Estoy firmemente convencido de que somos personas y de que esa condición de personas se realiza en el encuentro con los demás. Crecemos a través de las relaciones. Y en la relación, ya lo hemos contado aquí en alguna otra ocasión, es fundamental la mirada del otro. El encuentro y la mirada que conlleva son un tipo de relación fundamental que nos permite existir como personas. Somos personas, pero no podemos desarrollar la personalidad sin el encuentro y su mirada. El yo sólo puede descubrirse frente a un tú. La mirada del otro nos humaniza.
Un ejemplo sencillo, pero muy profundo de lo que quiere decir el encuentro personal y su enorme riqueza es lo que nos descubre Teresa de Calcuta con su actitud ante los moribundos de la calle, los más desheredados de la tierra: la riqueza del gesto no está en proporcionarles un ámbito material más digno para morir. Lo que les permite morir con dignidad es el encuentro con la mirada de otro ser humano; esos ojos humanos llenos de humanidad que humanizan a quien miran.
Muy de acuerdo.
Es nuestro verdadero poder: la mirada que humaniza en contraposición al gesto que humilla.
En “Madame Butterfly” aparece un diálogo entre ella y su prometido, refiriéndose a su madre, que dice algo así: ‘Ten cuidado cuando te dirijas a ella, no vayas a ofenderla porque es muy pobre’.
Teresa de Calcuta tuvo el don de acercarse sin ofender…
Por eso decimos mucho más con presencia, silencios, gestos y miradas, que con todos los discursos que demos.
Y por eso esta mujer es uno de mis personajes más admirados del s. XX.
Un saludo.
«La mirada que humaniza en contraposición al gesto que humilla» Y cómo humilla el gesto de no mirar a quien hablamos; duele tanto que es frecuente llegar al reclamarla abiertamente: «por favor, míreme cuando me habla».
Pero humanizan también, como señala Negre, más que los discursos, otros muchos gestos. Un gesto muy humano al estar roto por el dolor de un amor que se ha perdido o que no es correspondido, es escribir un poema que te redima. Silvio Rodríguez se pone en la piel de quien no resiste la belleza de su amada y preferiría no amarla para no sufrir tanto la felicidad de su amor. Lean si no esta estrofa de su canción «Ojalá»:
«ojalá se te acabe la mirada constante
la palara precisa, la sonrisa perfecta
ojalá pase algo que te borre de pronto
una luz cegadora, un disparo de nieve
ojalá por lo menos que me lleve la muerte
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones
ojalá que no pueda tocarte ni en canciones».
Disculpen esta salida de guión.
No, yo no creo que no te hayas salido del guión, sino que has entrado más hondo.
Gracias «anónima».
La estrofa está copiada y pegada de la página web < Lyrics>
¡Qué poderío tiene el lenguaje gestual, en efecto!. ¡Qué riqueza de expresión tiene el hombre! ¡Cuánto que expresar!