«Cuatro «científicos» colocan una hormiga en una superficie plana. Al ser estimulada y al inclinar el plano la hormiga se desplaza.
Una a una, le van arrancando las patas y frente al estímulo, la hormiga parece tener mayor dificultad para el desplazamiento.
Sin ninguna de sus patas la hormiga no realiza ningún movimiento al ser llamada.
La conclusión de los «científicos», es que sin patas la hormiga se quedó sorda».
Un prudente recordatorio para todos aquellos que, de un modo u otro intentamos observar la realidad y sacar conclusiones.
Esto, más que un experimento, es una pesadilla…
Un poco ‘gore’; pero extensible a todas las conclusiones que sacamos sobre quienes no han contado con las mismas oportunidades, medios, ni afectos.
Todos sobrellevamos grandes carencias y, aún con ésas, nos resulta incomprensible que otros estén más mutilados que nosotros y cometan distintos errores.
Muy bien traída la célebre humorada sobre la inconsistencia de la metodología científica y la determinación de los resultados por nuestras filias, ideas, fobias, prejuicios, etc, etc …..
«Cuando se desea creer una cosa es fácil y grato creerla. No sólo es así con la gente ingenua; …/… Incluso el observador científico puede ver sesgada la realidad de la obsevación por la influencia de su deseo.» («El mentir de las estrellas» Rafael Rodríguez Vidal. Ed. EIUNSA, SA, Barcelona 1998)
Me ha recordado otro caso, el del abuelo que le dice a su mujer que está sorda perdida y para demostrarlo la manda al extremo opuesto de la habitación:
– ¿Me oyes?
Al no obtener respuesta, el abuelo avanza unos metros hacia su esposa y le vuelve a preguntar
– ¿Me oyes?
Ante el nuevo silencio se acerca hasta la oreja de la señora y le pregunta
– ¿Me oyes?
A lo que la abuelita le contesta
– ¡Te he dicho 3 veces que sí!
¡Y no me grites en la oreja!
Buenísimo, Santi.
Ambas anécdotas hay que guardarlas en la memoria y, más aún, en el corazón y cada vez que nos pongamos a pontificar debería encenderse una luz roja con el grito de la abuela.