Constantemente hablamos del sistema educativo como remedio de todos los males, cargamos a la Escuela con la responsabilidad de rectificar todas las patologías que van surgiendo en nuestra vida social. Queremos que sea ella quien se ocupe del consumo de alcohol, de las drogas, de la educación vial, del uso de las redes sociales, de las técnicas de búsqueda de internet, de la educación en valores, de la educación afectivo-sexual, de la inteligencia emocional,… y, además, por supuesto, de la inteligencia a secas transmitiendo los conocimientos y capacidades que nos saquen del agujero de los malos resultados en el informe PISA. Es raro que no hayan surgido voces, todavía, que responsabilicen a la escuela de la corrupción política o de la crisis económica. Queremos una Escuela que se ocupe de todo y acabamos así teniendo una que no se ocupa bien de casi nada.
Es evidente que el sistema educativo necesita una reforma legislativa urgente. La broma de “religión o educación para la ciudadanía” como centro de la polémica no es más que eso: una broma demagógica de mal gusto que a los docentes, desde luego, no nos hace maldita la gracia. La LOGSE y sus errores y limitaciones ya suficientemente demostrados –también es una broma eso que dicen de los vaivenes del sistema según el partido que gobierne; yo llevo más de 20 años con la filosofía LOGSE inamovible–, debe ser sin duda corregida por una legislación que recupere la sensatez y el sentido común en los medios, la preparación del profesorado, los sistemas de evaluación, la profundidad de los contenidos, la valoración del esfuerzo, la autoridad docente, la utilización inteligente de las nuevas tecnologías…
Pero la crisis de nuestro sistema educativo no es sólo legislativa o económica o tecnológica. Es sobre todo una crisis de carácter social porque la escuela educa a la sociedad pero es la sociedad la que hace la escuela. La escuela no vive aislada de la sociedad, sino que es parte integrante de ella. Hemos repetido una y otra vez el proverbio africano citado por Marina: la educación es cosa de toda la tribu. Las instituciones públicas y privadas que promueven la educación no son entes abstractos sino que están formados por personas inmersas en el Medioambiente Simbólico social. Los medios de comunicación, las cadenas de televisión, los guionistas de las series, películas y concursos, la algarabía de las tertulias mediáticas, las letras de las canciones, los videoclips publicitarios… constituyen el primer referente educativo no sólo de los alumnos, sino también de sus padres, de los profesores y de los pedagogos y legisladores que fabrican las leyes. Las Comunidades educativas están integradas por profesores, padres y alumnos que respiran también ese mismo aire limpio o contaminado creado por los intermediarios de cristal líquido, las pantallas. Los chavales –y sus padres y sus profesores y sus pedagogos– siguen estando más horas ante las pantallas que en clase. Sigue siendo la escuela divertida la que realmente constituye el verdadero sistema –no formal, pero enormemente eficaz– de educación.
¿Quién educa a quién? El mal de escuela, que decía Pennac, ¿no será el mal de la sociedad misma? Tenemos un sistema educativo enfermo porque vivimos en una sociedad llena de patologías provocadas por la contaminación de un medioambiente simbólico viciado y, por tanto, si no nos ocupamos de mejorar la calidad medioambiental de nuestro hábitat social, pedirle a la Escuela que lo haga es pedirle un imposible que no nos conduce más que a la melancolía y a la estupidez de tropezar otra vez –y van mil– con la misma piedra. Y eso no hay dinero ni ley ni pizarra digital que lo arregle.
Si se quiere contestar con la precisión deseable a la pregunta que titula el post….. no es fácil. Yo lo he intentado y tan solo he llegado a la certeza de que el sistema educativo vigente es malo. No ya por sus pírricos resultados, resulta obvio, sino porque está hecho mal. Los expertos no lo fueron. La LOGSE supuso la pérdida de un espacio simple o tal vez de un espacio único de legislación, para fomentar la «participación» de las distintas autonomías (una vez transferidas las competencias en Educación) en la construcción de los currícula escolares. Fue una concesión, de origen y provecho político, que nunca debió producirse, pues el riesgo de operar las competencias en clave (e interés) distinto al formativo era muy previsible y muy alto. Y se operó. Romper la unidad programática nacional ha sido uno de los grandes errores cometidos, pero no el único ni el más determinante del fracaso escolar en el que nos encontramos. El otro factor, más grave a mi entender que el citado, fue la incursión masiva y esnobista de «la nueva pedagogía». Lo dije en otro comentario, los ICES han hecho un daño inmenso (y lo siguen haciendo, hoy ya bajo otras siglas -aún más «modernas»-) en lo que puede considerarse el «ecosistema escolar»: sociedad, padres, escuela. De repente (yo lo sufrí como padre de alumnos) lo de antes no valía ya; hablabas con enseñantes modernos (jóvenes ellos) y no entendías patata de esas nuevas nomenclaturas aplicadas al proceso educativo; recurrías confiado a maestros «de toda la vida» (obviamente mucho menos jóvenes) para poder entender la nueva realidad escolar y casi avergonzados, como mirando para otro lado, terminaban por confesar que ellos «tampoco entendían nada»; magníficos maestros, con vocación contrastada por toda una carrera en la enseñanza fueron empujados, criticados, apartados por los nuevos lumbreras que venían a instaurar nuevas formas pedagógicas….. que ni ellos mismos entendían; se experimentó mucho; mucho más de lo prudente; los alumnos veían, exasperados, cómo curso tras curso, el cuerpo humano tenía más cosas: en 1º cabeza, tronco y extremidades, si acaso también pelo, en 2º ojos, nariz, boca, orejas, etc, etc, «Conocimiento del Medio» se llamaba la cosa interminable que antaño, a los doce años, en 3º de bachiller se estudiaba de golpe (y se aprendía para toda la vida) en un libro de texto llamado «Anatomía»; los alumnos también vivieron desconcertados semejantes «modelos» educativos.
Mi respuesta a la pregunta sería: le escuela educa lo que puede, pero mediada como está por la política y la pedagogía, puede poco. Eso nos da una sociedad que adolece de una buena formación y ello deviene en un campo abonado para el desarrollo de todo tipo de patologías sociales, como dices en el post.
José Luis
De acuerdo con el comentario de José Luis, aunque yo, que estoy en el lado de la escuela cada día, soy de las que defiendo que quien educa es la familia, maleduca la sociedad y domestica como puede la escuela… Tal vez es que me pilláis en el final de un curso complicado en el que he tenido que luchar y bracear contra tantas familias…
Un abrazo.
Gracias a los dos.
Los dos aportáis cosas interesantes. El testimonio de padre de José Luis es valioso. El de profesora de Negre también.
De todas formas lo que pretendía subrayar en el post no es tanto cómo arreglar la legislación educativa, sino que creo que el sistema educativo no es para nada, a pesar de las apariencias, el primer agente educador de una sociedad. Quizá lo fue, pero en una sociedad mediática, no es sino una parte del problema.
¡Saludos, Negre! Oye, que tengáis unas vacaciones estupendas los tres. Y felicidades por la clausura de tu etapa estudiantil. Un abrazo.
Bueno, me interesó más el segundo párrafo del post y desde ahí pergeñé mi comentario. Entendí tu propósito perfectamente.
Un abrazo