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Delia Rodríguez

Memecracia, los virales que nos gobiernan, Cómo las ideas contagiosas usan internet para manipular tu mente, Delia Rodríguez, Gestión 2000, Barcelona, 2013

«¿Acaso no sabemos todos cuán relativamente fácil ha sido siempre perder al menos el hábito, si no la facultad de pensar? No hace falta más que vivir constantemente distraídos y nunca abandonar la compañía de otros».

Esta cita de Hannah Ardent nos sitúa muy bien en otro de los aspectos más interesantes que el libro destaca: estamos hablando de tecnología y de seres humanos y precisamente ser humano es nuestra debilidad… pero también nuestra fortaleza.

La vida en perpetua crisis, –dice Delia Rodríguez– inmersos en el entretenimiento, la prisa, sustituyendo la realidad por la hiperrealidad de las pantallas, el FOMO o Miedo a Perdernos Algo (Fear Of Missing Out), viviendo en las redes viendo la propia vida a través de lo que piensan los demás de nosotros mismos, en una especie de “pornografís lifestyle” por la que cada uno quiere ser portada de su propia revista y que los demás la compren, estar contento porque ese sucedáneo de nuestra vida es envidiado en Pinterest o en Instagram… Todo eso no es una obligación, sino una opción tomada a partir del juego tecnológico con nuestras debilidades.

«En algún sentido, internet es como el alcohol. Amplifica y acentúa lo que haríamos de todas maneras. Si quieres ser un solitario, te permite estar aún más solo. Si quieres conectar, te hace más fácil estar conectado» dice Esther Dyson.

Pero, como decíamos más arriba, nuestra condición humana es también nuestra fortaleza: «Hemos tenido el inmenso golpe de suerte de ser humanos además de ciudadanos y consumidores … Nuestro comportamiento … es imprevisible», nos dice Delia.  Eso nos salva. Aun con todos los datos de la Big Data recogidos en millones de clics, nadie ha sido capaz de establecer la regla de oro de la predicción de nuestra conducta.

«Culpamos a Google, a los medios, a Twitter … de la sobreinformación, cuando la culpa de la niebla mental que nos invade es nuestra y de quienes la emiten.» Pero, la autora, citando a Clay Johnson, nos recuerda que  «no decimos que la gente tiene una sobrecarga de comida, decimos que tiene un problema de obesidad».

«No existe una conspiración global que reúna a fabricantes de café, políticos, establecimientos de comida basura, bancos y cadenas de televisión para atontarnos … más bien… hemos dejado crecer una red de hábitos y creencias ideal para perpetuarse» nos advierte Delia.

Cambiarlos es nuestra responsabilidad. Podemos hacerlo aunque sea difícil. Podemos convivir de forma plena aprovechando las tremendas ventajas que la tecnología nos ofrece y evitando sus consecuencias tóxicas. Se trata de ser dueños y creadores de nuestros hábitos frente a la tremenda fuerza adictiva de las pantallas.

«Se puede entrenar la mente en el pensamiento crítico y crear el hábito de la sospecha: pararnos a pensar antes de enviar ese correo falso; frenarnos cuando nos dejamos llevar por el instinto primario de acoso; … decidir retirarle la atención a una cortina de humo», rechazar las estupideces, prescindir del móvil sin que nos cause un trauma, cultivar la libertad de desconectar, mantener el mando y el rumbo frente al espejo brillante de las pantallas, defender y cultivar los hábitos democráticos frente al poder de la Memecracia para no acabar en la Memocracia.

Cultivar lo mejor que tenemos de nuestra condición humana.

Amén.

Referencias

Síntesis del libro en nuestra página Pensar los Medios, sección Periodismo

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