Aunque ya ha salido citado en otros pots, puede que alguien se pregunte porqué en los imprescindibles de este blog figura el libro de Neil Postman, Divertirse Hasta Morir. Este post lo quiere aclarar un poco.
Postman nos advierte de dos profecías apocalípticas contemporáneas que pudieron marcar la historia del siglo XX. Ambas nos describen el mismo peligro, la pérdida global de la libertad personal, pero lo hacen desde extremos contrapuestos:
«Orwell —nos dice— advierte que sobrevendrá sobre nosotros una opresión impuesta externamente. Mientras que en la visión de Huxley, ningún Gran Hermano será necesario para privar a la gente de su historia, madurez y autonomía. Tal y como él lo vio, la gente llegará a amar su opresión, a adorar las tecnologías que deshacen sus capacidades para pensar.
Lo que Orwell temía era a aquellos que prohibirían los libros; lo que temió Huxley era que no hubiera ninguna razón para prohibir los libros, porque no habría nadie que quisiera leerlos. Orwell pensó que se nos privaría de la información; Huxley que sería tan abundante que nos reduciría a la pasividad y el egoísmo. Orwell profetizó que la verdad nos sería ocultada; Huxley que sería ahogada en un mar de superficialidad. (…) En 1984, la gente era controlada mediante el dolor. En Un Mundo Feliz, lo era mediante el placer. En definitiva, mientras que Orwell temió que aquello que odiamos sería nuestra ruina; Huxley temió que nos arruinaría lo que amamos.»
¿Les suena? ¿Tiene un poco que ver con lo que nos está tocando vivir o son elucubraciones mentales mías?
La existencia de dictaduras marxistas y el silencio culpable de cierta izquierda que no quiere aprender del pasado hace que nunca debamos bajar la guardia para preservar nuestra libertad, pero no parece que el Gran Hermano de 1984 sea hoy una amenaza. Sin embargo, ¿no se materializa ante nuestros ojos el triste Mundo Feliz de Huxley con la telerrealidad del Gran Hermano televisivo punta del iceberg de una cómoda tiranía de la que disfrutan millones de insatisfechos telespectadores?
Sí, «somos un pueblo al borde de divertirnos hasta la muerte… una población distraída por trivialidades»…una audiencia teleadicta y adolescente, presa del entretenimiento, impenetrable a las ideas, cegada por el brillo deslumbrante de los focos del espectáculo y de las imágenes.
[Y si] «…Todo nuestro pasado nos ha preparado para reconocer y resistir una prisión (…) ¿Quién está preparado para luchar contra un mar de diversiones? (…) ¿Cuál es el antídoto para una cultura que se consume en risas?
(…) «El problema no está en qué mira la gente, sino en el hecho mismo de mirar. Por eso la solución tiene que encontrarse en cómo miramos. Y, sobre todo, en cuánto y por qué miramos. (…) Ningún medio es excesivamente peligroso si los usuarios perciben sus riesgos. (…) es suficiente hacer las preguntas. Preguntar es quebrar el hechizo (…) [Porque] lo que afligía a la gente de Un mundo feliz no era que estaban riendo en lugar de pensar, sino que no sabían de qué se reían y por qué habían dejado de pensar».
Se puede decir más fuerte, pero no más claro. Así que, como siempre, depende nosotros: usemos la televisión, la tecnología, las tecnologías, no las consumamos o seremos consumidos por ellas. Placenteramente, pero consumidos.
Sarna con gusto no pica. Pero yo no quiero morirme, idiota, de la risa. Prefiero ser yo mismo, incluso muerto.
“Preguntar es quebrar el hechizo” ¡qué joya para la vida moderna! Aún antes de ser capaces de formular la primera pregunta, la sola actitud de “poner en cuestión” , de “querer preguntarse”, ya es terapéutica en sí misma. De abundar resueltamente en dicha voluntad y haberse distanciado críticamente de la condición de “atontado” habrá de llegar, sin duda, la autoredención.
Orwell y Huxley, ejemplifican el ejercicio de la libertad al interrogarse sobre sí mismos y con solo eso. El resultado fueron dos concepciones del futuro (nosotros las llamamos “dos profecías”, pero ellos no quisieron ser profetas, ni establecer “predicciones” sino “concebir” un posible futuro) que aun radicalmente distintas en el fondo (concentración externa del poder frente a disolución del poder interno) y en la forma (las estéticas de sus creaciones), en el fondo son las dos caras de la misma moneda: la esclavitud, la pérdida de sí mismo.
En todo tiempo histórico el hombre se ha perdido a sí mismo cuando ha adorado becerros de oro, cuando vacío de sí ha querido rellenarse con dioses falsos. El dios falso de nuestros días es la materia, lo material. Lo que empezó como un lógico desarrollo económico de la industrialización, ha devenido en un capitalismo deshumanizador que se ha convertido en nuestro verdugo. En “1984 y Un mundo feliz” juntos y a la vez.
Yo no creo que el mundo se muera de risa, se ríe, sí, pero para no morirse de llanto.
Nada, que no he firmado antes.