Norte y Sur
Muchas veces hemos comentado la perversa tendencia de la información actual hacia el dramatismo y el morbo. La retina ha sustituido al cerebro como órgano central de nuestro entendimiento: será mucho más frecuente el manifestante-cojomanteca-rompefarolas que la sensata reflexión del experto; la fotografía de la violencia y la destrucción, frente a la difícil imagen invisible de la paz.
Otra de las características de nuestro mundo informativo es la abundancia del suceso local frente a la falta casi absoluta del análisis global. No es que las cámaras estén sólo presentes callejeando en la acera de enfrente, que también, sino que nos vemos envueltos a menudo en la contemplación de acontecimientos insignificantes de Calcuta o San Francisco, con tal de que tengan el ingrediente común de ser sucesos visualmente llamativos aunque su contenido informativo sea cero. Así, mientras el mundo se hace más global y complejo, nuestra información se hace progresivamente más simple y municipal y el agujero a través del cual nos asomamos a la realidad, en vez de ensancharse, cada vez se parece más al de una cerradura o al ventanuco de un patio de vecinos.
En esa visión deformada de la realidad quién más sufre es de nuevo el más indefenso. El Sur no sale en la foto o sale constantemente desenfocado por la mirada del Norte. La imagen del sur, como dice Ramonet, siempre está orientada en dos direcciones opuestas e igualmente falsas y deformadoras: la del suceso de las noticias (como un infierno de pobreza, guerra y catástrofes) y la del glamur de la publicidad (como un paraíso de playas exóticas, hamacas, palmeras y selvas vírgenes). Siempre como objeto, nunca como sujeto porque no produce su propia información sino que depende por completo de los ojos del Norte: 4 de cada 5 mensajes audiovisuales emitidos en el mundo provienen de EEUU. Esta proporción se mantiene desde 1980 hasta hoy.
En el mundo global supuestamente iluminado hasta el último de sus rincones por los focos de la información en forma de vídeo de You Tube, aún quedan muchas zonas de sombra. Aunque las dificultades de trasladar un equipo audiovisual humano y técnico se han simplificado mucho, sigue habiendo una enorme cantidad de superficie terrestre en el silencio visual. Igual que cuando uno maneja Google Earth descubre que queda mucho mundo no disponible, en el mundo de la información, también el mundo es de primera clase, de segunda y aún de tercera. En un mundo de imágenes, la imagen del mundo reproduce las mismas desigualdades que imperan en el mundo económico global, no porque las refleje tal como son, sino porque colabora a aumentarlas.
Hoy la desigualdad no es sólo un tema del distinto acceso a bienes materiales. Hay otra desigualdad, cada vez más aguda: por un lado la de los informados y los desinformados; por otro, la de aquellos de los que se informa y aquellos de los que no sabemos nada porque los focos están apagados y los micrófonos inactivos para ellos.
Como siempre, sólo nos salvan los libros que pueden penetrar allí donde las cámaras no llegan.
Vean televisión, no la consuman o serán consumidos por ella.
Bravo!
Estupendo post. Sólo un suave «enganchón»: ¿Porqué «en esa visión deformada de la realidad quién más sufre es de nuevo el más indefenso? Es un pregunta. Ahora me hago otra: ¿Porqué sufren menos los menos indefensos? Por ejemplo: Si de cada 5 mensajes audiovisuales emitidos, 4 provienen de EEUU. ¿no sufrimos todos los receptores la misma indefensión?
Me apunto a la visón del Sur apuntada por Ramonet y al acierto y verdad de tu reflexión «Norte/Sur».
Muy interesante. Mucho progreso pero volvemos a la Edad Media intelectual.