La Universidad americana de Harvard ha estado trabajando en el proyecto GoodPlay Proyect que analiza el tema de la actuación de los jóvenes en la red desde el punto de vista ético.
La conclusión principal es que los jóvenes se despojan de la perspectiva ética que rige su actuación en la vida real cuando se sientan ante la pantalla del ordenador para navegar por la red. Tienen la percepción de que no rigen las mismas reglas, de que Internet es una cosa y la vida otra muy distinta y por eso se puede hacer allí virtualmente lo que nunca harían físicamente.
Internet para ellos es, sobre todo, diversión, entretenimiento arropado, además por la seguridad aparente que les dan las cuatro paredes de la habitación de su cuarto y el anonimato y la complicidad silenciosa de la pantalla. Eso hace que las alertas y las normas que normalmente han aprendido a seguir en la vida real, desaparezcan online. Todo es factible y realizable buscando el interés propio y sin importar cómo puede afectar a los demás. No hay responsabilidad porque tampoco perciben que haya demasiada influencia en la vida real de las decisiones que tomen en la Red. No se la toman en serio.
Según el estudio, cinco son las áreas básicas en las que se desdibujan los criterios éticos válidos en la vida real: la identidad —en Internet puedes ser cualquier cosa—; la privacidad —se desdibuja qué es lo público y lo privado—; la autoridad —no hay nadie que marque una pauta de actuación—; la credibilidad —no se sabe nunca que es verdad y qué es mentira—; y la participación—a pesar del carácter eminentemente social la mayoría de las actuaciones son fuertemente individualistas evitando afrontar problemas y compromisos—.
El mantra repetido por la publicidad pedagógica de «no hagas en la red lo que no harías en la vida real» no funciona. Sin embargo, ese es el gran reto educativo: conseguir que se sientan personas cuando navegan aunque nadie les devuelva la mirada; que sean conscientes de que también en la red son ciudadanos cuyas decisiones influyen en la sociedad, conforman la propia red que utilizan y afectan a los otros navegantes; que no dejan nunca de ser ellos mismos cuando utilizan el teclado y el ratón; que la Red también exige responsabilidad; que, además de un ejercicio de puro narcisismo, la red es fuente de actuaciones para incidir en el cambio social. En definitiva, conseguir que en la Nube dejen de estar en las nubes.
Este es un tema que empieza a ser bastante trabajado en los colegios. Yo hago varios tutorías y comentarios con mis alumnos de ESO, pues, como bien dices, más allá de la pantalla todo está permitido (qué importante el control parental…).
Hay que enseñarles a consumir adecuadamente internet. Es su lenguaje de hoy, desde luego.
Un saludo.
Me ha interesado mucho el post. Por lo que hace a mis hijos (única referencia joven de que dispongo) y, más que ahora, hace cuatro o cinco años, el uso que yo observaba era, más que antiético, excesivo. Les oía debatir entre ellos cómo usaban interenet, para qué, etc. Y poco a poco fuí viendo que era un uso, cada vez más «práctico» y desde luego nada «suplantador» ni moralmente censurable. Así hasta el día de hoy en que observo con gozo que no están en las nubes, y su uso de la Nube es totalmente adulto. Más que el que hago yo, diría incluso…
Me parece estupendo que trabajes en clase los aspectos del buen uso de la red, Negre. Quizá, esto del uso abusivo y poco ético de la Nube, sea un a modo de sarampión que «deban» pasar nuestros adolescentes, y así generar anticuerpos para un futuro mejor uso de la telaraña.
Me viene a la memoria ese principio pedagógico, por el cual «el derecho a equivocarse es el derecho más necesario en cualquier formación»; y cuánto más lo será, entonces, en la formación de la propia personalidad.
José Luis
De todo lo que has descrito, alimentar el narcisismo es lo que yo elegiría como mas dañino para los que viven su vida en la red. La vida real empieza también a dejar de serlo porque el objetivo es vivir para fotografiarse y colgarse. De manera que todo es mentira ya. La vida virtual y la real que se vive para virtualizarla.
En mi caso, mis hijos se ajustan claramente al perfil que dibuja el estudio: narcisismo (fotos, testimonios, diálogos superficiales sobre ellos y los otros…). Identidad: búsqueda desesperada de símbolos con los que confrontarse para encontrarse; lo que ha sido siempre la adolescencia, pero ahora a lo bestia, de manera continua y sin referentes. Intimidad: más bien extimidad, la pérdida absoluta de la noción de lo que se puede o no poner en la red, es decir de lo que se puede hacer público. Y, desde luego participación: el 95% del uso de la red es diversión y ocio.
Suerte la tuya, José Luis. Los míos ya están en una edad en la que el sarampión lo tenían que haber pasado.
Y lo peor es que es tremendamente difícil intervenir paternalmente en este asunto. A ver si en los colegios…
Bueno, Verbum, es posible que se me haya ido un poco de la mano el ramalazo de padre, y el triunfo no sea tan absoluto como lo he dibujado. Pero la sensación que tengo sí es la descrita. Creo, por lo que dices de los colegios, que mis hijos son más mayores, pues ya están todos fuera de ellos desde hace años.
Lo que no me puedo atribuir, eso sí lo tengo claro, es que haya yo sabido «cómo hacerlo» para que mis hijos sean hoy unos buenos usuarios de internet… como no sea el hecho de haberles dado mi mal ejemplo en la materia: yo sí que tuve mi sarampión con la Red, y supongo que lo que presenciaron (interminables «sentadas» ante la cosa) debió parecerles poco interesante de emular.
Lo mismo pienso del hábito del tabaco: mis excesivos humos, permanentes toses, incapacidad para la actividad deportiva, repugnante olor a «negro» impregnado en los enseres de mi estancia y ropas,… pueden estar presentes en la aversión que sienten hoy por el tabaco, no lo sé, el hecho es que ninguno de los cuatro ha salido fumador (sólo el mayor fuma, pero no más de cuatro o cinco cigarrillos al día).
Me dijo un día mi padre: «la educación (de los hijos) es una siembra que a veces, si hay suerte, podemos ver la cosecha».
Sus palabras me quitaron, entonces, la ansiedad de tener que «ver ya» en mis hijos los resultados de mi acción educadora y abrieron un magnífico espacio a la efectividad de mi confianza en ellos… y en el tiempo.
José Luis
Ya se ve, Negre, que en tu cole lleváis paso ligero en el uso y la educación de las nuevas tecnologías.
Tienen buena profe tus luminosos y también los demás.
Puede que tengas razón, José Luis en lo del sarampión. Vamos, seguro que la tienes: el sarampión se produce en todo lo que el adolescente toca. Pero es cierto que hay adolescentes muy maduritos que todavía siguen en plena epidemia.
Narcisismo, extimidad, falta de identidad… es un juego efectivamente peligroso, Amanda. Seamos optimistas como JL y pensemos que la vida real siempre será más fuerte que cualquier virtualidad.
Has descrito perfectamente bien lo sustancial de las distintas áreas críticas que pone en cuestión el abuso y el mal uso de la Red, Verbum.
Estoy con tu padre, José Luis: nada como el ejemplo en la educación. En cualquier educación, pero en la familiar todavía más. Esto en el tema de los medios y las tecnologías es básico. Lo era y es con la televisión. Lo es con el ordenador y con el móvil. Los padres establecen el ejemplo y también las referencias, por supuesto.
¿Qué significa si no el hecho de que en aquellos hogares en los que hay niños, abundan más las tecnologías…? Pues que los padres las introducen en gran medida por y para ellos.