Reyes, me proporciona esta fuente de valiosas reflexiones medioambientales. Se trata de un artículo de Karelia Vázquez en El País, que lleva en el título y en la entradilla, como mandan los cánones periodísticos, gran parte de su contenido esencial: «Sin tiempo para pensar, el estilo de vida multitarea nos ha robado los espacios para la reflexión. Creemos que podemos con todo, pero no es así». Pareciera que lo hemos escrito nosotros, ¿no?
 

Estas son sus afirmaciones más  interesantes:

 

La primera se refiere a una obviedad que hemos defendido aquí múltiples veces, pero que ha sido científicamente demostrada en la hipertecnológica Universidad de Stanford: los llamados multitarea están mejor entrenados para cambiar de actividad y focalizarla, pero cuando tienen que trabajar con toda la información delante, no pueden separar las distintas tareas en su cerebro y se equivocan más. Uno de los autores del estudio, el profesor Clifford Nass, afirma: «Los multitarea creen que son buenos haciendo varias cosas a la vez, pero el estudio los contradice». El estudio y el sentido común.

 

La segunda: David Meyer, de la Universidad de Michigan investigando la evolución de la capacidad de  concentración humana,  afirmó en una entrevista al New York Times que «el mundo vive unacrisis de atención que va a peor, mucho más de lo que la gente espera». Se trata de «una plaga cognitiva que tiene el potencial de borrar la concentración y el pensamiento productivo de una generación entera».

 

La tercera es de David M. Levy, profesor de la Information School de la Universidad de Washington, que, en una conferencia  con el título No time to think (Sin tiempo para pensar) celebrada en la sede de Google, dijo —y prometo que no se lo dicté yo por teléfono—: «Necesitamos una ecología de la información para luchar contra las formas agresivas de polución mental que afectan a nuestras vidas».

 

Ya se lo digo yo a mi hija. No sé si con las afirmaciones de este post seré más convincente, pero temo que la atracción de las diferentes pantallas, seguirá pudiendo más que el sentido común. De momento, en la citada Universidad de Stanford, a las recomendaciones que se hacen  al alumnado al comienzo del curso se ha añadido «No te distraigas. No hagas varias cosas a la vez»

 

Pero es que da mucho gustito: las recompensas de la distracción permanente, del contacto, de la ubicuidad, del te veo, te leo, del me gusta… tienen un efecto tranquilizador gratificante y levemente narcótico al que se añade la ilusión de eficacia, de eficiencia, de estar haciendo algo útil e importante cuando nos sentamos ante el ordenador. No es fácil luchar disciplinadamente contra eso como ya explicó estupendamente Nicholas Carr en su Superficiales.