A lo largo del libro que comentamos, los autores van definiendo muy bien lo que aquí venimos llamando “ciberoptimismo”: esa actitud acríticamente –en ocasiones, incluso, irracionalmente– positiva ante todo lo que tenga que ver con la tecnología, en este caso con la Red:«La Red es un símbolo de modernidad; […] cualquier cosa que toca se inviste de un estatus de innovación y mejora. […] Internet es bueno, positivo, joven y dinámico. La sublimación digital [hace] que cualquier producto que proceda de la Red sea considerado no solo como intrínsecamente positivo, sino también como emancipador.»

Una especie de «tecnotriunfalismo ciego». «Un halo mitológico que [desde sus orígenes convirtió a la Red] en el medio de comunicación que arreglaría poco más o menos todos los problemas del mundo. Un instrumento que permitiría acceder a toda la información en igualdad de condiciones, sin censura y a gran velocidad.» Una mitología que «promovió Internet como una industria limpia y sostenible, vinculada con la contracultura ecologista de California». E incluso, citando a César Rendueles, un ciberfetichismo que supone casi «un determinismo tecnológico de carácter mesiánico que es apreciable en los imaginarios más cercanos a lo que se ha dado en llamar turbocapitalismo o capitalismo de Silicon Valley [en el que] destaca la idea de sublimación de lo digital, como una reedición en las nuevas tecnologías actuales de las promesas de felicidad y bienestar absoluto, […] un optimismo tecnológico que nos invita a vincular la Red solo con elementos positivos y a entender sus amenazas como excepciones a la regla que pueden ser solventadas si cedemos libertades individuales a los gobiernos».

Sin embargo, también a lo largo de la obra, se nos advierte constantemente de que «Un exceso de fetichismo de la tecnología como modo de cambio del mundo es peligroso para la promoción real de la democracia (Mozorov, 2011)» De que es imprescindible una reflexión alejada de esa especie de ortodoxia mitificadora que no hace sino dificultar una aproximación objetiva al fenómeno tecnológico, su implantación y sus efectos políticos, económicos y personales.

Y finalmente, se nos dice que «esa mitología […] sacraliza una conectividad que [sin  embargo, en muchas ocasiones] se conduce primariamente por motivos geopolíticos y económicos antes que humanitarios y democráticos». Y que «esa (¿mágica?) identificación  [choca con las realidades de] la estrategia de empresas o gobiernos para espiarnos, controlar la información y los contenidos. Los monopolios en la Red, la tremenda explotación en empresas pertenecientes a la más alta aristocracia de Internet, la constante reducción de la privacidad de las personas o la defraudación tributaria».

De nuevo, pues, la tensión entre una Red liberadora o un foco de dominación.

Referencias

Poder e Internet, extracto completo en “Pensar los medios”

PODER E INTERNET, un análisis crítico de la Red, Rafael Rodríguez Prieto, Fernando Martínez Cabezudo,Cátedra, Signo e imagen, Madrid, 2016