Guardo una referencia de Ángel Fernández en un ejemplar de El Mundo de 2004. No me importa la distancia temporal, el que me haya ido leyendo lo sabe. (No sólo no me importa, sino que me suelo separar adrede de la actualidad). Puede que en los consumos haya habido algún cambio -al alza por supuesto-, pero lo realmente interesante del estudio que cita es la interacción entre padres e hijos alrededor de la tele.
El informe se llama Situación Social de la Infancia en España, encargado por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales a la Universidad Pontificia de Comillas y, dirigido por el sociólogo Fernando Vidal, contiene un apartado dedicado a la infancia y la televisión que subraya la preocupación social que existe por el tiempo que los niños pasan ante la pequeña pantalla. Los datos que aporta son preocupantes aunque, como siempre, no preocupen a nadie.
Los niños comienzan a ver la televisión en torno a los dos años y medio y le dedican, según ellos mismos, dos horas en los días laborables y tres en los festivos. Con estos datos se calcula que un niño, cuando cumple 15 años, habrá visionado aproximadamente 12.000 horas de televisión: 17 meses viendo la televisión día y noche. (Y cuando tenga 80 habrá estado una década entera de su vida aproximadamente ).
Existe un pe-que-ño desajuste entre las respuestas paternas y las de los niños: mientras un tercio de los padres valora que sus hijos ven la televisión porque los programas son buenos, sólo respalda esa opinión el 20% de los niños. La mitad de los padres cree que sus hijos la ven poco (44%) o muy poco (6%). Los hijos se muestran más severos consigo mismos: el 17% cree que ve la televisión mucho y el 41% estima que bastante.
Y aquí va lo bueno: «Los padres desarrollan un discurso agudamente crítico contra el excesivo tiempo de visión infantil, pero raramente asumen que sus hijos forman parte de este fenómeno que critican». Son los hijos de los demás los que ven mucha tele igual que son los demás los que también la consumen en exceso, ellos no. Por ello, entre otras razones, «en la familia apenas se adoptan estrategias para intervenir a propósito de la influencia de la televisión».
A los padres, sin embargo, «en el discurso doméstico, la televisión les preocupa casi únicamente como pérdida de tiempo, mientras que en el discurso social les preocupan sus contenidos». La distancia entre discurso público y práctica privada también se demuestra en el mal juicio que merece la violencia cuando los padres hablan entre ellos y «la intervención en el ámbito doméstico que exclusivamente se realiza con contenidos eróticos».
Y las penúltimas perlas:
- La relación del niño con la televisión es bilateral, no interviene nadie más, ningún adulto que la filtre o le acompañe. «Los padres simplemente son vistos como espectadores que tienen el poder (mando) sobre la televisión, nunca como mediadores».
- Los chavales confiesan que la segunda razón para ver la televisión es que «no tienen ninguna otra cosa que hacer o porque no tienen con quién hablar o jugar».
- El uso que los padres hacen de la televisión como herramienta de sanción, regalo o castigo, refuerza «la representación de la televisión como un bien propio, logrado por parte del niño como una gratificación».
Y, ahora sí, la última. Una de contenidos:
La revista Consumer analizó 103 horas de programación con contenidos para niños de 11 canales españoles de televisión. Su conclusión fue decepcionante: «la gran mayoría de los contenidos son técnicamente pobres, artísticamente lamentables y transmiten valores poco adecuados para los niños».
Vean televisión, no la consuman o serán consumidos por ella. Y, si es usted padre, revise como anda de coherencia.
Pues si lo dicen los chicos … así es.
Una vez me dijo mi padre, cuando yo me andaba estrenando de ídem, que «los niños siempre dicen la verdad». O si se prefiere, «nunca mienten».
Aunque parezca mentira, hoy estoy de acuerdo con mi padre (cuando me lo dijo no lo estuve). Los niños no mienten ….. hasta que alguien les enseña a hacerlo. Por ejemplo. la tele.
Sin duda, las incoherencias de los padres frente a la T.V. apuntadas en el 2004, persisten en la actualidad aumentadas y corregidas …. siempre a peor. Y es que la tele es una enfermedad personal que sufrimos en soledad, avergonzados, cual si de lepra mental se tratara.
José Luis.