«Me llamo Pepe Pérez y soy un tecnoadicto». Podríamos empezar así la sesión de hoy.
Según la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria ―¡Ooooh, la ciencia médica al fin!― y la OMS ―¡Ooooooooh!¡nada menos que la OMS!―, el juego patológico, la adicción al trabajo, las compras compulsivas y la adicción a Internet preocupan a psiquiatras y médicos de atención primaria ante el continuo aumento de su incidencia. Una de cada cuatro personas sufre estos trastornos de la conducta asociados con las adicciones sin sustancia. Según los estudios epidemiológicos la prevalencia se sitúa entre el 10-15% de la población general.
Las adicciones sin sustancia, también conocidas como psicológicas o comportamentales, no son, sin embargo, insustanciales ya que presentan similar perfil clínico y enfoque terapéutico que las drogodependencias. “En ambas existe tolerancia, dependencia y síndrome de abstinencia con patrones conductuales perniciosos o desadaptativos consolidados y repetitivos”. Las adicciones sin sustancia sustituyen una sustancia determinada –alcohol u otras drogas- por procesos como Internet, el juego, el uso del móvil, etc.
Sin embargo, estas nuevas adicciones pasan más inadvertidas y son más aceptadas socialmente porque, no se articulan «en un mundo marginal como las drogas, sino que son procesos de uso habitual e incluso necesario en muchos niveles laborales. [Y] porque, en el caso de las nuevas tecnologías, es una cuestión sólo de tiempo dedicado: la mayor parte de la gente usa Internet o móviles, el adicto sólo lo usa mucho más tiempo», según dice el Dr. Javier García Campayo, psiquiatra del Hospital Miguel Servet de Zaragoza.
La adicción a Internet, a la red o a su contenido, se ve facilitada por factores tales como el anonimato, la falta de toxicidad y efectos secundarios.
A pesar de todo esto, aún no están reconocidas en las clasificaciones internacionales -a excepción del juego patológico-, ni lo estarán en la nueva versión que presumiblemente verá la luz en mayo de 2013, aunque «se espera que este tipo de adicciones sigan aumentando exponencialmente, se mejore su detección, en parte, por una mayor conciencia del problema por la sociedad y se creen unidades especializadas para su tratamiento.
Bueno. Tardan, pero poco a poco se van dando cuenta. ¿Será demasiado tarde?
Muy interesantes las citas (los extractos) de lo que parece una intervención completa del Dr. Javier García Campayo. ¿Una conferencia, un artículo, una entrevista, …. ? Me gustaría acceder al total, si es posible.
Sin dejar de reconocer que es así, como está escrito en el post, me resulta obligado comentar ésta afirmación: «Sin embargo, estas nuevas adicciones pasan más inadvertidas y son más aceptadas socialmente porque, no se articulan en un mundo marginal como las drogas, sino que son procesos de uso habitual ….. «.
El caso es que ese uso «habitual» se da no solo «en el trabajo», sino en los domicilios familiares, como es sabido. No es infrecuente, que uno de los cónyuges –normalmente el varón– sea adicto a internet por cualquier motivo de interés –normalmente por lo relativo a la pornografía– y no es raro que la mujer (compañera, amiga, amante, esposa, …… pero madre de hijos) quede desatendida, apartada, inconsiderada, relegada a la nada temporal en la vida «en común». Hasta que se harta, ….. ¡claro!.
Puede decir que en las últimas cinco rupturas de pareja (y/o de familia) conocidas en mi ámbito humano, en las cinco, la adicción desmedida al ordenador (y en un caso, además, a la televisión) ha sido «la gota», o el vaso entero, que ha llevado a la ruptura de la convivencia.
Pasarán más inadvertidas, serán más aceptadas socialmente, pero su incidencia es real y devastadora.
José Luis
Como hemos dicho muchas veces, la sociedad -la de siempre, la de consumo- ha recibido con una desmedida e interesada inconsciencia la introducción de las nuevas tecnologías. La realidad será la que terminará imponiendo sus consecuencias negativas y positivas, pero con un poco más de cuidado y reflexión, se podrían haber atenuado las primeras y potenciado las últimas.
El dato que das es escalofriante.