Llevamos ¿quince años? combatiendo en la arena intelectual del medioambiente simbólico la ambigüedad engañosa, torticera y deformadora de la oposición “nativo-emigrante” que Prensky tuvo la ocurrencia de alumbrar.
Una oposición basada en una hipótesis que iba por completo contra el sentido común y que, sin embargo, fue aceptada de inmediato por la comunidad científica, por la prensa y por la sociedad entera. Que la comunidad científica la recibiera con entusiasmo es preocupante porque dice mucho de cómo está dicha comunidad y lo que tiene de científica. Pero fue mucho peor en sus consecuencias para la sociedad porque en esa oposición se escondía -como ya hemos explicado en otro post- «no una descripción neutra, sino una oposición maniquea y cualitativa –hábil/torpe, listo/tonto, preparado/no preparado, joven/viejo...– que de inmediato prestigió lo nativo y desacreditó lo emigrante provocando el denominado complejo Prensky: una especie de inferioridad generacional previa a cualquier posicionamiento frente a la tecnología. En Educación, indujo por la misma rrazón a la fijación del tópico de la llamada brecha digital, un concepto acuñado en principio para categorizar diferencias económicas y sociales en el acceso a la tecnología que aquí se convierte en una brecha generacional: los alumnos y los hijos, solo por serlo, tienen un cerebro distinto y son mucho más hábiles que sus profesores y que sus padres yendo siempre por delante de ellos en el uso y productividad tecnológicos. De ahí se han derivado toda una serie de afirmaciones igualmente tópicas en relación con el aburrimiento de los alumnos en las aulas, el uso de las TICs y la introducción de las redes sociales en la educación sin las que los alumnos son incapaces supuestamente de acceder al aprendizaje ya que no solamente hacen cosas distintas, sino que son diferentes y hay que enseñarles por tanto con diferentes metodologías. Tópicos sin base alguna, digo, porque para nosotros siempre ha sido obvio que el uso de la tecnología no es una cuestión de habilidad de los pulgares en la pantalla o en el teclado, sino que es un problema de productividad y rendimiento o de pasividad y pérdida de tiempo. Es decir, en la tecnología de la comunicación y la información y especialmente en internet y en las redes sociales, la competencia no viene dada por el tiempo que se pasa en ellas, sino por la utilidad que se les puede sacar en cada visita».
Un artículo de El Mundo reseña un libro recién publicado con el título de «Los Nativos Digitales no existen» en donde, por fin, una serie de expertos que han estado callados y utilizando dicha fórmula una y otra vez (Enrique Dans, Genís Roca, Juan García, Andy Stalman, Dolors Reig o Borja Adsuara), afirman ahora que nuestros hijos y alumnos no llevan la tecnología en los genes y que están, por el contrario con unos nivels de competencia digital bajo mínimos porque utilizan la tecnología no para lo mucho que esta puede dar de si, sino básicamente para entretenerse, compartir, alimentar su perfil y hacer el gamba en la red.
La coordinadora del libro –Susana Lluna– se atreve a echar la culpa a los padres que los han abandonado como huérfanos en la red. Lo dijimos entonces y lo repetimos ahora: quince años de oír repetido una y otra vez lo listos que eran los chicos solo por haber nacido y lo tontos que éramos los demás solo por haber llegado tarde son muchos años para que toda una generación de progenitores se atreviera a intervenir ante tanta habilidad innata. Y era, además, todo tan bonito, tan ciberoptimista, verles desde pequeños con las tabletas y el ordenador y luego el smartphone mostrando tanta destreza, que a cualquier padre se le caía la baba de gusto viéndoles teclear a tanta velocidad mientras ellos apenas si podían entender cómo se encendía el móvil.
Ahora, quince años después, resulta que no solo no eran tan listos, sino que son en realidad, patosos digitales, y que, en palabras de Enrique Dans, «las promesas de una generación capaz de entender el funcionamiento de las herramientas han resultado ser completamente falsas: salvo en casos excepcionales, hablamos de una generación que se limita a utilizar las aplicaciones que les vienen dadas, e incluso usuarios simplistas, que emplean un número muy limitado de herramientas para muy pocas funciones». ¡Ah, caramba! O sea que falsas las promesas de la ciberutopía… Vaya, vaya, vaya… Me temo que desgraciadamente no serán las últimas rectificaciones que la vida real les va a obligar a hacer a algunos.
Dicen que dice el libro que además de acompañarles en el uso de la tecnología en lugar de limitarse a comprársela, hay que enseñarles a desconectar y crear espacios sin tecnología… Un poquito tarde ¿no?
En fin, más vale tarde. Bienvenida sea la rectificación. Pero habrá que repetirla y vocearla un poco para que llegue a anular el mensaje anterior que de tan repetido, se ha grabado a fuego. Recuerden: desde ahora no son nativos, son patosos digitales.
Referencias
No son nativos y emigrantes, sino residentes y visitantes, post del blog
Verdadera pasión por el tema se percibe al leer este comentario . No deja ni un resquicio a la duda . Menos mal que al final abre un poco el corazón al lector presentándole una esperanza, no todo está perdido, aunque sea tarde hay que felicitarse por la conclusión
Lo cierto es que no importa mas que la rentabilidad del dedo. Pensar no merece la pena, formarse menos. Hay que «vivir» sea como sea
¡Caramba!, ¡Teresa! ¡Tú por aquí! Te agradezco en el alma el comentario. Bienvenida. No dejes de volver