Uno de los núcleos de mi trabajo educativo es introducir al otro en la realidad tal cual es, en su significado y en el valor que tienen las cosas que la pueblan. No es fácil en esa marabunta de imágenes inconexas y con vida de mosca que son sustituidas inmediatamente por otras. No es sencillo en esa red de SMS, Tuentis y Facebooks de frases cortas y opiniones sancionadas por el emperador que es cada uno con el C «me gusta», D «no me gusta».
Imágenes y redes se ajustan como un guante a ese rasgo cultural y postmoderno del relativismo que impide toda comunicación. Nuestra cultura actual afirma que no existe una realidad que interpretar, sino sólo interpretaciones –imágenes, opiniones- de esa realidad. Para el relativismo no existen hechos sino interpretaciones. Esto imposibilita la búsqueda de la verdad y el encuentro personal en esa búsqueda. En el relativismo las personas son islas que nunca se tocan ya que lo que nos pone en contacto a unos con otros es precisamente la existencia de una verdad común, exterior a todos, que todos buscamos y en la que todos nos podemos encontrar.
Parloteamos sin cesar los unos con los otros, pero estamos definitiva y profundamente solos en el individualismo de las opiniones.
Estamos interconectados en las redes sociales, pero somos islas que flotamos a la deriva de la inexistencia de la verdad.
Conectados todos con todos y desconectados de la realidad que es, vivimos buscando desesperadamente al otro gritando en el silencio de la ausencia de un aire común por el que pueda viajar el sonido de nuestras voces mudas.
¿Y qué es la verdad?
Aventuro que, no tener en la retina el dolor de los otros, es la falta de verdad que nos ‘aísla’.
Cada quién pone un faro diferente para enviar señales y ser tenido en cuenta. Resultando esto, el remedio que conocemos y dominamos contra la soledad.
Suscribo la frase del post: «lo que nos pone en contacto unos con otros es precisamente la existencia de una verdad común, exterior a todos, que todos buscamos y en la que todos nos podemos encontrar».
Muy de acuerdo con comentario de «anónima».
Sobre la frase señalada del post, entiendo que esa «verdad común» por ser «exterior a todos» no puede, necesariamente, provenir de ningún semejante, es decir, tiene que ser una verdad «sobrehumana». La certezas científicas son de naturaleza humana, luego no nos sirven como «verdades comunes» en las que «todos nos podamos encontrar». Sin embargo, la certeza de una verdad de naturaleza sobrehumana «exterior y común a todos» está al alcance de la experiencia de todo hombre y no repugna a la razón humana, antes bien la completa y perfecciona.
Interrumpo aquí esta aproximación a la existencia, necesaria, de un PADRE COMÚN al que llamamos Dios, porque tal vez no corresponda a la extensión de este espacio completar aquí lo que sería un a modo de microensayo sobre cuál es la «verdad común» que permite nuestro encuentro, pero sí que dejo indicada su tesis: La experiencia del misterio del Amor de Dios, aclara nuestra filiación divina.
Cojo el hilo de «la verdad común que permite nuestro encuentro»
Con palabras de Casaldáliga:
«En la religión de Jesús hay dos absolutos: Dios y el hambre».
No suscribo las palabras de Casaldáliga. Las estimo como una «adaptación libre» de la doctrina que Jesús vino a ensañarnos. También es verdad que desconozco qué se está diciendo al decir que hay «dos absolutos» ¿Qué es aquí «absoluto»? Si tomo el «hambre» de Casaldáliga en sentido metafórico, pienso en el Sermón de la Montaña para ampliar ese absoluto a los enfermos, los perseguidos, los misericordiosos, los que tiene sed de justicia, …… Lo que sí es claro es que Jesús nos mandó un mandamiento nuevo: que nos amáramos los unos a los otros como Él nos había amado. Y ahí es claro que entra dar de comer al hambriento pero también que no se focaliza el mandato en sólo ello. Dar de comer ….. no basta, y ahí entra, según me apercibo en la entrevista al propio Casaldáliga (de la que ofrezco el enlace) la invitación, la necesidad, de «hacer política». En la pared de su estudio puede verse un repintado Ché Guevara. Ubicado en la Teología de la Liberación, es de entender que Juan Pablo II le llamara a capítulo. Con la muerte de Jesucristo en la cruz, el hombre quedó redimido, la redención quedó efectuada. No suscribo (ni me gustan) las palabras que Casaldáliga dedica al papado de Roma. Naturalmente, no estoy «juzgando» a este bondadoso y esforzado hijo de Dios.
Se me ha olvidado poner el enlace a la entrevista de Casaldáliga. Este es:
http://youtu.be/Xnzy4y44kZs
Seguís enriqueciendo el blog con vuestros comentarios. Gracias.
José Luis, gracias por el enlace, es magnífico.
Jesucristo en la Cruz perdona nuestro pecado siendo su Resurrección la que nos redime definitivamente. Pero, nosotros, estamos inmersos el proceso de salvación y, la realidad futura, no se alcanzará sin la colaboración de todos los que nos sentimos llamados a participar en esta empresa: Reino.
San Pablo dice en Romanos 8:
22 Sabemos que, hasta que llegue ese día, la naturaleza entera estará padeciendo, como gimiendo con dolores de parto ante la expectativa del gran acontecimiento.
24 Porque en esperanza ya hemos sido salvados, pero todavía no hemos visto la herencia prometida, aunque la aguardamos con la firme esperanza de recibirla en su debido momento.
26 De igual manera, el Espíritu Santo nos ayuda a superar nuestra humana debilidad; porque ni siquiera sabemos qué debemos pedir ni cómo pedirlo, y es el Espíritu Santo el que ora por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.
Susana, gracias a ti por las acertadísimas citas de S. Pablo. Me han servido de mucho.
Y a mí.
y a mi.