
―El empleo es suyo. Le vamos a dar el trabajo; así que, por favor, deme su dirección de e-mail para que podamos informarle de qué día tiene que empezar.
El parado, con vergüenza, confiesa que no tiene ordenador y menos dirección de correo electrónico.
El jefe le responde:
― Si no tiene dirección electrónica entonces Ud. virtualmente no existe. Y si Ud. no existe, entonces no puede trabajar en nuestra empresa.
El hombre, desesperado, se retira. Con sus últimos euros compra 10 kilos de frutillas y empieza a venderlos de puerta en puerta. En dos horas recupera el dinero invertido más 50 euros de ganancia y como es pronto repite la misma operación 3 veces más durante el día. Descubre que esto es un buen negocio y el día siguiente se levanta temprano y compra, 4 veces más frutillas. Al poco tiempo compra una moto para reparto, después un furgoncito y más tarde un camión, y termina teniendo una empresa de reparto a domicilio. Cinco años más tarde es el dueño de una de las empresas alimenticias más grande del país.
Empieza a pensar en su vejez y entra en negociaciones para contratar un plan de pensiones. Encuentra una propuesta que lo convence y el agente de la compañía de seguros le pide su dirección electrónica.
― ¡Lamentablemente, yo no tengo e-mail!
― ¡Es increíble! ― se sorprende el agente ― Creó este imperio en 5 años y no tiene e-mail... ¡Imagine a dónde habría llegado si lo tuviese!….
Y nuestro hombre le contesta:
― ¡ESTARÍA LIMPIANDO RETRETES EN MICROSOFT!
Primera moraleja: ¡Se puede vivir sin Internet!
Segunda moraleja: Si no tienes ordenador y trabajas mucho ¡también tú puedes ser millonario!
Moraleja final: ¡Esta historia la estás leyendo en tu ordenador por lo que estás más cerca de limpiar retretes que de ser millonario.»
Quizás es cosa mía, pero hay demasiados temas sangrantes hilvanados para hacer un chiste.
La nuestra es una sociedad que genera excluidos (también excluidos digitales), y estamos ante una forma más de pobreza.
La pobreza nunca es una ventaja y, si hacemos broma, nos separamos de su tragedia cotidiana. Igual que el hecho de limpiar retretes, solo en nuestra indignidad podríamos verlo que como un trabajo a evitar.
La vida es dura, como dice Roncero cada día en su programa. Hoy más que ayer y menos que mañana, como el amor.
Hoy, el analfabeto digital del relato no podría iniciar su actividad comercial de comprar y vender frutillas al por menor y a domicilio: se lo impedirían las estrictas y severas normativas que al respecto de la venta de alimentos frescos dictan los ministerios de Sanidad y Consumo y de Agricultura, Pesca y Alimentación, amén de la fiscalidad prevista por el de Economía y Hacienda y de la regulación laboral contemplada por el de Trabajo (e Inmigración). Y no quiero ni pensar que fuera denunciado, además,, por algún comprador que le sentaran mal (que sufriera una colitis, vg.) unas ciruelillas, por ejemplo: sin duda, el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad tiene previstas normas para sancionar tal eventualidad.
La vida es dura. Hoy, la sociedad del bienestar nos protege en tal grado y manera que impide a sus miembros veleidades libertarias para ganarse el cuscurro por libre. Esas cosas sólo se hacen en las posguerras ¡hombre!
Tienes razón, Anónima: tuve también esa impresión. Pulí el texto. Quise dejarlo sólo en la ironía que expresa respecto de la sobrevaloración de las nuevas tecnologías como instrumento de inclusión o exclusión social.
También tienes razón, José Luis: el relato es por completo inverosimil.