En junio de 2007 escribí un post dedicado a Irena Schindler y Al Gore que compitieron por el Nobel de la paz (De Schindler, Sendler, Al Gore y el circo mediático). Dos años después todavía circula por la red una presentación alusiva y, además, le han dado el Premio Nobel a inefable Obama. Y eso me hace reflexionar sobre el carácter Pop de los premios en esta postmodernidad mediática que vivimos.
El premio en la modernidad era ―quizá deba de ser?― primero una recompensa real en dinero o prestigio a un determinado logro. En segundo lugar un reconocimiento público de toda una sociedad a un trabajo y a un esfuerzo. Y en tercer lugar y, quizá, sobre todo, una propuesta ejemplar ofrecida a la sociedad misma como un referente para orientar a sus miembros a construir su propia identidad en una dirección determinada: premiamos porque creemos que hacia allí y de esa manera es donde y como queremos ir. La tribu creaba el premio, el premio creaba la imagen y esta era un instrumento de pedagogía social para la propia tribu.
El premio posmoderno en la sociedad mediática se ha convertido en un espejo de la sociedad misma en el que importa más el brillo que el logro, la imagen que el trabajo, el parecer que el ser. La imagen crea el premio y el premio se premia a sí mismo en un bucle vacío de sentido. No se trata de reconocer la labor de un desconocido para que se convierta en una referencia social, sino de utilizar al famoso para que el premio adquiera o mantenga su relevancia. Se trata del a ver a quién premiamos que nos dé visibilidad mediática. Hay que premiar al famoso para que la cobertura periodística dé relevancia al premio haciendo de él un acontecimiento. Los premios no se dan a los premiados sino los premiados a los premios. No hay que preguntarse si son justos los premios otorgados a Al Gore, a Obama o a Alonso. Porque no es Obama ni Alonso ni Al Gore quienes reciben el premio, sino el Nobel y el Príncipe de Asturias quienes se otorgan el premio del contagio de imagen del famoso. De ahí que se haya llegado a rizar el rizo de premiar con el Premio Nobel de la Paz a un perfecto desconocido famosísimo que todavía no ha tenido ni tiempo de planteársela.
Premios Pop, que como otras burbujas postmodernas brillan hermosos, pero explotan vacíos.
Es algo parecido a lo que comentaba en «la botella medio llena o medio vacía.» Cada uno, en su pensamiento inamovible ya tiene los ídolos hechos, amoldados a su propio interés. Por eso los premiamos antes de que se lo merezcan. Así sirven de apoyo a nuestras ideas prefabricadas.
En efecto, Amanda, pero no deja de sorprender. Que ocurra y que ocurriendo no genere más polémica y más rechazo.
Luchemos para que el contacto entre las personas, sin la intermediación mediática, haga más fluido ese pensamiento inamovible de cada uno
Amanda:
En efecto son ideas «prefabricadas» pero de ningún modo son «nuestras». Las ideas son algo así como el aire del pensamiento: deben ser inspiradas y expirados personalmente. Tengo la bombona de oxígeno a mi disposición porque he sufrido un accidente y temporalmente no puedo respirar por mí mismo. Pero si nunca más pudiera hacerlo, si no pudiera prescindir ya de por vida de la respiración asistida …….. los médicos valorarían el caso y hablarían con mi familia.
Lo que escribes es cierto, es un hecho objetivo, eso pasa. Pero no es nada nuevo: pensar por sí mismo siempre ha sido más dificultoso que no hacerlo. A quienes esto hacen, Sartre les llamó «parásitos» intelectuales de la sociedad, y otro pensador importante cuyo nombre lamento no recordar, dejó dicho que: «Hay personas que preferirían morir antes que tener que pensar; de hecho ya están muertos en vida».
¿No te parece?
Jose Luis
Lo que Amanda llama «ideas prefabricadas» son los prejuicios. Y ya lo creo que son ideas. Y ya lo creo que existen. De hecho abundan más que las ideas limpias y luminosas apoyadas en el análisis y el razonamiento. Y abundan no sólo en el medioambiente simbólico que nos rodea, sino, sobre todo, dentro de nosotros.
Claro, Verbum: Ya estamos de acuerdo Amanda, Pepe Boza, Anónimo (José Luis) y Verbum. ¿Y ahora, qué hacemos? ¿Tendremos que identificar esos prejuicios y luchar contra ellos, o no?
Ahí va lo que dice el RAE para «prejuicio» y para «idea»:
prejuicio.
1. m. Acción y efecto de prejuzgar.
2. m. Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.
idea.
1. f. Primero y más obvio de los actos del entendimiento, que se limita al simple conocimiento de algo. (Sólo copio la primera acepción porque son muy numerosas).
Y como se cita al entendimiento y al pensamiento, no estará de más referscarnos:
entendimiento.
1. m. Potencia del alma, en virtud de la cual concibe las cosas, las compara, las juzga, e induce y deduce otras de las que ya conoce.
pensamiento.
5. m. Conjunto de ideas «propias» de una persona o colectividad. (Las comillas son mías)
Creo cierto que «pensar» de acuerdo o «lo mismo» que una colectividad, no exime al individuo persona de adquirir ese pensamiento «por sí misma» con todos los procesos que ello implica y, sobre todo, con su contraste vivencial con lo pensado por ella y por la comunidad. Sólo así se pueden enriquecer ambas. Y no hay nada insano en tener los mismos pensamientos que otros miembros de una comunidad, si han sido correctamente adquiridos mediante el ejercicio del propio entendimiento y atendiendo a nuestra sensibilidad.
Lo que será rechazable siempre, es tener un pensamiento (conjunto de ideas) que no ha sido realmente pensado, que esté nutrido de ideas «prefabricadas» que constituyan «prejuicios» y que con ellos se actúe, pudiendo llegar a llamarles «verdad» en el caso de que coincidan con nuestras simpatías, afinidades, etc,
Personalmente creo, que debemos dejar a nuestras ideas (nuestras palabras) moverse lo que les haga falta dentro de nuestro entendimiento: unas serán abandonadas, otras consolidadas. Son las creencias (en algunos casos la fe) las que pueden permanecer inamovibles por ser más inefables pero, a su vez, por ser reflejo de nuestra sensibilidad que es un campo psicológico más complejo y constitutivo de singularidad personal (personalidad) que las emociones y las ideas.
«previa, tenaz y generalmente desfavorable!» Lo tiene todo el angelito. ¿Qué podemos hacer? Desconfiar de nuestros juicios sometiéndolos a examen para ver si son previos al pensamiento y tenaces en el tiempo. Y en cuanto al medioambiente simbólico: diversificar, salirnos del carril propio y escuchar lo antagónico para descubrir la verdad que pueda haber en ello.
Verbum:
¿? ¡Me rindo! Es que no te pillo por dónde vas.