Ha habido unos cuantos sucesos coincidentes en muertos y en sangre en Winnenden (Alemania) y en Alabama (EEUU). Arcadi Espada analiza con agudeza las debilidades y grandezas de la prensa en la búsqueda de la razón y las razones: «el periodismo, tan parecido a los vecinos de Winnenden, anhela una explicación rápida, inminente de estos sucesos. La fast truth, a la que me he referido alguna vez. Desgraciadamente no puede ir más allá de las notas de carácter: taciturno, solitario, arrogante, asocial y la mejor de todas: un chico normal. (…) Las causas por las que dos adolescentes destruyeron 26 personas está fuera del alcance del periódico. No están tampoco en los chats de Internet, donde la nueva ingenuidad manotea en pos de la verdad sin comprender el surtido arsenal de máscaras que la red procura (…)»

Y justo al lado, pared con pared de papel, David Torres nos cuenta: «(…) Kretschmer y McLendon no eran androides programados para matar por culpa de unos genes defectuosos, un carácter introvertido o una intolerable presión social. Eran seres humanos que podían elegir y eligieron mal. De hecho, eligieron el mal. Anthony Burguess ya escribió a fondo sobre el tema en La naranja mecánica, donde descubrimos que el mal es, precisamente, la posibilidad de elegir, el demonio en término teológicos, la médula misma de la libertad. (…) McLendon descargó su furia contra su familia y Kretschmer contra sus compañeros de clase. Dos noticias leídas una y mil veces: ambos fueron mediocres hasta en el modo escogido para que sus nombres pasaran a los turbios anales del asesinato considerado como chapuza»

Entre el deseo de reconstrucción periodística de causas posibles y el enunciado simple y llano de la elección del mal, me quedo con el segundo: mediocre sí, como el ser humano, pero al menos nos posibilita la grandeza de ser alguna vez culpables.

Y refresca un poco la atmósfera sofocante del medioambiente simbólico.