Que no compramos lo que necesitamos no creo que sea ya objeto de discusión. Pero entonces, si no es la necesidad del producto, ¿qué es lo que nos empuja al consumo?
Compramos por pasión y no por razón. Nuestras decisiones de compra están basadas en estímulos que escapan a nuestra libertad racional. Somos irracionales en nuestras decisiones de compra, pero, a la vez, previsibles. Y esa previsibilidad es lo que nos hace vulnerables. Esa previsibilidad es la que luchan por conocer los investigadores cuyo «entusiasmo por las múltiples posibilidades de su investigación es directamente proporcional al peligro que estas encierran: conocer las claves que determinan cómo ciertos mensajes actúan en nuestro cerebro podría abrir la posibilidad de una manipulación total».
Se habla de publicidad subliminal, pero ¿es que hay otra? Cada vez es más difícil distinguir la frontera entre seducción y manipulación. Estamos rodeados las 24 horas del día por la publicidad y sus mensajes: «los expertos calculan que cerca de 6.000 mensajes publicitarios llegan cada día a un ciudadano europeo medio».
Spots, marcas, disponibilidad, situación y disposición de los artículos, el packing o embalaje, la música de fondo del local, el olor, la presencia o ausencia de espejos, el itinerario entre las estanterías, la capacidad de los carros de compra, la cartelería, la posición del producto respecto de los ojos del comprador, la velocidad de la marcha por el laberinto de los pasillos,… todo influye y todo es estudiado concienzudamente por los expertos para conducirnos a la decisión final de pagar y adquirir. Dudo de que las cámaras que presiden los locales de compra tengan una mera función de vigilancia; seguramente son las lentes de los microscopios a las que nos exponemos inocentemente mientras paseamos nuestra mirada y nuestros gestos trabajando en el laberinto de los artículos de consumo para el Neuromárketing y la shopology, dos nuevas ramas de la psicología aplicada al consumo, cuyas ratas de laboratorio somos nosotros mismos.
“Busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo”, nos dicen aludiendo y adulando nuestra supuesta libertad de elección, pero a la hora de la verdad ni siquiera «el mercado está preparado ni concebido para eso. Si uno intenta buscar, comparar y encontrar, acabará invadido por la melancolía de la tarea imposible»
Fuente: artículo del Semanal firmado por Martin U. Müller y Thomas Tuma basado en un libro que Martin Lindstrom ha publicado con el título Buyology, verdades y mentiras sobre por qué compramos que el propio Lindstrom trata a toda costa de vender.
«La tiranía del hecho se impone a la fragilidad de la palabra».
«Se impone» quiere decir: vence, desaloja, vacía, anestesia, disuelve, confunde, desprestigia, escarnece, roba, acobarda, aísla, clasifica, califica, ridiculiza, insulta, difama, desconsidera, manipula, culpabiliza, uniforma, devasta la razón humana y le impide la construcción de un pensamiento personal, libre, crítco y maduro.
EL BUSSINES HA METABOLIZADO EL PENSAMIENTO SUPERIOR DEL HOMBRE, y le ha dejado la opción única de rendirse. ¿Cómo ha sido ello posible? A mi entender por una única razón: el hombre «vacío» (de sí mismo) necesita «llenarse» como sea. «El vacío» es insufrible, doloroso; el «como sea» es … comprando; ser propietario «de algo» es una dosis de morfina que viene a «narcotizar» (siempre por un brevísimo tiempo) el dolor de una existencia sin ningún sentido serio, profundo y personal.
José Luis.
Abrumadora colección de verbos criminales.
¡No nos dejaremos metabolizar por el bussines!