En La mirada de la pantalla y en ¿A quién miramos? hemos reflexionado sobre algunos aspectos comunes a la percepción de imágenes. No me resisto a reproducir en esta serie de reflexiones sobre la mirada un breve texto de José Antonio Marina en, para mí, su libro más fresco y revelador, Elogio y Refutación del Ingenio. (Págs180-183)
Afirma Marina que el acto de ver televisión ha producido una auténtica revolución psicológica. Es decir, ver televisión, es una nueva experiencia perceptiva, una nueva manera de percibir la realidad que nunca antes se había producido. La realidad que vemos en televisión es una realidad distinta, nueva; una realidad devaluada, «una realidad convertida en juguete». Y lo explica así.
« Cuando en la pantalla veo volar un halcón,… percibo realmente el vuelo de un halcón que no existe. […] He subido a una montaña irreal que no me ha exigido esfuerzo; oigo el viento que eriza las cárcavas, pero no siento su furia; he fragmentado el mundo, he embutido un trozo de cielo y un ave rapaz en mi cuarto, y al mantener tan sólo las propiedades de lo real que puedo integrar en un juego, he efectuado una devaluación cómoda, práctica, divertida, soft, y he disfrutado con el resultado. […]
La aparición de lo irreal televisivo ha sido una revolución psicológica. Proporciona una información verdadera, tal vez en tiempo real, perceptiva y, sin embargo, fundamentalmente desrealizada. Esta fisura entre percepción y realidad nunca había existido. La televisión nos libera de la resistencia de lo real, sin anular lo real por completo. Al aligerarlo, me permite que utilice lo real para divertirme […] .
Esta irrealidad de nuevo cuño desactiva lo doloroso al convertirlo en espectáculo, es decir, en verdad desrealizada. Produce un placer distinto del de la mera fantasía. … […]
La pantalla es una representación mágica de lo que he llamado “el limbo de las equivalencias”. Es también el Rastro de las imágenes, el lugar donde se almacenan una vez desvinculadas. Cinco minutos de televisión hacen posible el feliz encuentro de imágenes de huelgas, navíos de guerra, bolsas de Nueva York y Tokio, enlazados por el rostro de una locutora que amablemente nos dice que mañana el tiempo será seco y que en el año próximo veinte millones de niños morirán de hambre. En un tiempo irreal donde las imágenes incrustan realidades fragmentadas, niños de vientres hinchados se yuxtaponen a una elegante modelo que nos incita a comprar un coche. Si rompemos la férrea coacción de la lógica televisiva, contemplaremos un espectáculo de greguerías.
He estudiado la irrealidad televisiva por su colaboración en la puesta en fuga de la realidad».
Televisión. Limbo de las equivalencias, rastro de imágenes, realidad devaluada, puesta en fuga de la realidad, espectáculo de greguerías, hormigonera electrónica, golosina visual, chicle de los ojos…: una nueva forma de percibir, una nueva forma de realidad, una nueva forma de ver, una nueva forma de mirar… de millones y millones de ojos cada día.
Y, sin embargo, no parece preocupar demasiado a nadie.
Vean televisión, no la consuman o serán consumidos por ella.
Muy interesantes éstos últimos estudios sobre la mirada.
Toda historia tiene su prehistoria y todo efecto tiene sus causas. Su sucesión en el tiempo y su engarce es lo que constituye el progreso presente que a su vez será causa de otros futuros progresos.
Digo esto porque, en mi opinión, sin necesidad de refutar los textos de Marina traídos al post -de los que difícilmente se puede discrepar– , no los creo sin embargo del todo exactos. La revolución psicológica, la nueva manera de percibir la realidad, la genuina nueva experiencia perceptiva debió acaecer, sin duda, con el advenimiento de la fotografía y posteriormente de su hermana menor, la cinematografía. Lo que sigue hasta llegar a la televisión es mero progreso tecnológico puro y duro. De alguna manera, la televisión era ya «esperada», mientras que la fotografía era «un viejo anhelo que aconteció» ….. y vino a perturbar radical y definitivamente nuestra percepción de la realidad. Por primera vez en la historia, el hombre poseyó una imagen real de la realidad (tardó mucho la crítica -y la experiencia sensible- en discernir que esa imagen de la realidad era tan sólo una «nueva realidad») y sin duda tuvo lugar una nueva percepción psicológica de lo real.
Resulta divertido observar cómo la analogía del gesto preciso para adquirir la realidad «desrealizada» se mantiene impertérrito desde el nacimiento de la fotografía hasta la era actual de las pantallas de home cinema: pretar un botón con un dedo. El del disparador en la remota cámara, el del interruptor de encendido en nuestras modernas pantallas.
Y no me resisto a señalar el romanticismo encerrado en aquéllas primeras pantallas de papel que fueron las copias fotográficas, en las que también aparecía un mundo fragmentado: un cielo, una rapaz, una esposa, unos indios, ……..
En resumen: la televisión es una revolución perceptiva «ma non tropo».
Ya hemos hablado en otras ocasiones de los diferentes grados de iconicidad desde la pintura hasta el cine, pasando por la imagen fotográfica.
Marina no plantea un problema de confusión con la realidad, sino un problema de identificación. La tele es «en vivo y en directo». La tele es mucho más que una representación cinematográfica, la tele es para el espectador medio realidad retrasmitida y por tanto real. Estamos allí sin haber estado nunca.
Ya digo que no trato de refutar a Marina sino de “completar” lo que dice opinando que, aunque el fenómeno que describe es masivamente nuevo, tuvo su germen.
Releo cuidadosamente los textos citados en el post y no hallo en ellos un solo elemento que contradiga lo que he escrito. Mientras, recreo en mi mente unas antiguas manos repletas de copias fotográficas de la nueva realidad y todo se cumple del mismo modo, al igual que si lo hago mientras leo tu comentario.
El asunto esencial es que en ambos momentos –aunque con distintas consecuencias– , en la antigua foto y en la moderna televisión hemos podido “estar allí sin haber estado nunca”. La crítica ha demostrado sobradamente, que ambas son identificaciones confundidas de la realidad. Por lo demás, sabido es que escribir es una cosa y que la vida siga lo escrito, otra bien distinta. Sinceramente, no me imagino qué cosa es un espectador medio por más que yo mismo use la expresión creyendo referirme a algo ….. que no sé definir.
Espero que estés de acuerdo en que el salto cualitativo que para la percepción psicológica supuso pasar de la representación artesana de la realidad a la de una imagen de la misma obtenida “tecnológicamente” (que poniéndonos en la época es como decir “verdadera”; de hecho durante muchas décadas se mantuvo la idea de que “la cámara no miente”, hoy felizmente desmontada porque sabemos ya que “quien miente es el cámara”) debió ser de mayor repercusión que el de pasar de ver los resúmenes del fútbol en el NO–DO a verlos en la recién nacida televisión.
Los aspectos de uso real de la “realidad televisiva” y su impacto real en la percepción psicológica de la realidad desrealizada, no digo yo que no sean unos u otros, como por ejemplo el de la “identificación”, pero sí digo que no consigo confiar plenamente en la literatura que de ello trata. Siempre veo al hombre escurriéndose de los papeles de los hombres.