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He sacado varias veces al blog el nombre de Matrix como expresión de esa vida virtual del medioambiente simbólico en la que tan fácilmente te ves sumergido y de la que, si no es con un esfuerzo de rebeldía consciente, no es tan fácil salir.
En esas estábamos cuando veo que en un libro de Ana Marta González, con el sugestivo título de Ficción e Identidad, ensayos de cultura postmoderna (Rialp, Madrid, 2009), en la colección de siete ensayos de que se compone, el primero se titula ¿Qué es Matrix? Una lectura filosófica.
¿Qué es Matrix?
«Matrix ―nos dice― es un mundo de apariencias; es la reproducción perfecta del mundo sensible; es una cárcel para la mente, es el sueño del hombre […] Es la caverna de Platón, llena, eso sí, de imágenes vívidas». En la misma película se nos dice que Matrix es «el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad».
¿Es posible salir de Matrix?
En el ensayo, la autora se pregunta «¿es posible salir de Matrix?» o lo que es lo mismo « ¿podemos trascender nuestras propias representaciones? […] Dentro de Matrix resulta difícil, pero no imposible plantearse si hay algo más allá».
Lo real no es lo sensible
En el fondo se trata de plantearse qué es lo real. «Si hay algo que queda claro en la película es precisamente esto: lo real no se puede confundir con lo que tocamos, sentimos, vemos, olemos… Todo eso ―todo lo referente a los sentidos― está garantizado en Matrix, porque todo ello puede ser suscitado mediante los convenientes estímulos neuronales: podemos tener la sensación de comer un bistec suculento y jugoso sin estar realmente comiéndolo».
Preguntarse es empezar a cambiar
«Plantearse la pregunta qué es Matrix equivale a disponerse para la búsqueda. Siempre ha sido así: la pregunta por el ser, la pregunta por la realidad, la pregunta por la verdad es el principio de una manera diferente de existir, aun en el mismo seno de ese Matrix. Se puede vivir en Matrix sumido en las representaciones, o se puede vivir ―como Morfeo, y de otro modo como Neo antes de ser liberado― rastreando ese Matrix en busca de la verdad».
Aunque para algunos, la ignorancia puede ser la felicidad
«Ciertamente ―continúa―, también se puede vivir en la realidad y querer volver. Es lo que le ocurre a Cifra. […] Cifra reconoce que el jugoso filete que está comiendo no es real, pero, aun con todo prefiere el sabor del filete virtual a la comida nutritiva pero insípida» que le ofrece la realidad. «[…] Cifra considera que “la ignorancia es la felicidad”».
El desierto de lo real
« […] La vida fuera de Matrix es dura. […] El mundo real se nos presenta oscuro, menos luminoso que el mundo ficticio o virtual… […] Lo real no ofrece ahora atractivo alguno para los hombres. […] Las palabras con las que Morfeo presenta el mundo real a un asombrado Neo son esclarecedoras: “bienvenido al desierto de lo real”. […] Todo lo que Morfeo promete ofrecerle a Neo no es más que la verdad, […] una verdad desnuda» Sin embargo, sólo Cifra se rebela. «Aunque la seducción de las apariencias es un riesgo permanente, al que muchos sucumben, en el hombre siempre anida la tendencia a la verdad. Y es precisamente el secundar esta tendencia lo que le libera, y lo que satisface en mayor medida, incluso contra toda apariencia, contra toda otra inclinación».
En cualquier caso lo real siempre es más rico
Ana Marta González concluye el ensayo con esta sentencia final: «La victoria de Neo sugiere finalmente que hay más riqueza en la realidad, por pobre que esta parezca, que en el mundo virtual, por rico que se nos presente».
Les recomiendo, por supuesto su lectura, pero mientras, propongo un sencillo experimento: en esta breve reseña con algunas citas literales del ensayo ¿Qué ocurriría si cada vez que aparece el término «Matrix» lo cambiáramos por el de «Medioambiente simbólico»? Hagan la prueba.
A una que viva por el ejercicio de su oficio de intelectual, no lo sé, pero a una persona normal (pongamos a una con una fe cristiana simple, sencilla y verdadera), seguramente le sobren casi todas de los millones, billones, trillones de palabras que pueda tener que leer o escuchar a lo largo de su vida. Se caracteriza el “intelectual” por su afán de leer mucho para ….. devolver cuándo y como más convenga “todo” lo leído …… ¡escribiéndolo! Más nuestra persona normal no suele tener tiempo de leerlo; está más ocupada en vivir ….. leyendo su vida “en vivo y en directo”, cada día, en “tiempo real”.
Y es que, como la imagen, la palabra además de imprescindible es también peligrosa y, en las dosis administradas por Matrix, también paralizante. He sustituido, sí, “Matrix“ por “Medioambiente simbólico” siguiendo la recomendación de un amigo, para decir lo que he dicho.
¿Respiramos un medioambiente “lleno” de imágenes? : sin duda. Y, dada su potencia –devenida de su “facilidad”– ¿somos manipulados mediante ellas? : imposible no advertirlo o, de otro modo, no experimentarlo casi de continuo.
Y ¿porqué resulta tan “importante” manipularnos? : la respuesta , en verdad compleja, se puede sintetizar así: a) la lógica interna de la economía de consumo, propia del sistema capitalista no regulado (el único que existe) lo requiere. b) la libertad “consecuente” de pensamiento constituye un peligro inasumible para el poder político, especialmente en las democracias de los países del primer mundo. Poder político paradójicamente más “débil” que nunca en su historia por haberse desentendido de la gestión de la realidad, pasando a crear otra virtual, falsa. Y c) porque la pérdida de valores de referencia para la vida –y la convivencia– se trata de una “social engineering” en la que la monoideologización que supone la ausencia total de ideas particulares y propias, promete y procura una fuente de negocio virtualmente inagotable. Siguen creyendo. Ya no todos.
Pero en el medioambiente simbólico no sólo habitan imágenes potentes ¿quién lo niega? (pero manifiestamente insuficientes o incapaces por sí solas de manipularnos correctamente), lo hacen también las palabras, cientos de miles, cada día. Acompañando o no a la imagen, generalmente operan en solitario. Palabras mutadas previamente en los laboratorios ya expuestos, en “a, b, c” .
Si quieres desactivar la bomba de una respuesta inteligente, lúcida, eficaz, social y operativa a la cuestión del día, de la vida, de la actualidad que interese, debes alterar primero algún genoma del ADN. Ya saben cómo. Lo vemos todos los días. Hay que “utilizar” las palabras como convenga. Tienen que confundirnos hasta conseguir que las palabras dejen de significar algo y sólo algo. No: las palabras deben significar todo, cualquier cosa, la que al factor le convenga al caso. Y que el medioambiente simbólico en que nos ha tocado vivir, pase a ser un mero y sólo medioambiente, mutado quirúrgicamente, en el que la reflexión de lo simbólico haya de hacerse con palabras intoxicadas y quede irrelevante, inactiva, inservible para modificar en nada y a mejor, la sociedad.
Pregúntense si no, vg. , que quieren decir, o mejor qué “significan” hoy términos tan sencillos como: “independencia judicial”, “sensibilidades religiosas”, “salud sexual”, “ejercicio de responsabilidad”, “objetividad”, “rebelión”, “democracia”….. y piensen quién es quien manda en nuestro medioambiente simbólico ¡¡¡ Y EN EL REAL!!!
Propongo poner el foco un tiempo en la otra cosa que vomitan las pantallas, ¡en las palabras!
Un abrazo.
JOSE LUIS RODRIGUEZ
Ana Marta González concluye su obra con esperanza, citando a Tocqueville: “al revés de lo que ocurre con las fuerzas materiales, el poder del pensamiento aumenta con el pequeño número de quienes lo expresan. La palabra de un hombre poderoso que penetra solitaria en medio de las pasiones de una asamblea silenciosa tiene más poder que los gritos confusos de mil oradores; y a poco que se pueda hablar libremente en un solo lugar público, es como si hablara públicamente en cada pueblo”. Sí, la verdad prevalece y, como escribe Ana Marta, “ejercer esa libertad es cosa de cada uno”.
Si no fuera porque a los sesenta años puede perderse, como en mi caso, el sentido del ridículo, debería avergonzarme por lo mal escrito que está mi noctámbulo comentario. Aun así, sin vergüenza, procuraré no utilizar horario tan extremos como el de las tres de la madrugada (y sin despeje alguno).
Comparto el optimismo de Ana Marta González y que «la verdad prevalezca». Por ella me intereso y trabajo.
Hubo un «hombre poderoso» que ante una asamblea, suponemos silenciosa, incluso atenta, a petición de un discípulo, atravesó para siempre el aire con sus palabras:
«Padre nuestro, que estás en los cielos. ….. »
Esta es la verdad que prevalecerá hasta el fin de los tiempos. La Verdad de la que vivo y para la que debiera vivir todo mi tiempo.
¡Cuántas veces me pregunto qué sería de mí si no la hubiera conocido!