La Pantalla Global, Cultura mediática y cine en la era hipermoderna, Gilles Lipovetsky, Jean Serroy, Anagrama, Barcelona 2009
(II)
El cine no es que influya en la realidad, sino que la produce. EL cine ha forjado la forma de mirar no las pantallas, sino la realidad: comportamientos, modas, costumbres, indumentarias, arquitecturas, formas de consumo… La vida misma es ya cinevida.
«El cine construye una percepción del mundo. No sólo según el papel clásico que se concede al arte, cuya función estética es, en efecto, hacer ver, a través de la obra, lo que en principio no se ve en la realidad. Sino, en un sentido más radical, produciendo la realidad. Lo que nos pone delante el cine no es sólo otro mundo, … sino nuestro propio mundo, que se ha vuelto una mezcla de realidad e imagen-cine (Pág. 320)
«La vida imita al arte mucho más que el arte la vida» (Oscar Wilde, La Decadencia de la Mentira, Siruela, Madrid, 2001) […] «la artificación de la vida» …. Ese cine que durante mucho tiempo se consideró únicamente el lugar de lo irreal, hasta el punto de originar expresiones para indicarlo ―«eso es cine», «no me cuentes películas»―, ese cine cuya mágica fuerza para ilusionar ha hecho vivir a su público los sueños más inverosímiles, ese cine resulta que ha forjado la mirada, las expectativas, las visiones del ciudadano moderno y, más aún, ampliándolas, agrandándolas, expandiéndolas (Pág. 321)
[… ] Desde que las estrellas iluminaron la pantalla, […] han producido y alimentado no solamente sueños, sino también comportamientos muy reales que afectan a la moda, a la indumentaria, el peinado, el maquillaje, la forma de ser. … transformó conductas, evolucionó costumbres, engendró posturas. … el tabaco, las gafas negras, el abrigo largo, la cazadora de aviador, las bufandas largas, la camiseta de tirantes, la guerrera de xplorador, el 4×4 …. (Pág. 322) […] no hay un solo desfile que no se guionice previamente, que no se transforme en imagen y en espectáculo como una película. … las arquitecturas comerciales… las galerías y centros comerciales, los bares, los restaurantes, los locales a la última se organizan como decorados de película … los parques de ocio … Las Vegas… Los centros de las ciudades se tratan de manera creciente como decorados … iluminación …. puesta en escena. … músicos callejeros… Visitamos estos centros como vamos a ver una película. … (Pág. 323)
Estados Unidos en particular es un país percibido de manera inmediata como cine, por quienes llegan por primera vez a causa de sus dos grandes y privilegiados decorados: la inmensidad de sus espacios … de western o road movie y la verticalidad de sus ciudades … El país que más ha contribuido a crear el cine parece creado por el cine. …la vida misma es ya, en gran medida, cinevida. … el cine se ha colado en la vida concreta de los individuos, en los genes de nuestra cotidianidad. Truffaut decía que el cine es mejor que la vida. Oscar Wilde, a su modo, le daba la razón: en los tiempos hipermodernos, la vida acaba por imitar al cine. (Pags. 326-327) »
La calificación del cine como “el séptimo arte”, fue en su momento una mera convención que posiblemente haya perdido gran parte de su vigencia. De hecho el concepto mismo de “arte” nunca ha sido aceptado, sin más, unívocamente, quedando como una cuestión para el entretenimiento académico y la actividad de los mercados de “lo artístico”. De muchas cosas (virtualmente de todas) se dice hoy que son “verdaderas obras de arte” sin apelar al arte como categoría o concepto. No hace falta ya el concepto, sino la mera experiencia de que algo pertenece al ámbito de lo artístico, aplicada a lo que sea: un excelente guisado, la precisión de un reloj, el diseño de un automóvil, hacer el amor, disfrutar en una reunión, saber vestir, no saber hacerlo en absoluto, el comportamiento de un amigo, la propia conducta, la venta de un producto, todo, todo, todo, puede vivirse actualmente con las connotaciones propias de aquello que es “una verdadera obra de arte”.
Y es que hoy no se vive la categoría “arte” de acuerdo a taxonomías establecidas por el saber académico o científico si estas existieran. Lo que hoy importa es vivir la experiencia “arte”. Y a partir de este punto, poco o nada importa si es el arte quien imita a la vida y/o viceversa.
El hombre siempre sintió ansias de volar. No tuvo que esperar a que Superman lo hiciera sobre una tela blanca. Igualmente, mucho antes de que el capitán Nemo viajara 20.000 leguas, quiso siempre descender a lo profundo de los mares. La vida, el cine, ¿quién imita a quién?: Para mí es irrelevante. Pero mi maquinaria interna de manejar conceptos-creencias-experiencias, se muestra incapaz de asumir como cierto el enunciado de Lipovetsky: El cine construye una percepción del mundo …. en el sentido más radical, produciendo la realidad.
El cine, tal vez en mayor medida que otras formas de expresión, constituye un sistema de referencias y modelaje social de evidente eficacia y ello en un ámbito global que abarca continentes y culturas diversas. Sin embargo, esto, que tan fácilmente dan por probado los autores, me parece a mí algo más aparente que consumado.
Sabemos que los elementos constitutivos de la realidad son, en la práctica, irreductibles a su enumeración. Para empezar: la realidad sólo existe en el individuo. Aunque algunos elementos de la realidad sean externos al mismo, sólo “existen” cuando viven dentro de él. Si, como sucede, el cine consigue que muchos individuos aparezcan a la observación como muy similares en sus conductas y opiniones, no es menos cierto, que tal percepción no permite concluir que los individuos dejen de serlo. Sabemos también que las personas cuando se conforman –por su participación– en “masas”, sufren un cierto grado de “despersonalización”. Y, entonces, las masas parecen comportarse como una “entidad” en sí misma, a la que es posible analizar y “dotar” de existencia, con unas determinadas características que serán después aplicadas a los miembros que la formaban. Este es, a mi juicio, el equívoco en el que no pocas veces cae el análisis sociológico de los fenómenos sociales: aplicar a las personas “singulares” los resultados empíricos de la observación de conductas colectivas. También hay buena Sociología, por supuesto. Pero veo buena parte de este fenómeno, en el modo de concebir al sujeto de análisis por parte de Lipovetsky-Serroy.
No existe, para mí, ese ciudadano hipermoderno que ha dejado de considerar el cine como “el lugar de lo irreal” para pasar a “ser forjado” y vivir una realidad “producida” por aquél. Otra cosa bien distinta es, que el ciudadano moderno, en ocasiones, imite, seguramente por poco tiempo, alguna de las múltiples propuestas o modelos que el cine pone a su disposición.