(Construido a partir de textos que podéis leer en Máscaras y Espejismos, Una aproximación al impacto mediático. Del análisis a la acción, Grupo Spectus, Ediciones de la Torre, Madrid, 2004).
Una nueva forma de mirar
El Renacimiento consiguió una ruptura total con lo anterior: la perspectiva exigió una nueva mirada, otra manera de entender y representar la realidad. En el siglo XXI se ha vuelto a dar un giro revolucionario. Buena parte de la visión del mundo —aunque no de su conocimiento y comprensión— pasan por el filtro de una nueva representación: los medios de masas. El ser humano ha estado en relación directa con su entorno físico. Hoy lo que se ve en los productos mediáticos son imágenes que representan la realidad vista y reconstruida a través de otros ojos. Una realidad mediatizada, ofrecida-impuesta por la representación de los medios. El ser humano está en continua relación con los textos, imágenes y sonidos que han sido fabricados por otros.
¿Comunicación o mercancía?
Nada es inocente, tampoco la tecnología. Los medios de comunicación de masas son empresas creadas por personas que pretenden conseguir un beneficio económico,… que ni informan ni comunican, sino que utilizan la «comunicación» como mercancía. Pretenden conmover y persuadir al individuo para que adquiera determinados productos o ideas. La ideología y la religión no están de moda. Hoy la moda es lo que emociona y convence. Emoción única, pensamiento único.
Un producto televisivo es mediación y representación: el programa —cualquier programa, informativos incluidos— se diseña, guioniza, graba, edita y sonoriza en clave de espectáculo. Es un producto generado por el mercado y para el mercado.
¿Realidad o simulacro?
Con la «representación medial se borra la distancia que nos separa del hecho ocurrido». (Ramonet). Se convence de que no es necesario ir allí y se evita el esfuerzo de pensar. Se simula que desaparece el espacio físico (no hace falta estar en el lugar de los hechos), así como el espacio mental (no existe distancia suficiente, ni perspectiva para el análisis reflexivo).
Los medios invitan a creer que asistimos a un acontecimiento cuando lo muestran, describen o narran. Estamos ante una gran mentira: en esta supresión del espacio y la distancia, también desaparece el mediador. A un lado el acontecimiento, al otro, el ciudadano. Y todo ello aparentemente sin mediador (como si los textos, voces, sonidos, pantallas, cámaras… fueran tan transparentes como el cristal de la pantalla). Se materializa el simulacro. Se hace creer al ciudadano que está en el hecho, que lo vive. Se convierte en testigo, ya no necesita que nadie le cuente lo que ocurre. Le parece que lo está viviendo. Lejos queda la distancia, la perspectiva del razonamiento. En su lugar, la absoluta transparencia. Ya no existe el medio, somos testigos directos. Esos «Lo siento, luego es real; «estoy, luego es auténtico» hacen muy difícil establecer esa distancia mínima para la crítica activa y la duda metódica.
Utilicen los medios, no los consuman o serán consumidos por ellos.
Utilicen los medios, no los consuman o serán consumidos por ellos.
Importantes ideas las traídas a este post. Ya las sabíamos pero posiblemente no las recordábamos.
Totalmente de acuerdo con «Una nueva forma de mirar», con «Comunicación o mercancía? y con el primer párrafo de «¿Realidad o simulacro?» pero con el segundo y último estoy en total desacuerdo.
«A un lado el acontecimiento, al otro, el ciudadano. Y todo ello aparentemente sin mediador … «, «Se convierte en testigo, ya no necesita que nadie le cuente lo que ocurre.»
El mediador (el comunicador) es un elemento clave para que los efectos del espectáculo acontezcan. En un lugar del post leemos: «Un producto televisivo es mediación y representación: el programa – cualquier programa, informativos incluidos – se diseña, guioniza, graba, edita y sonoriza en clave de espectáculo.» Queda decir que, por último, «se presenta». Y es el presentador, la parte fundamental del espectáculo. Los hay que causan desasosiego, otros irritación, algunos son difícilmente aceptados. El presentador juega el papel del actor. Su principal requisito es su capacidad de seducción. Si no eres seducido ….. te conviertes en menos (o nada) partícipe del mecanismo de confusión de la realidad tan cuidadosamente elaborado por el emisor.
Recuerdo a un celebérrimo ciudadano de nuestra ciudad (prohombre de nuestra cultura local, director de prensa escrita y miles de cosas más) que ante la primera guerra del golfo pérsico, allá en los 90, como surgiera discusión entre los colegas a cerca de su justificación o no, etc, etc, decir: «A ver lo que me cuenta Piqueras del asunto en el telediario y ésa será mi postura, porque Piqueras me seduce inmediatamente, y yo me abandono a su verbo, claro.»
Más en serio: el comunicador opera de madre protectora y viene a «asegurarnos» que nada de la sórdida realidad que presenciamos y nos relata, va a sucedernos a nosotros. Explicar esto debidamente, exigiría un artículo en el que Lacan y su teoría de la individuación serían los protagonistas. ¿Tal vez otro día?
José Luis Rodríguez Rigual