Marcelo Lacanna
Publico hoy una larga serie de fragmentos sacados de un post del argentino Marcelo Lacanna en su blog, que aclaran algunos extremos sobre Facebook, los derechos de autor, la privacidad y el carácter permanente de los datos que publicamos en la red. Es largo, pero merecen la pena. (He respetado la ortografía argentina. Los destacados en negrita son míos)

«Y resulta que ayer todo el mundo se desayunó con el temita ése del Facebook, la privacidad de los datos y el “uh, ¿entonces esa huevada que dije va a quedar ahí para siempre?”. Je, je. Mirá cómo me río. Je, je.

[…]Facebook (una plataforma de publicación en Internet administrada por una empresa privada. Como Twitter, como Blogger, como YouTube, como Taringa…) hizo públicos sus nuevos “términos de servicio”, dando cuenta de que:

1.   Al escribir algo en Facebook [.…]estás autorizando a Facebook a publicar esta información y compartirla con otros usuarios de Facebook.

2.   Esa información puede quedar ahí hasta el año del arquero, el cierre de Facebook o el fin del mundo, lo que ocurra primero. […]

Y parece que mucha gente se indignó, y amenazaron con borrarse de Facebook, y organizaron un boicot contra Facebook y no sé qué más, tanto que tuvo que salir el capo de Facebook a decir que “me parece que no entendieron nada, pero bue, no se pongan así, volvemos todo atrás, volvemos todo atrás… qué carácter, che…” y decidieron anular los nuevos términos de servicio y volver a la versión anterior, que dice más o menos lo mismo, pero escrito de un modo distinto.

Y yo leí los “nuevos” términos de servicio de Facebook y los “viejos” términos de servicio de Facebook (y que ahora vuelven a ser los “nuevos” términos de servicio de Facebook) y pensé: ¿Y? ¿A qué viene tanto alboroto? […] Hasta que entendí: recién ahora se habían dado cuenta. Millones de usuarios de Facebook se habían dado cuenta de algo. Algo que yo sabía, algo que millones de personas sabían… pero algo que –evidentemente- otros millones de personas no sabían.[…]

Aclaración n° 1: Todo este asunto del Facebook no tiene un pedo que ver con los derechos de autor o la propiedad intelectual

[…]Pensemos un minuto, que de eso se trata. Facebook es una empresa que vale –moneda más, moneda menos- cuatrocientos cincuenta mil sextillones de dólares. ¿En serio vos creés que Facebook va a sacar un libro con los textos que vos publicás? ¿O con las fotos en baja resolución que subiste a tu álbum “Navidad 2008”? […]

Lo que sí hace Facebook es hacerte aceptar unos “términos de servicio”, según los cuales vos le das toooooooodos esos derechos para que los tipos puedan publicarlo en Facebook… que es al fin y al cabo lo que vos querés. Es como decirles: «mirá, Facebook, cada vez que yo suba una foto en culo, o mi opinión sobre tal cosa, yo te autorizo a que vos las publiques en tus servidores y en las páginas del dominio ése tuyo, www.facebook.com, que es tuyo, no mío«. Pero es porque son norteamericanos. Y vos viste cómo son los norteamericanos. Ellos se tienen que cubrir poniendo tooooooooodo por escrito y tooooooooodo es fully granted, neverending, non-binding, for all purposes…

Es como con el café. Vos pedís un café caliente y te lo tienen que dar en un vasito que dice: “WARNING: THIS COFFEE MAY BE CALIENT!”, porque si no vos vas, te quemás la trompa como un boludo y les hacés un juicio por cien millones de dólares por no haberte advertido que el café caliente que vos pediste estaba caliente. ¿Se entiende?

 […].Y si no te gusta, no lo escribás en Facebook, que al fin y al cabo no es tuyo, ni de tu amigo Pirulo, ni un servicio público, sino un sitio comercial como cualquier otro. […]

Nadie te obliga a usar Facebook, macho. Es un página comercial, como cualquier otra. Sólo que gratuitamente (por ahora) te permite usarla sin mayor complicaciones […] Si te gusta, bien y si no también. Y si no, ¿sabés qué? Si tenés algo que decirle a tu amigo, llamalo por teléfono. O mandale una carta. O comprale un osito de peluche de verdad y regaláselo y listo. […]

Aclaración n° 2: Y… nnnop… La verdad es que muuuuy privado no es

Otro tema que está causando estragos en el sistema nervioso de millones de usuarios de Facebook es la cuestioncita ésa de la privacidad de la información. Esta no es precisamente una gran novedad, [pero] parece que recién ayer mucha gente se desayunó con que andar pelotudeando en Facebook no es lo mejor que se puede hacer si uno es muy celoso de su privacidad.

Pero esto no es culpa de Facebook, tampoco. Hasta donde yo sé, Facebook no espía a la gente, ni es un Gran Hermano, ni es un servicio de inteligencia. No. Facebook almacena y muestra información sobre vos, que VOS decidiste hacer pública, o que alguien (un amigo tuyo, por ejemplo) decidió hacer pública. […]

Por supuesto que Facebook tiene unas novecientas mil opciones para ajustar tu –llamémosla- “privacidad”, gracias a las cuales vos podés indicar quiénes querés que vean tus fotos (si todo el mundo, si sólo tus amigos, si tus amigos y los amigos de tus amigos, si tu mamá), quiénes querés que lean tu muro (si todo el mundo, si sólo tus amigos, si tus amigos y los amigos de tus amigos, si tu mamá), y quiénes pueden ver tu perfil y quiénes pueden ver lo que respondiste en el test: “Do you swallow or do you spit?». Pero de ahí a pedirle al usuario medio de Facebook que lo sepa usar… […]

Todos conocemos usuarios de Facebook que no entienden la diferencia entre el “Enviar un mensaje (privado) a Pirulito” y el “Escribir en el muro de Pirulito”, […] O ya a un nivel de torpeza patológica no diferencian entre el mensaje privado, el muro y su propio estatus (el Fulanito is…), por lo que hay no pocos pelotudos con estatus como Fulanito is sí, juas, ya le dije a Felipe.[…]

Estamos viviendo tiempos muy modernos, muchachos. Tiempos muy excitantes, muy divertidos, muy tecnológicos, con mucho Facebook mobile for iPhone, mucho Twitter, mucho blog y mucho “what are you doing right now?”. Tiempos donde la privacidad es un concepto cada vez más abstracto. Tiempos donde el secreto más oscuro de una persona está a la vuelta de un forward de un mail equivocado.

Pero si te metés a boludear en Facebook, sabé que estás jugando un juego en el que en cualquier momento el viento te da vuelta la carta más brava. […]
Aclaración n°3: Y sí, es para siempre. Lola.

Aparentemente, el grueso del alboroto […] alrededor de Facebook fue debido a una clausulita que decía muy explícitamente que lo que uno escribía, posteaba o publicaba en Facebook quedaba ahí por el resto de la cosecha, aunque el usuario decidiera dar de baja su cuenta.

¿¿¿Cómoooooooooo??? ¿Que si yo me borro del Facebook y doy de baja mi cuenta, todo lo que yo escribí va a seguir ahí?  Y… sí. Claro. ¿Cuál es la sorpresa?

Nuuuuuuu, no puede ser… A ver… Todo muy lindo el Facebook y los uinipús y el muro y el “puto el que lee” a mi amigo Pirulo y mi grupo de neonazis comunistas sionistas, pero… A ver… ¿Vos me estás diciendo que cuando a mí se me pase el pedo atómico que hoy por hoy me hace hacer estas pelotudeces y decida tomarme la vida en serio… todo eso va a QUEDAR?

Ajá.
No, pará boló, me estás asustando… Porque, a ver… Me estás haciendo poner nervioso… Je, je… Porque resulta que hoy soy un pelotudo sin más talento que el necesario para escribir 200 mensajes de muro por día, del tipo: “DIOSAAAAAA!!!! ESTAS DEVEEEENA ¡¡¡¡ SABESSSSSSSSS CUANTOOOOOOOOOO TE QUIEROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO”, […] o de copiar y pegar publicando como mías frases chotas como: “AMAR ES NUNCA TENER QUE PEDIR PERDON”, pero… esto es una etapa… Es una fase… Algún día yo pienso evolucionar a un coeficiente intelectual mayor a los dos dígitos, o conseguirme un empleo, o aprender a escribir en castellano, o algo así, y entonces no voy a querer que la gente piense que yo todavía creo que «amar es nunca tener que pedir perdón» es una buena frase en serio, o que yo en el verano del 2009 me curtí un pibe… ¿Me estás diciendo que eso no se borra?

Nnnop. No se borra. No se borra, de la misma manera en que no se borra un mail que vos hayas enviado en el pasado. Si yo te mando un mail a vos diciéndote cómo te quiero mi cuchipuchi lindo, te quiero un montontón, cuando yo te deje de querer (o vos a mí), por más que yo borre ese mail de mis “elementos enviados” no lo voy a borrar automáticamente de tu bandeja de mensajes recibidos. ¿Eso se entiende, no? Es bastante simple. Vamos, hasta vos lo podés entender… Vamos de vuelta. Yo te mando un mail. Te llega y lo leés. Al año, yo me arrepiento y lo borro de mis mensajes enviados. ¿Entendés que NO LO ESTOY BORRANDO de TUS mensajes recibidos, no? Bien. Ahí vamos. Bueno, ahora imaginate que cuando vos escribís un mensaje en el muro de Pirulito le estás enviando un mail con copia a un montonaaaaaaaazo de person…

¡Mentira! ¡Mentira! ¡Yo le escribí “Puto el que lee” en el muro a Pirulito pero era sólo para él, porque Pirulito es mi a–mi-go y no es para que eso esté dando vueltas por ahí y…! […]

Vamos a hablar un poco en serio. Cuando uno publica, en el sentido de “hacer público” algo, un texto, una foto, incluso un comentario boludón como puto el que lee o JUAAAAAAAAAASSSSS QUE BUENA ESA FOOOOOOOTO POR DIOSSSSSSSSSSS SOS LO MASSSSSSSSSSSSSS GENIOOOOOOOOOO, se está haciendo cargo de que eso es para siempre. Eso es, precisamente, lo que significa publicar.

Cuando uno publica algo en un medio, en forma profesional o amateur, aunque a uno le paguen o no, sea un medio digital o en papel, uno se está haciendo cargo de que está comunicando algo (sea la teoría de la relatividad o puto el que lee o te quiero muchésemo) y que vos después no lo podés borrar. Aunque te arrepientas. Aunque hayas cambiado de opinión.
Y eso no tiene nada que ver con los derechos de autor, ni con la propiedad intelectual. Nada que ver. Eventualmente, los derechos de autor y la propiedad intelectual tienen más que ver con el hecho de que alguien (vos, un tercero, un turro) haga o no haga plata con lo que uno escribió, o que se arrogue la autoría de algo que uno escribió. No tiene nada que ver con la posibilidad o imposibilidad de hacer desaparecer lo que uno ya escribió.
Y esto es así, y siempre fue así, antes del Facebook y antes de la Internet.

Miren: es mucho más fácil de entender si retrocedemos un poco en el tiempo hasta antes de la aparición de Internet.

Cuando uno publicaba algo en una revista de papel como la Sex Humor, estaba diciendo “miren, yo me llamo Marcelo Lacanna y digo esto”, ponele: “las mujeres no saben bajar del colectivo en movimiento sin dar un espectáculo lamentable”. Y pum. Eso se publicaba y se imprimían no sé cuántas copias y la gente compraba la revista y se la llevaba a su casa.
Y eso queda. Queda en la casa de la gente hasta que la última Sex Humor sea desmenuzada por el viento, o por el envejecimiento mismo del papel. O usada para hacer el fuego en el primer asado, eso no viene al caso a los efectos de este ejemplo.[…]

Entre publicar una nota en una revista y publicar un mensaje en el muro de alguien en Facebook (o en un blog, o en un foro) no hay taaanta diferencia. […]

La verdadera gran diferencia que yo encuentro entre publicar algo en una revista de papel y publicar algo en Facebook o en un blog es la facilidad, la gratuidad y la inmediatez.

 Pregúntenle a cualquiera al que le hayan publicado una carta en cualquier medio gráfico de papel-papel: la revista Humor, el diario La Nación, cualquiera. Casi invariablemente va a sentir una pequeña vergüencita. A lo mejor ya no siente tanta indignación como la que sintió cuando se sentó a escribir esa carta. A lo mejor se arrepiente del tono, o del estilo, o de las palabras que usó. Es normal, es lógico. Uno cambia. Uno madura. Uno mejora.

Y que conste que esa carta ha pasado un montón de barreras, un montón de filtros. Muchos de estos filtros, propios del autor. Me explico: uno se indignaba con algo que dijo, no sé, el Presidente. Y sentía una imperiosa necesidad de comunicar su indignación, su furia, su opinión. E iba y escribía una carta. Y la escribía de nuevo. Y la pasaba a máquina (en los diarios y las revistas siempre se pedía que se escribiera a máquina). Y la firmaba e iba al quiosco y sacaba una fotocopia de su DNI (siempre para publicar una carta de lectores se pide el documento; no es ningún requisito legal sino otro filtro del tipo: “pensalo bien, boludo, pensalo bien”). Y ponía la fotocopia del DNI y su inflamada carta en el sobre. E iba al Correo. Y compraba las estampillas. ¡Pagaba por las estampillas! (he ahí un filtro económico). Y despachaba la carta. Y espeeeeeraba. Y la carta llegaba a la revista. Y era una revista quincenal y ya estaban cerrados los dos números siguientes. Y la carta salía publicada dos meses después de que el tipo la escribió, y cuando salía publicada resulta que el tipo ya no sentía tanta furia y los familiares le pedían que por favor que no volviera a escribir semejante pelotudez porque después a los chicos los cargaban en la escuela.

Con el Facebook, no. Uno ve que un amigo puso algo en su estatus o publicó una foto, y en medio segundo se le ocurrió un retruque ingenioso. En tres cuartos de segundo, ya lo publicó. Y a lo mejor después resulta no era taaan gracioso. O taaaan oportuno. O taaan cómodo de leer, quince años después, junto a la patrona y los chicos.

Si yo le quiero decir algo en privado a un amigo, se lo digo personalmente, o por teléfono, o por mail. Si se lo escribo en el Facebook, es porque acepto (vamos, en realidad es porque QUIERO) que lo lea ese amigo y los amigos de sus amigos, y mis amigos (hablando siempre de “amigos” en el sentido que Facebook le da a esta palabra, ¿no?). […] Lo que pasa es que como todo es tan rápido… No tuve tiempo de pensar…”.

De eso se trata, precisamente: de pensar.

A veces es bueno tomarse un segundo para pensar. Hasta para escribir algo en el Facebook.

Y, por cierto, hay gente que no puede pensar bien, aunque le des todo el tiempo del mundo[…]»

Se puede explicar más corto,  pero no tan claro y pelotudamente irónico y divertido.

Pensá antes de publicar, que diría Macanna.