El carácter central de objeto de consumo es una de las características del concepto de persona en el mercado mediático actual. Ya lo hemos descrito y criticado en otras ocasiones. También hemos hablado del nuevo concepto de prosumidor que acompaña a muchos de nuestros nuevos hábitos de consumo tecnológico. Ya hemos visto como somos la mayor parte de las veces  consumidores consumidos cuando creemos estar realizando un simple acto de ocio como ver la televisión.
Siempre hemos sido los objetivos de los estudios de márquetin para conocernos a fondo para luego utilizar nuestras constantes vitales en el lanzamiento de los productos.

Necesitan saber de nosotros, conocernos, situarnos para establecer después con mayor eficacia las estrategias de venta de sus productos. La publicidad nos persigue hasta ser parte de nuestras vidas de  una manera tan constante que pone en serio riesgo su propia eficacia por saturación.

Pero ahora, directamente, nos venden. Cada vez son más las empresas que negocian con la información que extraen –no siempre con las mejores armas– de foros y redes sociales, gracias a una tecnología que rastrea en las pantallas y se aprovecha de la falta de regulación. Cada vez son más las empresas que utilizan la tecnología  llamada ‘scraper’ –rascar o rastrear, en inglés- , para reconstruirnos y vendernos luego al mejor postor por un precio que puede oscilar entre 1.500 y 10.000 dólares por encargo, según una investigación publicada en The Wall Street Journal.

En cualquier sitio de Internet existen barreras para impedir el avance de los robots de búsqueda no deseados, como los códigos de letras cambiantes y desdibujadas –captchas– que tratan de comprobar que al otro lado de la pantalla hay un ser humano.  Pero a medida que la tecnología avanza con rapidez, la seguridad no lo hace con la misma eficacia. No digamos las leyes. Hay mucho que hacer. Pero, mientras tanto, es preciso que recordemos que un ordenador conectado es un ordenador abierto y que la intimidad aparente de nuestro hogar es sólo un espejismo.