «Penélope Cruz», o «Un tranvía llamado deseo» o «Supermario»
Recordé este post al leer el siguiente twit de Manuel Campo Vidal hace un par de días… más que nada por el contraste: «España es ingrata con sus hijos mas valerosos. Caso Adolfo Suárez. Nunca se le agradeció en vida lo que hizo en la Transición. Ni una calle.»
Luego parece que en Elche sí que tiene una y en la misma Zaragoza también hay una: un callejón sin salida en un barrio de las afueras.
Así somos, así estamos, así son las cosas y así se las hemos contado.
Referencias
Estando de acuerdo con las observaciones del post y su intención, la experiencia indica que en el caso español no es del todo cierto que «Cada sociedad honra en sus calles a quién cree que se lo merece. La selección de los elegidos, da muestras de aquello que la sociedad realmente valora». No sé en el de otros países, pero en el nuestro se puede cambiar perfectamente «cada sociedad» por «cada hornada de políticos con mando en plaza». Para mí no es tanto un asunto de qué personajes merecen una calle, plaza o avenida, sino de respeto a la memoria biográfica de los ciudadanos. A mí me enfada mucho, por ejemplo, que el parque en el que montaba en burrito (una peseta de papel por vuelta) o cenábamos en verano tortilla de patatas con mi tía Tá bajo el frescor nocturno de los pinos, ya no se llame como se llamaba. como yo lo viví. Y no recuerdo que ello fuera una decisión de la sociedad. O que cuando logré aprenderme de memoria el «Credo» y encontrar sentido y doctrina en cada uno de sus versos (es decir: cuando «me gustaba» rezarlo) me lo reduzcan en forma y fondo (es decir: sigo rezando el que aprendí de pequeño) Y no recuerdo, aquí tampoco, que el cambio fuera resultado de un clamor popular. (Ya sé que no es comparable la carga magisterial de la Iglesia con los caprichos o revanchas de los políticos). Me resisto a los cambios que alteran mi memoria biográfica. Será que no soy en esto nada «moderno».
José Luis
En lo del Credo, no lo sé, amigo, pero en el cambio de denominación de tu Parque de infancia, te recuerdo que la decisión política fue aclamada «popularmente» y que los nombres cinematográficos y de videojuegos, fueron decididos por votación popular en los barrios elegidos. ¡Ah, amigo, si pudiéramos descargar en los políticos nuestras culpas! Pero resulta que a nuestros políticos también los ponemos y los quitamos todos.
En el sentido que lo comento, daría igual que la culpa fuera de «cada sociedad»: me irritaría igualmente. No estuve «al tanto» del clamor popular que pidió el cambio de nombre de nuestro «parque grande», pero si dices que lo hubo, así fue, no lo dudo. Lo del barrio cinematográfico…. me gustaría saber cuándo, en qué fase, cuántos y quienes, en qué modo se eligió esa opción y frente a cuáles otras, y si los vecinos reales, los que han ido habitándolo, han tenido cuánto que ver… o si acaso se les ha dado «hecho».
Recordar significa, literalmente, «traer de nuevo al corazón». Y uno «recuerda» solo lo que vivió y como lo vivió, volviéndolo a «crear», recreándolo, recordándolo. Puedo llamar a «mi» parque con el nombre actual, pero no tendría nada que ver conmigo.
Fuerte abrazo, amigo.
José Luis