Hoy ha muerto Miguel Delibes.
Él, que nunca quiso formar parte del medioambiente simbólico, fue en cambio símbolo permanente de una manera de escribir y de ser hombre. Huyendo del ambiente literario, de la videopolítica, de la fama y la imagen, de la verticalidad luminosa de las pantallas, se mantuvo siempre en la realidad horizontal y humana de la tierra que supo pisar y mirar como nadie. Él nunca será por eso un mito, será simplemente un ejemplo y una referencia realísimos. En su muerte, nos deja la herencia de una verdadera vida ordinaria y un auténtico y verdadero tesoro de palabras.
Ha muerto D. Miguel y la palabra, resucitada y renovada en sus libros, se ha quedado un poco huérfana. Porque los escritores, los buenos escritores, no son sólo contadores de historias, sino que ayudan a construir ese universo humano de símbolos, esa herramienta a través de la cual vemos el mundo, y la perfeccionan para que los demás podamos luego usarla con un rigor más amplio y descubrir y entender mejor a su través la vida. Desde el nacimiento del castellano, esa pléyade espléndida de artistas del lenguaje a la que él pertenece ha ido levantando y afianzando el riquísimo edificio de la lengua española. Esa herencia nos dejó y le damos desde aquí las gracias.
Preguntado por su epitafio, dicen que dijo: «Espero que Jesucristo cumpla con su palabra». Con esa misma honda esperanza le deseamos desde aquí el descanso y la Gloria. Descanse en paz.
Don Miguel está ya en la gloria de Dios y también en el Olimpo de los grandes escritores. En efecto, no fue un simple contador de historias (ahora tan en auge) sino que con su obra propone el análisis reflexivo de la realidad española desde una perspectiva profundamente ética; la literatura como propuesta moral con la clara intención de llegar al gran público.
La lectura juvenil de Cinco horas con Mario me influyó enormemente, por su dominio de la lengua y por su brillantez argumental y de análisis de la España del momento.
Ha muerto un maestro del idioma, un referente ético, un hombre cercano a la vida, sin auras divinas y con el polvo del camino pegado a su alma. Ha muerto un clásico, como Cervantes, como Galdós, como Larra, como Quevedo. Leamos a Delibes para ser más profundamente humanos.
Un placer.
Pedro.
Ví algunas entrevistas a Miguel Delibes, muy pocas, y me quedó grabada su extremada simpatía que el vehiculaba a través de su amable sentido del humor y su fino ingenio. Esos referentes son su regalo para mí.
Mi madre me dijo un día que cada persona al morir es como una biblioteca que se incendia, un saber que se pierde. En el caso de Delibes, nos deja una bien nutrida de obras estupendas pero, como mi madre, pienso más en la biblioteca de experiencia y sabiduría que hoy se ha llevado con él D. Miguel.
¡Qué pena!
Ví algunas entrevistas a Miguel Delibes, muy pocas, y me quedó grabada su extremada simpatía que él vehiculaba a través de su amable sentido del humor y su fino ingenio. Esos referentes son su regalo para mí.
Mi madre me dijo un día que cada persona al morir es como una biblioteca que se incendia, un saber que se pierde. En el caso de Delibes, nos deja una bien nutrida de obras estupendas pero, como mi madre, pienso más en la biblioteca de experiencia y sabiduría que hoy se ha llevado con él D. Miguel.
¡Qué pena!